Pasó un par de semanas desde que su padre se fue de luna de miel, y que alguien, una vez más, rompió su corazón en el momento menos oportuno.
Fueron al menos catorce días, en dónde hacía lo justo y necesario. No tanto por qué Krell le cortó (él si era un motivó de su tristeza) sino porque en su lista se iban sumando la cantidad de veces que a ella la dejaban porque se iba haciendo más intensa.
Zoe decía, y Clara la respaldaba, en que, si no eran capaces de cruzar el huracán, entonces no la merecían. Y Olivia no sabía que pensar al respecto.
Una sola vez fue ella quien corto la relación, y mintió al respecto. Zoe le había perdonaba el "haberse comportado como una arpía". Claro, Olivia tuvo que trabajar para ella, y así recuperar la amistad que alguna vez tuvieron. Cuando le preguntó por qué fue que lo hizo, no supo que decir.
El resto de relaciones, era a ella a quien le decían las palabras tan sencillas como crueles. No sabía si después de que le dijeran "debemos terminar" lloraron de la forma en que ella lo hizo, o sus días fueron grises. Olivia quería creer que si, pero la voz de la razón le decía que no.
Al final, cuando estaba en medio de lágrimas y fluidos nasales, se preguntaba que tenía de malo. Llegando a encerrarse en sí, y no aceptar a más nadie. Antes de Krell habían pasado muchos años sin una relación, y ahora estaba lista para otra temporada larga con el corazón hecho trizas, pero sostenido con hilos para que dejara de caerse en pedazos.
El día quince.
—Ya es suficiente —exclamo Zoe.
Entro a su cuarto dando un golpe a la puerta, y Olivia salto del susto en la cama. Era sábado, venía de una terrible semana en la escuela, y no quería saber más nada con nadie hasta el lunes.
No, no ignoraba a todos a su alrededor, solo no interactuaba más de la cuenta. Un par de horas, un café, una charla en dónde él otro hablaba y ella daba la sonrisa más penosa que podía expresar. Era una máquina que repetía lo mismo hasta que llegaba el fin de semana, y prefería no atender el llamado de nadie.
Y Zoe no podía permitir que aquel luto se extendiera mas tiempo. Creía que quince días eran mas que necesario para alguien de la edad de Olivia.
—Zoe, es sábado, déjame en paz —murmuro, y se cubrió con la frazada.
—Qué bueno que lo asimilas —dijo, y rodó los ojos—. Vamos, sal de allí, comamos algo, y organicemos una pequeña fiesta para esta noche.
—No —gruño.
Zoe rodó los ojos, y con un simple movimiento de mano, le saco el acolchado de encima. Olivia termino extendida en el centro de la cama. Usaba una fea remera desteñida (la de la eterna tristeza, en palabras de Clara) medias de diferentes colores, y el cabello más largo de lo normal. Las raíces estaban mas largas y oscuras de lo que alguna vez pudo tener. Y las ojeras, acunaban y opacaban por completo él gris plata de sus ojos.
Lo que significaba que la noche anterior estuvo llorando.
—Das pena —dijo Zoe.
—Gracias, ahora déjame dormir —dijo Olivia.
—¿Vas a dejar que un adolescente te ponga así de triste?
—No es un adolescente, es un tonto de veintiocho años —se sentó en la cama.
Pasó la mano rápido por la mejilla, llevándose un par de lágrimas. De esas que pensó que ya dejaría de caer.
—Sigue siendo un adolescente —dijo Zoe.
—Lo extraño —murmuro Olivia—. ¿Tan pésima novia llegó a ser para dejarme en medio de una boda?
Zoe se sentó al borde de la cama, y vio al techo mientras escuchaba los sollozos de Olivia.
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Las Memorias de Olivia J.
Romance120 años para un mortal es mucho. Para un mágico (entre brujas y trolls) podía ser poco. Y para Olivia Julia era uno largo camino repleto de historias. Llena de romance. Con muchos momentos felices, y otros que dejaban marcas mas allá de su piel...