Parte uno

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Sosteniendo algo asustada con fuerza el brazo delgado y cortado de su madre, jadeó por lo bajo al bajar corriendo las escaleras de aquel precario edificio. Con apenas su mochila verde y su peluche en forma de tigre, se aferró al pecho de la mujer con los ojos cerrados cuando, finalmente, consiguieron un techo de chapa después de varios minutos apurando el paso en medio de la tormenta pronosticada. Sin prácticamente nadie navegando por las calles, su madre ignoró el temor que sintió de repente al darse cuenta de que eran las únicas en la vereda.

- ¿Tienes frío, cielo? - al ver cómo su hija asintió, automáticamente se quitó el único saco abrigado que tenía y envolvió a la niña con el mismo comenzando a ofrecerle suaves caricias en la espalda. - No te preocupes, ¿de acuerdo? Vamos a estar bien, saldremos adelante sin la ayuda de él. Prometo hacerte feliz y comprarte todo lo que quieras, Byul, pero dame tiempo, ¿hmmm?

- ¿No volveremos? - susurró haciendo una mueca angustiada.

- Ahora seremos solo tú y yo, cielo. Nadie más. Confías en mamá, ¿no?

- Confío en mamá. - afirmó causándole una sonrisa rápida a la mujer.

- Sé que lo haces, mi querida Byul.

Los próximos días, no mejoraron mucho. Con sus estómagos completamente vacíos, al caminar lentamente sin rumbo alguno y parar inmediatamente en la esquina de un restaurante de comida japonesa, la mujer no soltó la pequeña mano de su hija avanzando con el mismo ritmo desde el principio hasta donde yacía la puerta trasera del local. Se adentraron al helado y desastroso callejón ignorando la presencia de alguna otra rata vagando libremente por el suelo contaminado y asqueroso repleto de líquidos lixiviados por todos los rincones, por todas partes. Por encima, le tapó la nariz a Moon Byul para que no llegara a sentir el olor hediondo que había en el aire y, en eso, comenzó a mirar con atención cada contenedor de basura con el fin de rescatar algo de alimento para ambas, pero más que nada para su hija.

Lo único que terminó hallando fueron dos porciones chicas de onigiri. Sacando cuidadosamente la caja color naranja con el nombre del restaurante grabado en letras grandes y llamativas justamente en la parte de adelante, la acomodó con sutileza bajo un brazo. Procuró antes si las piezas estaban en condiciones para ser consumidas y después simplemente se permitió a sí misma regresar a la calma por un momento. Llegaron a una plaza cercana con la intención de almorzar más tranquilas. Cuando tomaron asiento en uno de los bancos, la mujer colocó lo que había encontrado en medio de ambas. Vio a su hija comer después de tres días prácticamente sin hacerlo y solo consumido agua mínima de algún que otro bebedero de por allí, nada más. Aun así, la mujer la hacía reír, aunque por dentro moría de desesperación. Era consciente de que no tenía familia, que no podía pedir ayuda o meterse a cualquier sitio a trabajar porque debía cuidar de Moon Byul. Eran únicamente ellas contra la situación. Las dos para todo.

Las semanas transcurrieron como habitualmente lo hacían y, en ese lapso de tiempo, seguían comiendo las sobras de los negocios y tomando agua corriente. Yendo de vereda en vereda, llegaron a la conclusión de que no tenían un lugar fijo en donde dormir o simplemente descansar un poco las piernas luego de tanto caminar. De todos modos, continuaron recorriendo nuevamente la zona. Con el correr de los días, la mochila de Moon Byul comenzaba a gastarse y el peluche con el que dormía apoyada en el pecho de su madre se ensuciaba más. Su cabello se convertía en algo grasoso y enredado. Su ropa olía feo. Pero no dejaba de sonreír cuando su madre le regalaba flores diarias arrancadas por su cuenta de los jardines que frecuentaban intencionalmente al pasar. A pesar de las incomodidades y la suciedad que jamás se iba de sus cuerpos y vida en general, Moon Byul se sentía contenta al dormir junto a la mujer que hacía hasta lo imposible para que no estuviera sin comer más de un día.

La amaba. Y aunque fuera una niña pequeña casi sin consciencia, tuvo que entender rápidamente muchas cosas de gente grande. Trataba de no darle inconvenientes a su mamá porque sabía que su ánimo no era el mejor. Últimamente, sentía que no la estaba pasando para nada bien. Sentía su preocupación por siempre tener que decidir y elegir el nuevo lugar en donde apoyarían sus anatomías para dormir un poco. No fue hasta el segundo mes permaneciendo en las calles peligrosas y desiertas o llenas dependiendo el horario que, una mañana algo fresca, se toparon con un túnel abandonado. Enseguida, se acercaron, pero con cuidado, ya que no estaban seguras si se podía empezar a colocar sus pocas pertenencias en el lugar o, por esas casualidades, aparecer una persona psicópata, ladrona para meterse con ellas y sacarle lo poco que conservaban. Por fortuna, el parámetro yacía sin signos de peligro, simplemente se encontraron con más gente en su misma situación. La mayoría, tenía la ropa maltratada y la mirada depresiva. Moon Byul los observó detenidamente hasta que apartó la vista cuando oyó la voz de una señora acercándose a su madre.

- ¿Tu hija ya comió? - fue lo primero que cuestionó en una mueca preocupada. - Tenemos arroz blanco, pueden comer con nosotros sin problema. Vengan por aquí. - no quedándole otra opción más que esa, entrelazó sus dedos con los de su hija siguiendo a la señora de pelo blanco.

Terminaron comiendo una ración completa y, con sus panzas llenas, se acomodaron tomando distancia entre los demás para no incomodar a las otras personas que se encontraban preparándose para tomar una siesta. Moon Byul apoyó la cabeza en las delgadas piernas de su madre soltando un suspiro pesado. No tardó mucho en quedarse profundamente dormida. Así, atravesaron otro mes más sobreviviendo a base de alimentos con preparación rápida y descansando sobre el duro e incómodo cemento. Tapándose únicamente con aquel abrigo negro y grueso, le ganaron al invierno exitosamente. Sus días habían mejorado como nunca hasta que un acontecimiento traumático llegó una tarde atacando la inocencia de Moon Byul. Su madre se había alejado apenas unos segundos de ella para buscar algo de comida para ambas dejándola apoyada con la espalda en las paredes húmedas del túnel abrazando a su tigre como de costumbre. Moon Byul alcanzó a gritar lo suficientemente alto como para alentar a la mujer, quien se volteó rápidamente corriendo hacia donde se encontraba sentada. Empujó con fuerza al hombre alejándola de su hija y después simplemente la sostuvo en sus brazos tapándole los ojos con el fin de que se tranquilizara, pero Moon Byul estaba asustada, sus manos se apretaron duramente en la extensión de los hombros de la mujer hundiendo el rostro en el hueco de su cuello. Lloraba desconsoladamente aferrada a su madre, la cual controló lo mejor que pudo sus impulsos por golpear al masculino que había dejado atrás el túnel gracias a que varias personas lo echaron verbalmente.

- No la dejes sola de nuevo, los violadores nunca descansan. - escuchó que le dijo una mujer prácticamente de su edad. Tragando saliva, esa noche vigiló todo el tiempo que pudo a Moon Byul. Omitiendo las preguntas, hicieron como si esa situación nunca pasó. Pero en el fondo, la mujer notaba los ojos tristes de su hija, como si algo dentro de ella desapareció.

Como si su sonrisa únicamente fuera fingida o no existiera.

- ¿Qué pasó con exactitud ese día, cielo?

- Me... me mostró eso, mamá, primero... me dio un caramelo y después... se bajó los pantalones... quería hacerme daño, por eso grité... quería tocarme... - murmuró jugando con el abrojo desgastado de uno de sus zapatos.

El vaso había rebalsado desde hace semanas. No podían seguir viviendo en ese lugar. Fue así como la mujer cogió el brazo de su hija y salieron de allí con sus cosas en las manos, pero antes de cruzar la calle, cuatro hojas de un periódico rodearon su pie izquierdo molestando su paso. Todavía estando prácticamente en la zona en donde vivían hasta unas horas antes, respiró hondo al agacharse un poco para agarrar lo mencionado.

* ¡SE NECESITA EMPLEADA DOMÉSTICA A TIEMPO COMPLETO! LLAMAR A ESTE NÚMERO POR SI LE INTERESA EL PUESTO: #### *

- ¿Mamá?

- Creo que ya sé nuestro siguiente movimiento, Byul. Vamos.

[...]

Solitude And Outlaw [moonsun] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora