||THIRTY||

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—¿Ha vuelto ya mamá y papá? —preguntó la tierna voz de un pequeño niño, de unos 6 años, mientras se restregaba los ojos, víctima del sueño

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—¿Ha vuelto ya mamá y papá? —preguntó la tierna voz de un pequeño niño, de unos 6 años, mientras se restregaba los ojos, víctima del sueño.

—No, todavía no, pero estoy segura de que volverán esta misma noche. —respondió la voz de su hermana mientras levantaba la persiana de la habitación con dificultad.

Lo cierto era, que ella no sabía cuando llegarían.

—Eso mismo dijiste ayer. —replicó con desconfianza el menor, incorporándose para mirar a la rubia.

—Lo sé, pero no te preocupes ¿sí? Estoy segura de que llegarán en cuanto terminen su viaje de trabajo. —trató de calmarlo como pudo, pero ella también estaba preocupada.

No podía mostrarlo delante de su hermano Ethan, o entonces las cosas irían mucho peor. Él la necesitaba ahora para que le cuidase, y eso iba a hacer.

—Leah. —la llamó su hermano pequeño, mientras se apartaba los mechones rubios de su rostro.

—¿Sí, Ethan?

—¿No sabes cuándo llegarán nuestros padres, verdad?

El corazón de la mayor dió un vuelco. Se giró para mirar a Ethan, y se debatió entre la verdad y la mentira: sabiendo que ambas tendrían consecuencias. Pero su hermano era muy inteligente o al menos para leer emociones, ya que la conocía como nadie. De hecho, dudaba que fuese a conocer a alguien que supiese tanto de ella como él. No le hacía falta expresarse con gestos ni palabras, sólo sus expresiones le decían todo. Y Leah jamás entendió cómo lo hacía, era como un don muy especial.

—Pues, emm —carraspeó, aclarándose la voz—No, lo cierto es que no. Esta vez no han dejado una nota. —suspiró.

Notó como el cuerpo de su hermano comenzaba a temblar, y enseguida se sentó a su lado en la cama y lo envolvió con sus brazos.

—Hey, hey..estaremos bien. —dijo acariciando su pelo con un brazo y con el otro tratando de parar su temblor. Al ver que el chico no reaccionaba, lo obligó a mirarla a los ojos, a esos ojos que le transmitían tanta confianza y que le decían que todo estaría bien. —Eth, mírame, mírame a los ojos. Ellos nos han dejado solos porque somos muy fuertes, así que hay que demostrarlo.

Se mordió el labio, gesto muy habitual a pesar de que siempre la regañaban por ello, pues se acababa haciendo heridas o cortes. Esperó con ansias una reacción, algo, no era buena consolando a los niños. En cambio, su hermano pensaba todo lo contrario; los brazos de su hermana eran como un refugio para él, sus palabras eran lo más reconfortante que había oído en sus 6 años de vida. Y todo aquel cariño jamás había venido de sus padres, siempre de su hermana mayor.

Asintió lentamente, mientras Leah depositaba un beso en su cabeza y se quedaba un par de minutos más abrazada a él, hasta que le susurró al oído:

—¿Te apetecen tortitas? Hoy tienen forma de dinosaurio.

Aquella simple frase levantó completamente el ánimo del chico, que respondió, casi saltando de la cama:

—¡Sí!

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Ahora era la mayor quién lloraba, pero en silencio, ya que no quería preocupar más a su hermano.

Se sentía más sola que nunca, a pesar de que tenía a Ethan, pero aquello era más una responsabilidad para una niña de 11 años que una compañía. Ella también quería ser cuidada y querida por alguien, sabía que sus padres lo hacían, pero no lo demostraban. Siempre estaban muy ocupados con sus estúpidos viajes de empresa, y si no, cada vez que intentaban interaccionar con ellos les soltaban frases cómo:

—Ahora no, Leah, estamos muy ocupados.

—Ya eres muy mayor como para jugar con nosotros, juega con tu hermano.

—Tampoco es para tanto, sólo serán unos días y ya.

—Estoy haciendo algo importante, después hablamos todo lo que quieras.

Pero aquel "después" nunca llegaba. Ella admiraba a sus pocas amigas, que tenían unos padres que se encargaban de llevarlas al colegio, de prepararles su desayuno, o algo tan simple como leerles un cuento por la noche. En aquella casa, tenía que hacerlo todo ella, incluso cuando sus padres estaban presentes.

No podía odiarlos, eran sus padres, pero no podía evitar sentir un pizca de rabia e impotencia.

¡Sólo tenía 11 años!

¿Y querían que hiciese todo lo que hacía un adulto?

No podía con aquella carga. Estaba por rendirse, por escaparse de aquel lugar. Pero no iba a abandonar a su hermano. Tendría que esperar a que creciese un poco, quizás las cosas cambiasen.

Sí, aquello era la mejor idea: esperar. Después, seguro que sus padres no tendrían tanto trabajo y pasarían más tiempo con ellos. No volvería a oír la frase "ley del hielo" en su vida.

Se limpió las lágrimas con una sonrisa y antes de salir, se aseguró de que no hubiese algun rastro que la delatase.

Por ahora, solo tendría que esperar.

Lo que ella no sabía es que sería una larga espera.

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Hola, esto es muy diferente a lo que estoy acostumbrada en esta historia, pero ya que al desparecer entran en una especie de "trance" he decidido contar algo más sobre la historia de nuestra protagonista.

¡Así que, disfruten!

Chaoo 💝


𝟱% || 𝗣𝗘𝗧𝗘𝗥 𝗣𝗔𝗥𝗞𝗘𝗥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora