Parte dieciocho

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Sabía que ellos solo estaban con ella porque también querían sentirse poderosos y ser, en cierto punto, el centro de atención. Incluso, llegó a pensar que la chica que consideraba como su mejor amiga no era del todo espontánea con lo que le decía. Evidentemente, cada uno buscaba adquirir algún contacto de su parte para escalar todavía más hacia la cima. Deseaban más, tener más dinero y volverse el triple de populares que sí misma.

Su grupo era una mentira. Su vida en general era una farsa absoluta. Tomaba el papel de chica superficial, cuando, en realidad, añoraba por dar su opinión y no estar pensando en si lo que dijo acabaría influyendo en sus días en la escuela. Pero nuevamente, se encontraba condicionada por portar tal apellido. Ambos progenitores esperaban únicamente excelencia de su parte, logros y más logros. Querían que fuera igual de profesional y exitosa como su hermana mayor. Querían que se casara, formara una familia constituida, ser la cara bonita de una empresa de moda importante y vivir una vida de ensueño junto a un hombre apuesto, millonario, inteligente y caballeroso. Pero ¿y si deseaba otra cosa? ¿Y si no era su sueño casarse y tener hijos? ¿Y si su sueño era vivir alejada de la cuidad y empezar desde el comienzo con la chica teñida?

No quería un hombre, quería a Moon Byul Yi.

Cerró el casillero con cuidado mientras saludaba muy por encima a sus amigas. Con el ánimo por el suelo, se sentó en donde siempre olvidándose por completo de la presencia de su pareja. Él la había estado esperando para ir juntos al salón, pero Yong Sun se adelantó poniéndose los auriculares ignorando hasta el sol ingresando por el ventanal. Los próximos minutos, se fijó solamente en las actividades subiéndole el volumen de vez en cuando de lo que estaba escuchando.

Su preocupación creció de repente. Había visto a Moon Byul con golpes en la cara, pero no al punto de prácticamente tener por todos lados pequeñas curitas adornando cada centímetro de sus facciones. La miró durante la mitad del almuerzo. Recién tomó su muñeca cuando el pasillo quedó vacío y se la llevó hacia el baño desierto, lugar en donde trazó líneas dudosas por la piel moretoneada. Las yemas de sus dedos temblaron percibiendo el espacio tibio directamente. Esos ojos conocidos le suplicaron de forma intensa que no mencionara absolutamente nada sobre su estado. Moon Byul le pidió por favor varias veces con tan solo una mirada triste. Le expresó que no le dijera algo negativo con lo que estaba observando. Que, después de tanto tiempo, admirara sus manchas y las besara como desde el primer día hizo. Que, lentamente, esos labios preciosos chocaran sin asco encima del color violeta. Que no la mirara desesperada, que pusiera una mano en su pecho, que el tiempo se corte por un instante y comenzar apresuradamente una excitante batalla de lenguas mientras que de fondo se oyera una voz desconocida de un docente dando clase.

Su mano se apretó en la falda planchada. Siguió su paso ansioso mientras el calor se agrandaba en el cuarto. Subida ahora en la frialdad de la cerámica, sus piernas se enrollaron en la cintura delgada acomodando perfectamente las palmas en la extensión de sus hombros atrapando la boca húmeda en la suya. El sabor a dentífrico junto a lo dulce de su propia sangre se unió al arroz blanco con salsa picante llevando a ambas a un lugar desconocido, sin nadie. El metal también se mezcló haciéndolas gemir sin avergüenza abrazándose.

El pecado se volvió fiel seguidor de aquel vínculo viejo. Se ocultaban en el baño mientras la desnudez y la temperatura, al mismo tiempo, se complementaban. A pesar de que las preguntas eran necesarias, ninguna habló con la intención de realizarlas. Ejerciendo un escape improvisado y completamente ilícito, Yong Sun suspiró profundamente cuando la motocicleta se alejó lo suficiente del edificio. Era la primera vez que rompía las reglas de tal manera, pero no lo pensó demasiado al momento de ser llevada como una princesa hacia la cama de una plaza. Besó con los ojos cerrados las cicatrices mientras los cuerpos se convertían en una sola pieza con el correr de los minutos en el diminuto departamento. Tanteó con la respiración agitada los tatuajes sintiendo cómo el primer orgasmo se presentaba. Estaba sudando y sumamente desnuda sobre el colchón nuevo intentando no caer en un profundo sueño siguiéndole el juego a la chica encima de su cuerpo. Desafortunadamente, entre movimientos vagos de labios, se rindió ante la calentura descendiendo de a poco terminando envuelta en las sábanas completamente exhausta y dormida.

Sus ojos se abrieron con pesadez. Intensos truenos se escucharon de la nada haciéndose notar, segundos después, la gran tormenta. Su miedo por la lluvia no se había curado, de hecho, se elevó con el tiempo. Terminó por perder a alguien muy importante, quien la abrazaba fuertemente por el abdomen cuando era una niña risueña, pero supuso que la vida no quería joderla tanto porque la misma persona presionó cuidadosamente su cuerpo contra el frágil por debajo de la calidez de las sábanas. Ambos extremos despojados del uniforme famoso y de excelente calidad.

Una vez más, se adoraron bajo la luz tenue mutuamente. Los jadeos se mezclaron con el sonido constante del estruendo partiendo prácticamente la Tierra. La miedosa se distrajo todo el tiempo con el vaivén de las caderas uniéndose a su parte prohibida mientras su cabeza se inclinaba hacia atrás sosteniéndose duramente de las manos lastimadas y, ahora, llenas de tinta llamativa. La mordida desesperada en la parte cálida del cuello sudado se logró aumentando el ritmo de las embestidas.

- Te amo, Yong Sun... - el susurro lagrimoso salió pesadamente de sus labios deteniéndose. Las palmas calientes se fundieron en la cadera delgada. - Te amo tanto, Sunnie, por favor, no te vayas...

- Me quedaré contigo, Byulie. Te amo.

[...]

Solitude And Outlaw [moonsun] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora