Un viaje por carretera.

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—Esta pizza es mejor que mi intento de pasta —dijo Olivia.

—Mírale el lado bueno, al menos eres buenas pidiendo comida a domicilio —respondió gracioso Marius.

A partir de ese momento, no hicieron más que reír y hablar. No sobre ellos, sino sobre lo que estuvieron haciendo, que países recorrieron, que personas conocieron. Si aprendieron algún truco nuevo, u otro idioma.

Estar hablando con él, para Olivia, era algo que no creyó que se volvería realidad. Ni mucho menos volver a reír sin control como alguna vez hizo a su lado, o volverse tan solo ruidosa, sin miedo a que la vieran mal.

—A veces es bueno recordar esa parte del pasado —dijo Marius, antes de irse—, gracias Livs.

Le beso la mejilla con dulzura y se marchó. Olivia creyó que por un instante el mundo se detuvo en esa corta escena, y solo pudo pensar en todo el valor que le faltaba para detenerlo solo un momento.

El sonido de su celular otra vez la trajo a la realidad de que solo eran una amistad de años.

—¿Hablaste con él? —leyó el mensaje de Zoe.

No se atrevió a preguntarle porque fue que le dejo de hablar por tantos años hasta llegar al punto de no saber si aún seguía con vida.

—Quiero que él me lo cuente —dijo en cuanto le atendió la llamada.

—¿Si no lo hace? Dudo que seas de esas personas que dejan pasar un tema así —respondió Zoe.

Olivia hizo una pausa. No quería darle la razón, pero sabía que lo hacía con aquel silencio.

—Lo hará, tenemos tiempo para eso —dijo, y dio una pequeña sonrisa—. No tengo miedo a que desaparezca.

 Aunque no tenia mas ese miedo, y que podía encontrarlo en cualquier momento del día, no dejaba pasar la falta de una respuesta. Pese a que decía tener la paciencia necesaria, no dejaba de pensar en que fue lo que paso.  

—Ser tu es difícil Olivia —dijo Clara—. Puedes, no se, solo hablar en la tarde y listo. 

 Se lo comentó a sus amigos, y estos no entendían la manera en que ella hacia de algo pequeño un gran problema mental. 

—Si, he vivido conmigo por ciento veinte años —sostuvo la castaña que la veía desde el otro lado de la mesa—. Lo haces sonar tan sencillo.

—Lo siento, olvide que eres tú —se burló—. Bueno, pero lo es.

—¿Cómo?

—No lo ves, pero los que estamos fuera, notamos lo fácil que se dan las conversaciones entre ustedes —respondió—. O sea, en la ultima Reunión, ustedes se la pasaron hablando. ¿Qué puedes perder con solo preguntar?

—Clara tiene razón, no pierdes nada, solo quieres asegurarte que no es un zombi o un robot con la piel de un viejo amigo —agrego Toby quien escuchaba con atención la conversación—. Lo peor que te puede pasar es que termines haciendo un gran Jim.

Los tres se rieron por el comentario, y más aún por el quejido del pelinegro que los escuchaba desde la cocina.

Solo era cuestión de preguntar, pero ninguno le dijo cuando, y el tiempo siguió corriendo, al menos por unos días. 

Ahora que la cicatriz de una ruptura reciente sanó, sus mañanas eran un poco más alegres que antes. Por su bien dejo de organizar eventos, al menos un tiempo. Le gustaba, pero también le gustaba tener una buena salud mental.

Las Memorias de Olivia J.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora