Bob

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A Samuel Alfredo.

Despierto

Me pidieron que escribiera una historia cualquiera ambientada en mi día favorito, que reuniera todas las claves hasta ahora aprendidas en el curso de "Técnicas Narrativas".

Sé que es un poco imprudente de mi parte andar recordando anécdotas de lo inexplicable, un 31 de octubre a la 1:30 de la madrugada. Pero cuando la inspiración llega no hay que dejarla escapar. Acabo de despertarme de bruces con un relato en mente, y aunque no sé por donde empezar, creo que lo tengo en la punta de los dedos y eso ya es un avance.

No, el día de brujas no es mi día favorito. Aunque pensándolo bien, debería comenzar a celebrar cada 31 de octubre como mi verdadero primer día del año; en fin, tal día como hoy pero de hace 24 inviernos, mamá me trajo al mundo. Ella y yo compartimos la convicción que el cumpleaños es tan inicio de año como un Primero de enero, porque es nuestro primer día en "el calendario interior". A buen lector, pocas letras.

Pues bien. Para ser el primer día de mi año está un poco aburrido. No es tan bonito y holgado como un verdadero Primero de enero, mi dia favorito en la vida real. Pero al menos estoy vivo. Y tengo trabajo; no es el mejor, pero tengo trabajo.

Hoy estoy de guardia. Debería estar haciendo mi primer recorrido de la madrugada, pero les diré que afuera está haciendo un frío insoportable; basta una vuelta a Planta Baja y se me habrá congelado la inspiración.

A ver, concéntrate, Dilan. Tu día favorito... Mmm. Creo que lo tengo.

A propósito...

¿Por dónde comienza uno cuando requiere hablar del más allá?

Quizá deba empezar por recordar a los que una vez estuvieron aquí. ¿Tiene sentido para ti, Bob?

Jeje.

Recorridos

Bob se había acostumbrado a convivir con los fantasmas de este edificio. Especialmente los de esta ala; es decir, los más hostiles, por ser esta el área más vieja del Centro Comercial (Ya saben; mientras más historia, más leyendas). Bob incluso les tenía nombre, y la mayoría de veces los enfrentó. Aunque a algunos optó por ignorarlos...

Que si la niña del baño, que si una novia que pregunta si alguien ha visto sus zapatos, que la rubia desconocida que aguarda en el estacionamiento, el niño de la pelota, el globo maldito que parecía explotar en algún lugar del pasillo (pero nadie veía restos del látex, ni lo veían venir antes de estallar), silbidito (el más frecuente), el fumador invisible, y una voz como de mujer joven que de vez en cuando llamaba a los novatos por su nombre.

Por más extraño el caso, él hallaba siempre una explicación, que si no sonaba coherente al menos resultaba elocuente. Claro que -muchas veces- tuvo que admitir que hay cosas que pasan en este edificio sin explicación natural. Pero Bob era un hombre valiente, al que nada de eso le detenía en su quehacer. Fue un buen vigilante.

Merecía un mejor sepelio. (Pero bueno, ese no es el tema).

A Bob, a veces le daba por afirmar que aquellos fenómenos eran obra de algún espíritu malo, otras veces apelaba a la física cuántica, tenía unas hipótesis super raras sobre el poder de la imaginación y los efectos de la falta de sueño, y un largo etcétera casi tan misterioso como aquellos espectros. Bob nunca dijo "tengo miedo", y jamás perdió las ganas de trabajar... Para él, un ratón o un murciélago era más peligroso que cualquier ruido o figura que no perteneciera a este mundo.

Todo un compendio de leyendas inéditas de este lado del Centro Comercial. Pero Bob nos recomendó, que nadie más hablara de esos momentos inexplicables. Su explicación...

Cuentos que La Naranja no leyó Where stories live. Discover now