Capítulo 11

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Su cuerpo cayó con pesadez sobre el asiento.
Naruto aún no había llegado y podía sentir las miradas de los alumnos presentes sobre su persona.

No era algo extraño, porque sabía lo que todos pensaban.

¿Eran realmente amigos o Itachi era un idiota al que no le importaba que le rompieran los huesos?
El grupo de Hidan no era tan estúpido como para encararlo en la mesa al final de la clase, porque si bien el rubio no había llegado aún, era muy probable que hiciera su aparición. Lo que menos querían era tener que comenzar con una pelea tan pronto. Si es que pelea se le puede llamar a la situación en la que ellos intentan golpear al rubio entre todos y solo terminan recibiendo tantos puñetazos como el trabajado cuerpo de su compañero puede dar.

No había recibido más cartas después de aquella donde le pedía disculpas por haberle dicho tantas cosas al saber de la cita con Izumi. No encontró más obsequios en su casillero o algo que le indicara que su remitente anónimo, aún deseaba comunicarse de alguna manera con él.

No podía negar que Naruto había comenzado a despertar en él algo que antes hubiera creído imposible cuando se trataba de Uzumaki.
Reconocía su atractivo. Solía observarlo de vez en cuando a lo lejos y es por esa misma razón que sabía que Naruto no solía juntarse con nadie más aparte del chico de cabello negro que lo había sacado de su pelea.

El rubio llamaba la atención de cualquiera al estar dentro de una habitación con cien personas y no solo para aquellos que conocían su historial de peleas. Naruto era alguien imponente y atemorizante. Era fuerte y a pesar de no hablar con los demás, era alguien que se ganaba las miradas de los otros.

Itachi lo miraba, porque era la clase de persona que deseaba ser, al menos la mitad de lo que era Uzumaki.
Naruto era alguien atrevido para hablar, no poseía vergüenza y le hacía frente a cualquier idiota que quisiera comenzar una pelea con él.

Por otro lado, Uchiha era tímido y un completo debilucho al que solían golpear desde que estaba en la secundaria. Era la clase de chico que no solía hablar con nadie al igual que Naruto, pero a diferencia de él, Itachi pasaba desapercibido para cualquiera que no fuera una mujer que quiera ligar con él. Además, a los únicos que les dirigía la palabra eran a los mismos idiotas que lo molestaban y a pesar de saber que con su mala manera de decir las cosas se arriesgaba a una posible golpiza, poco le importaba.

¿Pero qué más daba? Bien sabía que si no les contestaba, de igual manera iban a encontrar la forma de someterlo.

 Nunca lo negó y no podría hacerlo. Naruto le gustaba.
Un año mayor, más inteligente de lo que habría creído, rubio y de ojos azules. Aquel muchacho era el estilo de chico que le gustaba, a él y a la mayoría de las jovencitas de su clase.

¿Pero qué podría intentar? Naruto no parecía ser el tipo de chico al que le gusten los hombres y si bien no se tenía que dejar llevar por lo que veía, no había encontrado acciones de su parte que pudieran indicarle que ese fuera el caso.

Sabía que se iba perdiendo cada vez un poco más en él. Porque a pesar de que le gustara físicamente en un inicio, el miedo ganaba mayor lugar que eso.
¿Cómo le habría hablado desde un comienzo? Naruto se mostraba renuente a querer entablar relación amistosa con alguien, incluso con el grupo de Hidan que a simple vista, parecían tener bastantes similitudes con él.

¿Entonces, qué era lo que había cambiado entre ellos como para que Naruto decidiera continuar cerca de él?

Poco a poco iba conociendo más de aquel joven reservado y poco a poco le iba gustando más.
Porque no era realmente como se mostraba en la universidad. Porque charlaba de cualquier tontería que pudiera llamarle la atención. Porque le gustaban las cosas más simples como el ramen y era amante de los objetos antiguos.
Porque era un chico simpático y sonriente, que abrazaba a sus padres sin vergüenza a que alguien más pueda ver esa faceta suya.

Cartas (NaruIta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora