XXXVI.- La Crueldad del Tiempo

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Derek:

Han pasado seis años desde que Mieczyslaw murió, seis años donde la manada estuvo de luto, seis años donde mi corazón murió y jamás se recuperó, seis años desde que dije mi último adiós, seis años donde aprendimos a vivir con ese inmenso dolor en nuestros corazones. Seis años.

Seis años, al fin somos una manada de nuevo, ahora más fuerte que nunca.

Todos los días le escribo letras a mi amado, sé que nunca podrá leerlas y que solo las comencé por recomendación de mi psicólogo, pero ahora se han vuelto mis compañeras y parte de mi vida.

Suspiré y me senté frente a mi escritorio.

Hola, Mieczyslaw:

Han pasado algunas cosas en estos días. La semana pasada fue realmente difícil. Fue tu sexto aniversario, como cada años fue un día agridulce. Fuimos a verte y te llevamos tus platillos favoritos, estoy seguro de que los disfrutaste, también hablamos mucho. Tu padre lloró un poco al igual que Peter, pero estaban felices de estar ahí.

Camden me contó que por fin ha domado a Jordan, tú tenías razón, ellos dos terminaron juntos como lo predijiste. Isaac está realmente feliz, aunque Jordan fue un imbécil prepotente al principio ahora parece un cachorro con la cola entre sus patas.

Theo y Liam al fin decidieron hacerlo oficial. Como tu hubieras querido hicimos una fiesta a lo grande para festejar a las dos nuevas parejas de la manada.

Noah me hizo prometer mantenerlo en secreto, pero sabes que no soy bueno escondiéndote las cosas. Así que ahí va. Hace un mes encontramos a dos cachorros de diez años, gemelos, estaban solos y su manada fue masacrada por los cazadores. Peter me dijo ayer que están tramitando los papeles de adopción. Sé que vas a amar a Edmond y Henry, son hermosos, ambos pelirrojos solo que Ed tiene los ojos grises mientras que Henry los tiene de un hermoso color azul. Son tan traviesos y divertidos, me recuerdan mucho a ti. ¡Felicidades vas a ser un hermano mayor!

¿Yo cómo estoy? Bastante bien, gracias al apoyo de todos. Ya te lo he dicho en otras cartas, pero no pienso conseguir a alguien más. Sé que tu hubieras querido que siguiera con mi vida, pero Derek Hale solo tiene una pareja y ese eres tu Mieczyslaw Genim Stilinski. No hay nadie más con quien pueda compartir mi futuro.

Estas son las cosas más importantes que han pasado en estos días. Seguiré escribiéndote.

Te amo.

Siempre tuyo, Derek Hale.

*

Derek miró con ternura la carta, la colocó dentro de un sobre y luego se levantó y caminó hasta un baúl donde la colocó encima de otras igual.

— Sobrino. — miró a su alfa — Es hora de la cena, los cachorros están impacientes.

— Lo siento, estaba terminando la carta.

Peter sonrió con tristeza y después abrazó a su sobrino.

— Esta bien. ¿Cómo te sientes? ¿Le dijiste mucho? Mas te vale no haberle dicho de los gemelos.

Derek sonrió con diversión.

— Lo siento, no podía ocultárselo.

Peter negó con la cabeza.

— Me siento traicionado. Noah y yo queríamos llevar a los cachorros a conocerlo y ahí le diríamos la sorpresa.

— Lo siento. — rio levemente.

Los Hale llegaron a la parte trasera de la mansión Hale, después de un tiempo al fin la habían reconstruido y toda la manada vivía ahí, aunque muchos pasaban más tiempo en sus universidades, pero siempre se reunían los domingos para la cena semanal.

— ¡Der! — ambos niños corrieron a los brazos del mayor.

El mencionado los dejó colgarse de sus brazos.

— Ya vamos a comer, lo siento estaba ocupado.

— ¿Le contaste algo a nuestro hermano Mica? ¿Le dijiste sobre nosotros?

Derek rio levemente, los pequeños sabían todo acerca de sus hermano mayor y él les había dicho que escribía cartas así que siempre preguntaban por ellas.

— Si, le hablé de como son unos cachorros travieso.

Los menores rieron con diversión y los demás sonrieron al ver como Derek se sentaba del lado derecho de la otra cabecera de la mesa, la cual se encontraba vacía, pero siempre con un plato con comida frente a ella.

*

En México una manada corría por su vida, los cazadores extranjeros había ido detrás de ellos, tenían miedo y solo querían descansar, pero estaban muy cerca y no podían ser atrapados y asesinados.

— Tranquilos. — les dijo un joven de veintitrés años castaño de ojos grises y piel ligeramente morena, su sonrisa era calmada.

— Eres White.

— Un gusto.

De los árboles cayó otro joven castaño de piel completamente blanca y algunos lunares adornándola. Se podía ver su cabello castaño oscuro amarrado en una suave y delgada cola de caballo, sus ojos eran tapados por una venda negra con los lazos un poco largos.

— Nemed. — dijo el alfa de la manada aliviado.

Hizo algunos movimientos con las manos.

— Dice que ya están a salvo. — les dijo White con una leve sonrisa. Se acercó a los heridos y los sanó con lo que parecía ser magia ya que las heridas desaparecían después de una leve luz anaranjada.

Nemed acabó con los cazadores en cinco minutos, todos terminaron en el suelo sin vida. Estiró sus manos y las raíces a su alrededor se movieron y tomaron los cuerpos como suyos.

— Muchas gracias. — dijo el alfa con lágrimas corriendo por sus mejillas.

Nemed asintió y sonrió levemente.

— ¿Él esta...?

— Oh. Nemed se dañó sus ojos y cuerdas vocales, pero yo traduzco. — les dijo White con una gran sonrisa.

Nemed bufó y ellos dos llevaron a la manada a un lugar seguro, también les dieron comida y todo lo que necesitaban.

— ¿Encontraron en Tamoanchan? — preguntó una mujer.

Todos sabían que Nemed y White viajan por el mundo no solo salvando manadas sino que también cuidaban y resguardaban a los árboles mágicos, les daban protección y los hacían mucho más fuertes.

— Iremos en un momento. Solo queríamos asegurarnos de que estés bien.

Nemed asintió levemente para después comenzar a caminar.

— Nemed dice adiós, vamos a ver a Tamoanchan. Su territorio será mucho más fuerte que antes. Por cierto, amo su ciudad. Vendremos más seguido a la Ciudad de México.

Algunos rieron y otros solo miraron con admiración a los dos jóvenes que se alejaban.

— Deberías dejar de ser tan serio.

Nemed alzó sus hombros logrando que el otro pusiera los ojos en blanco.

— En serio, necesitas sonreír más. Es saludable.

Nemed le arrojó una pequeña bola de luz que lo golpeo en la cara.

—¡Oye! Eso dolió.

Nemed rio levemente.

Llegaron hasta el centro del bosque y ahí había un increíble y enorme árbol, era majestuoso y hermoso.

Nemed sonrió y colocó su mano sobre el. Una luz verde cubrió todo el árbol.

— Esta hecho. Nunca voy a cansarme de verlos hacerse fuerte. — dijo White con orgullo antes de fruncir el ceño.

Nemed lo miró confundido en cuanto quitó la mano del árbol.

— ¿También lo sentiste? — asintió — Tenemos que regresar a California. El Nemeton está en peligro. 

Lobo StilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora