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La habitación del hospital estaba envuelta en una penumbra opresiva, apenas iluminada por la débil luz de la luna que se filtraba por la ventana. El hombre, pálido y demacrado, yacía en la cama, su respiración entrecortada resonando en la quietud de la noche. Su mirada vacía reflejaba un abismo de desesperación y auto desprecio, como si estuviera atrapado en un tormento sin fin.

Con un estallido repentino de rabia y desesperación, se arrojó hacia adelante, desgarrando los tubos que lo mantenían unido a la máquina. El sonido de la carne rasgándose y el líquido vital derramándose sobre las sábanas blancas llenó la habitación, mientras él gemía en agonía y angustia.

Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas mientras la oscuridad de su propia mente lo envolvía, atrapándolo en un abismo de desesperación. Se sentía como si estuviera luchando contra un enemigo invisible, una sombra implacable que lo consumía desde adentro, devorando cada pedazo de su ser hasta dejarlo vacío y sin esperanza.

Repentinamente la puerta de la habitación fue abierta de par en par al igual que la luz fue encendida, dejando ver a su madre Madara.

Ambos mirándose entre asustados y con dolor.

Madara sintió a su corazón estrujar se al verlo en un estado tan demacrado, como si estuviese viendo a un completo desconocido, un muerto, en vez de su hijo.
Por otro lado Obito, sin poder manter la vista otro segundo más sobre su madre, la desvió cubriendo sus ojos con los antebrazos rompiéndose a llorar nuevamente.

En seguida Madara se apresuró abrazarlo de forma protectora sin lastimarlo.

-¡Lo siento madre... lo siento mucho te he fallado!- se disculpó entre gemidos, por lo que Madara lo abrazó con más fuerza sintiendo sus ojos picar por las lágrimas.
-¡Debí morir junto a mi padre! No quiero estar aquí ya, no quiero sufrir más. ¡¡Quiero morir, quiero estar muerto!!- suplicó desesperado, apartando bruscamente a su madre quien tenía una mirada reflejando el dolor que sentía al escuchar sus palabras.

Si las palabras fueran dagas, su corazón ya habría sido descuartizado, pero solo sentía dolor.

Y no sabía cuál sería peor.

Madara, entre lágrimas, alzó sus brazos en dirección a su hijo quién lloraba y se maldecía desesperadamente, solo para atrapar su rostro en un fuerte golpe en sus mejillas alterando lo.

-¡Mírame!- exclamó con angustia el Uchiha mayor, asustando a Obito como si fuese un niño a punto de ser regañado.
-¡¿Crees qué te crié solo para verte morir?! ¡¿Crees qué disfruto de ver tu soledad y tú amargura desde que te mudaste?! ¡No Obito, eres mi hijo el cual entregué mi vida para que fueras feliz!-

-¡¿Entonces por qué no me detuviste?!- exclamó con rabia mirándolo fijamente a los ojos.

-¡No te podemos resolver la vida! ¡El dolor es parte fundamental de la existencia, aprende a vivir con ello! O muere en su causa- mencionó esto último seriamente soltando su rostro, dejando marcas rojas en él.

Ambos quedaron en un silencio sepulcral, que fue cortado minutos después por su padre Hashirama.

El Senju había escuchado su conversación desde un inicio, por lo que dudó en unos minutos si entrar o no al ya no escuchar otra palabra de los dos azabaches, por lo que se obligó a entrar calmando su miedo al ver a su hijo despierto y a salvo.

No pudo resistir sus impulsos de abrazarlo por lo que corrió hasta el otro extremo de la camilla para atraparlo en un gran abrazo el cual le causo un intenso dolor físico a Obito quién terminó quejándose pero correspondiendo el abrazo.

-Hashirama lo estás lastimando- le regañó Madara, el cual ya no tenía rastros de lágrimas en sus mejillas.

-Descuida esto le hará bien a sus pulmones, después de tragar toda esa agua con cloro- dijo palabras incoherentes, solo para hacer reír a su familia, lo cuál logró.

Mi vida nueva junto a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora