Parte cinco

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Su personalidad no era extrovertida, al contrario, era sumamente tímida con todo el mundo. No podía desenvolverse con facilidad. Y eso, se notaba a kilómetros. A medida que pasaban las semanas adentro del jardín de niños, sentía cómo los demás la miraban extraño cuando tenía la mesa solo para ella. Pero no era su culpa, ellos no querían hablar con ella, a veces, ni siquiera hacían por mirarla. Simplemente, conversaban lejos de donde yacían sus pertenencias. Por fortuna, con el correr de los meses, comenzaba a acostumbrarse a las miradas de asco y que la dejen de lado. Todo iba, entre comillas, bien hasta que un grupo pequeño terminó por burlarse de sus zapatos.

Era una obviedad asegurada, por supuesto, de que no gozaba de los requisitos esenciales para vivir una vida de excelencia y costosa como la de cada uno de los chicos que se metían con ella por ser pobre. De la nada, empezó a recibir odio proveniente de gente superficial y sin cerebro. Llegaba a casa con cara larga y cero ganas de jugar, solo quería acostarse, mirar el techo. Algo había cambiado desde que la señora Kim controlaba lo que hacía su hija, Yong Sun. Dejaron de verse por un tiempo hasta que la mujer y su esposo tuvieron que realizar un viaje imprevisto. Ahora, sin restricciones ni vigilancia, una tarde soleada, Yong Sun apareció en el marco de su puerta con una sonrisa cálida. Llevaba un lindo vestido de flores hasta un poco más de la rodilla. Era fin de semana, sábado. Y con sus progenitores lejos, no se sintió castigada cuando tomó asiento junto a Moon Byul en la cama.

- ¿Vemos televisión?

- No tengo...

- ¡En mi habitación, Byulie! - exclamó tirando de su brazo. - ¡Por favor, vamos!

Moon Byul tenía bien en claro que no podía ingresar a ninguna habitación de la familia Kim sin autorización, pero ni siquiera llegó a comunicarle eso a Yong Sun porque tomó su mano no quedándole, entonces, de otra que seguirle el juego, el paso hacia su cuarto. Prácticamente corriendo, Moon Byul notó que para llegar hasta el dormitorio tuvieron que subir extensas escaleras por varios minutos. Yong Sun tenía razón, sus habitaciones quedaban a pasos agigantados. No eran iguales. La suya era pequeña, su cama del mismo tamaño. Las paredes blancas y una única ventana mediana a un lado de la mesa de noche. La de Yong Sun, en cambio, era el triple de grande y su colchón extremadamente cómodo. En tonos rosados, Moon Byul no pudo evitar sorprenderse ante la grandeza del espacio en conjunto con el artefacto negro que estaba posicionado al frente de la cama de dos plazas. Una vez más, sabía que no debía estar ahí, menos con Yong Sun, pero ella ya había prendido la televisión y acomodado en el borde de la cama con las piernas cruzadas entre sí. Moviendo una mano encima de las sábanas para que tomara asiento a su lado, Moon Byul le hizo caso sentándose.

- ¿Qué vemos? - la niña agarró el control remoto girando la cabeza para mirar a su amiga.

- Lo que tú quieras.

No se separaron en lo que restó de los siguientes días. A escondidas del personal, se encerraban después de clases en la habitación bajo las sábanas. Yong Sun hablaba mientras Moon Byul la observaba sonriente. Cuando el televisor les aburría, bajando rápidamente las escaleras tomadas de la muñeca, salían por la puerta trasera que daba al cuarto de lavado para acceder a la cancha de básquetbol libremente. A pesar de que no sabían cómo usar de forma correcta la pelota, cuando fueron pasando los meses y su relación pasó a ser mal vista para todos allí, ese espacio lo usaban porque se dieron cuenta de que nadie jugaba particularmente en el lugar, ocultándose de los empleados y sus familiares, calculando horarios, contando días, semanas, meses, no importaba el obstáculo o los comentarios, siempre se veían, siempre hacían de todo para mantener una conversación, para jugar como las amigas que eran.

- No me gusta estar lejos de ti, Byulie. - expresó mirándola a la cara.

- ¿Crees que cuando seamos grandes... ellos no nos dirán nada? - jugando con sus dedos, se acostó a su lado en el suelo de esa carpa en forma de castillo color rosa chillón. - ¿Tu mamá me querrá? - volvió a cuestionar bajando la mirada.

- Si no te quiere, yo lo haré, Byulie. Mucho. - Moon Byul sonrió.

Se notaba el hecho de que nadie en la mansión las quería juntas. Pensaban que no podían relacionarse por ser de distintas clases sociales y llevar una vida completamente diferente. Pero lo que los demás no sabían era que se complementaban a la perfección. A pesar de que Yong Sun era demasiado enérgica y risueña, en cambio, Moon Byul muy tranquila y pacífica, lograban llevarse bien a la hora de hablar o jugar.

Y por cierto, terminó por agrandarse mucho más cuando Yong Hee, la hermana mayor de Yong Sun, invitó a sus amigas a su casa. Al ser social, la menor tenía algo de relación con ellas, pero por primera vez en meses, esa noche, durante esa pijamada, no apareció en ningún momento. Su hermana se preguntó enseguida por qué no hizo por ni siquiera saludarlas y después largarse de su habitación, simplemente no se dejó ver. En el proceso, la extrañó y, tras enterarse el motivo de su desaparición, Yong Sun recibió el mismo reproche y regaño que su madre las primeras semanas de tener encuentros con Moon Byul. Pensando en que su hermana tendría una visión paralela o respuesta distinta, evidentemente, reaccionó igual que el resto.

Histérica, abandonó la sala dejando a su hermana hablando sola. Yong Sun solo quería estar con Moon Byul, no que su madre o cualquier familiar intentara nuevamente apartarla de su lado. Cualquier otro empleado repitiera lo mismo una y otra vez. Yong Sun se estaba cansando de las exigencias y aquella palabrería innecesaria. Siendo consciente de que no podía relevarse, utilizó su boca para expresar lo molesta que se sentía al alejarla de Moon Byul cada que tenían la oportunidad. Obviamente, su madre enfureció y acabó con un moretón en su mejilla. Temblando de miedo, cuando terminó de cenar se encerró en su cuarto.

Horas después, lloró desconsoladamente en la cama de Moon Byul mientras ella acariciaba dulcemente su pelo. Al expulsar todas sus lágrimas y finalmente calmarse, la chica castaña besó una de sus mejillas. Eso provocó en Yong Sun un calor inexplicable colocándose en su cara. Aun así, no preguntó por qué de repente sintió eso, lo único que hizo fue enterrar el rostro en los cabellos sueltos y largos de Moon Byul. Volviendo a la paz, cerró los ojos de inmediato ante el notorio olor a detergente de naranja junto al suavizante viniendo de los bordes de su blusa violeta.

Sonrió.

- Hueles a naranja... - Yong Sun susurró sin dejar de sonreír. - Eso me gusta.

Moon Byul arrugó la nariz ante su comentario.

- Y tú a coco... - aspiró tímidamente el perfume de su cuero cabelludo haciéndole imposible aguantar la sonrisa en su interior.

- Hagamos una promesa, Byulie. - dijo la pelinegra levantando un poco la cabeza para mirarla a los ojos.

- ¿Cuál?

- Prometernos no separarnos nunca, ser amigas por siempre.

- ¿Quién empieza con el juramento? - cuestionó de forma curiosa.

- Tú primero.

- Yo, Moon Byul Yi, juro estar contigo y ser tu amiga por siempre. - habló con seguridad. - Te toca.

- Yo, Kim Yong Sun, juro estar contigo y ser tu amiga por siempre.

- De acuerdo, Sunnie.

- ¡Perfecto! - exclamó felizmente.

Luego de eso, se quedaron profundamente dormidas abrazadas.

[...]

Solitude And Outlaw [moonsun] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora