Parte nueve

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Mirarse o hablar mutuamente durante las clases en el colegio, por supuesto, que no era una opción. Para nada. Hacían como si la otra no existía, como si la noche anterior no durmieron juntas y se confesaron todo el cariño que sentían.

Yong Sun actuaba como una adolescente. Para llamar la atención de los hombres, a propósito, fingía acomodarse la falda o, en la hora del almuerzo, se pintaba eróticamente los labios observándose a sí misma en su pequeño espejo. Se divertía coqueteando con ellos, haciéndoles creer que podían ser parte de su mundo, que podían llegar a obtener algo más que solo insinuaciones o miradas calientes que, claramente, la mayoría, no eran otra cosa que falsas. Quería sentirse poderosa y deseada aunque, en el fondo, lo único que necesitaba era un abrazo largo por parte de Moon Byul.

Con Moon Byul era menos infeliz, ella apartaba sus malos pensamientos, los suprimía, los quemaba. Pero era sumamente consciente de que la cobardía siempre iba a ganarle. Sentada en la misma mesa junto a sus amigas, la miraba fijamente cómo comía escuchando música o leyendo un libro de bolsillo, a veces, hacía las tres: comer, oír y leer. Hacía de todo para no enfrentar sus propios inconvenientes, para ocultar sus sentimientos, para dar por sentado el hecho de que Yong Sun no se encontraba viéndola directamente.

Moon Byul estaba enojada con ella. Muy enojada. Pero no se lo confesaba, no demostraba que realmente le molestaba que otros estuvieran atentos sobre su desempeño o no, sobre si cambiaba de marca de zapatos o no, sobre si usaba otro tono de maquillaje o no, sobre si estaba viéndose con alguien o no. Yong Sun era una celebridad, ella, en cambio, una pobre imbécil sin suerte. No era conocida. No era querida. Estaba sola.

Demasiado sola.

Llegando al estacionamiento, tuvo que ignorar el acercamiento desubicado del chico hacia Yong Sun. Teniendo en la cabeza que nunca dejaría de ser su segunda opción, encendió el motor mientras se ponía el casco llamando inmediatamente la atención de ambos. Arrancó fuertemente dejando atrás el establecimiento. Manejó por más de una hora sin rumbo alguno porque, de verdad, lo último que necesitaba era volver a la que no era su casa. Fue casi inevitable no comenzar a recordar cómo vagó por meses de la mano de su madre por las calles de Busan mientras aceleraba. Pero tuvo que dejarlo pasar porque no quería largarse a llorar. No manejando, no en ese momento.

- ¿Dónde estuviste? - Yong Sun yacía acomodada en la mesada de la cocina con una taza en la mano derecha.

- Por ahí, ¿por qué? ¿Te interesa? - el tono serio de Moon Byul golpeó a la pelinegra, quien bajó enseguida la mirada alejando el material de mármol.

- ¿Quieres la verdad?

Moon Byul no respondió a eso, sino que cuestionó encima de esa pregunta.

- ¿No deberías estar con ese imbécil? - esta vez, Yong Sun fue la que enmudeció jugando, ahora también, con las mangas de su camiseta gris.

Su extraña relación era un constante vaivén, iba y venía como un tren bala, como las estaciones del año, como su propio pasado. Debían parar, pero las cosas ya habían empezado nuevamente hace rato. Una de ellas regresó inesperadamente a la vida de la otra a dar vuelta su mundo controlado y perfecto. Por ello, ¿ahora qué? ¿Vivir una relación prohibida para los demás en carne y hueso... funcionaría? ¿Encubrir sus deseos mutuos ante la sociedad terminaría siendo una buena idea? ¿Aparentar ser ajenas durante las clases callaría las bocas de las personas por el resto del mundo? ¿No poder ser dueñas de sus sentimientos sonaba algo efectivo? ¿Convivir y abandonarse al mismo tiempo era una cuestión de plenitud? ¿Eso las iba a hacer felices? ¿En serio?

- ¿Quieres leche? - algo temblorosa, Yong Sun levantó a propósito su taza para mostrársela a la muchacha furiosa. Moon Byul se acercó, pero no por el objeto de vidrio, sino porque sus impulsos comenzaron a ganarle de a poco agarrando, así, sin piedad la mandíbula de la pelinegra. No sintió dolor ante el agarre, pero sí la necesidad de correr sin mirar atrás para calmar su misma desesperación. Cuando la presión fue disminuyendo, no peleó contra la efervescencia a flor de piel, se unió a ella de inmediato abriendo las piernas permitiendo que el hueso se introduzca en su lugar privado. Se entregó a ella siendo, segundos después, tomada con rudeza por la cintura mientras la lengua sedienta se abría paso sin cuestionamientos hacia su boca necesitada.

Abrazó su cuerpo mordiéndose el labio cuando empezó a expandir los besos húmedos por la extensión de su cuello haciendo, en el proceso, la cabeza hacia atrás gracias a las cosquillas y el ardor de los mordiscos llegando luego. Sin poder evitarlo, apretó sus palmas contra los hombros fuertes jadeando lo suficientemente alto como para llamar inmediatamente la atención de un empleado. Se miraron algo asustadas, pero Moon Byul reaccionó rápidamente tomando su muñeca para cerrar la puerta trasera de aquella parte de la casa detrás de sus espaldas. Riéndose, se besaron otra vez bajo la luz de la luna antes de subir por la escuela que daba directamente hacia el cuarto de Moon Byul.

- ¿Qué le pasó en el cuello? - comiendo en la misma mesa de siempre, oyó perfectamente la voz de una chica, la cual se interesó sin pensarlo demasiado en su chupón. Aguantándose la sonrisa, sabía que Yong Sun estaba mucho peor que ella, pero lo disimulaba con maquillaje y, como ella no usaba, no le importó aparecer en el colegio con semejante marca enrojecida a la mañana siguiente. Llamando aún más la atención, implementó su rutina típica haciendo oídos sordos a los comentarios negativos y matándose de risa al ser protagonista de la gran incógnita: "¿quién fue el causante de esa marca notoria dibujándose en la longitud de su cuello?"

- Estás feliz, de un humor, ¿por qué?

- Nada, no es nada.

- Hmmm, mentir es malo, más viniendo de un Kim.

- Tuve sexo, es todo.

- ¡¿Eh!?

[...]

Solitude And Outlaw [moonsun] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora