Capítulo 4

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La parte trasera de su cabeza golpeó contra la pared de azulejos blancos detrás de él.

Se mantenía sentado en el suelo del baño, dentro del cubículo. Desde que salió de clases, luego de su último examen por ese mes, se había comenzado a sentir mal.

Su estómago se revolvió una vez más y dejó salir lo poco que aún se mantenía allí. Sabía que el estrés le estaba pasando factura al igual que los nervios.

Su cabello había comenzado a caerse, sus ojeras estaban más marcadas de lo habitual y sus ojos ahora, apenas se abrían debido al cansancio.

Solo quería llegar a su hogar, tirarse en la cama y dormir lo que no había logrado en esa semana.

Su examen de matemáticas había sido el más complicado hasta la fecha. Bien le habían dicho que la vida universitaria no se comparaba a sus estudios secundarios, pero habría deseado que todo aquel cansancio no lo cobrara en ese momento.

Se levantó del suelo y salió del cubículo para lavar su cara y enjuagar su boca. Si eso seguía así, debía pensar seriamente en tomar un descanso e intentar continuar con sus estudios desde su hogar.

Caminó hacia su casillero para dejar su mochila, encontrándose con un rectángulo sobresalido de papel colorido que se encontraba pegado en la puerta.

El silencio inundaba el amplio pasillo y a pesar de que giró su cabeza en distintas direcciones, no pudo encontrar a ninguna persona en el lugar. Era algo obvio si se tenía en cuenta que él había decidido saltarse la última clase del día.

Tomó el obsequio que reposaba allí, a la espera de su presencia y lo abrió con cuidado, encontrándose dos cuadrados de chocolate. Teniendo en cuenta que los dulces no se encontraban envueltos más que por el papel sin marcas, pudo notar que eran caseros.

Abrió su casillero y registró el lugar esperando ver una carta. Sin embargo, solo se encontró con sus libros y cuadernos, nada más allá de los útiles que él había guardado esa misma mañana.

Dejó su mochila verificando que no estropee nada y al salir del lugar, una joven se acercó a pasos apresurados, deteniendo su camino hacia el patio de la institución. Necesitaba tomar un poco de aire fresco y su cuerpo, débil y tembloroso, ansiaba por un poco de calor que le podría brindar el sol.

—Buenos días.—Habló la fémina con voz cantarina.— Esto es para ti.

Itachi observó confundido como extendía una carta en su dirección, misma que tenía pegada en la parte superior, una flor idéntica a la que había encontrado previamente en su locker.

El papel preparado tenía su nombre en el centro del sobre con la misma letra delicada que pudo reconocer de las cartas anteriores y la flor, reseca pero bien cuidada, se mantenía sobre el papel pegada con lacre de color bermellón con el diseño de una rosa.

—¿Por qué me das esto? —Preguntó desconfiado.— ¿Es tuyo?

La joven lo miró sonriente mientras negaba con su cabeza una y otra vez.

—No, pero me han pedido que te la entregue.—Respondió con sus ojos verdes brillantes de ilusión.— Es tan romántico.—Itachi no apartaba su vista de la mujer intentando descifrar si la había visto en algún momento.— Mi nombre es Sakura.

—¿Conoces a la persona que escribe estas cartas? —La fémina asintió con una sonrisa emocionada.—¿Me dirás quien es? —Preguntó algo impaciente.

Sakura amplió sus sonrisa y llevando sus manos entrelazadas a la altura de sus mejillas, habló.

—Oh, por supuesto que no. Es tan romántico que haga esto, nunca podría arruinar su sorpresa.—Respondió.— Mi clase empieza en unos minutos, nos vemos.

Cartas (NaruIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora