Parte tres

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Yong Sun bajó felizmente del coche corriendo después hacia la puerta. La abrió y lo primero que vio fue al hombre de exorbitante estatura moviendo las manos en sinónimo de que se volteara para quitarle el pequeño saco que llevaba encima de su suéter que tenía como uniforme. Sonriendo, el hombre la saludó formalmente mientras acomodaba una parte de su vestimenta escolar en donde debía. Acto seguido, caminó hasta la sala encontrándose sorpresivamente con su madre, quien yacía sentada en el sillón con las piernas cruzadas leyendo una revista de moda.

- Mamá, qué raro verte a esta hora en casa, ¿problemas en el estudio? - su hermana mayor, Yong Hee, se adelantó en hablar antes que la pequeña a su lado.

- Pedí el día para estar con ustedes, ¿cómo estuvo la escuela? - sonrió abriendo sus brazos para que la abrazaran como habitualmente la recibían al verla.

- Yong Sun hizo un dibujo horrible. - dijo la preadolescente riendo.

- ¡Eso no es cierto! ¡Mamá, dile algo!

- No empiecen, por favor, ¿sí? ¿Qué les parece si nos sentamos a merendar juntas? Antes de eso, suban, cámbiense y lávense las manos, ¿de acuerdo? ¡No corran, Yong Hee, Yong Sun! Dios, estas chicas... - murmuró rodando inconscientemente los ojos.

- Los niños a veces tienden a hacernos perder por un instante la cabeza, ¿verdad? - volteó cuando escuchó la voz femenina desconocida a sus espaldas. La mujer medianamente alta sonrió mirando a la contraria.

- Suena como si tuvieras uno esperando por ti en casa. No me equivoco, ¿verdad?

- De hecho, acertó exitosamente, señora Kim.

- Mi marido me ha hablado bastante de ti, por cierto. Nari, ¿no? Es bueno por fin conocerte. Aunque, claro, probablemente, ya sabes quién soy, pero me presento de todos modos. Seohyun, un placer.

- El placer es completamente mío, señora Kim. ¿Puedo hacer algo por usted?

- Simplemente el favor de que llames a la señorita Kang, eso es todo, gracias por tu consideración. Oh, y bienvenida, Nari.

Después de agradecerle, la mujer hizo lo que le pidió. Por fortuna, la encontró rápido. Con frecuencia, sentía que se perdía frecuentando los largos pasillos cuando los aspiraba.

- ¿Qué tal te fue en tu primer día, cielo? - fue su primer cuestionamiento al ver a su hija ingresar por la puerta trasera de la cocina.

- ¿Hay leche? - ignorando la pregunta, cuestionó cabizbaja.

- Sí, Byul, pero ¿qué pasa? ¿Por qué tienes esa cara triste? ¿Qué pasó, hija?

- Nada, mamá, en serio, solo quiero leche... - expresó acomodando perfectamente sus zapatos desgastados cerca de la entrada.

Aprovechando que el turno de su madre todavía no había terminado, salió afuera con el vaso hasta el tope de leche bebiéndolo en pequeños sorbos mientras apoyaba tímidamente la espalda en el árbol que yacía plantado en el patio trasero de la casa, zona en donde también había una hermosa y gigante piscina. Colocando las piernas sobre su pecho, no pudo evitar mirarse por segunda vez los zapatos algo rotos. Sin quererlo, una lágrima descendió lentamente por su mejilla.

- ¿Mi dibujo es feo, «café»? - Moon Byul levantó la mirada cuando una voz hizo su aparición en el insoportable y detestable silencio dejándolo como un tonto. Frunció el entrecejo oyendo claramente la palabra "café" salir de los labios de la pequeña pelinegra. - ¿Por qué no hablas? - habló de nuevo ladeando la cabeza.

- No lo sé... - tanteó el objeto de vidrio con sus pequeños dedos poniendo temerosamente los ojos sobre la infante habladora.

- Hablas muy bajo, ¿qué dijiste? - cuestionó mirándola, pero Moon Byul volvió a enmudecer. - Mi nombre es Yong Sun, ¿el tuyo? - al ver que no respondía, bajó rápidamente de la hamaca dejando caer su dibujo al suelo. Cuando estuvieron frente a frente, Moon Byul tragó saliva haciendo a un lado su vaso de leche ya vacío. - Tus ojos están rojos, ¿por qué? - la de cabello castaño oscuro alzó nerviosamente los hombros. - Eso pasa cuando lloras, ¿estuviste llorando?

- Haces muchas preguntas... - habló con normalidad ejerciendo una mueca de disgusto ante su personalidad desenvuelta.

- La señora Son me dijo lo mismo esta mañana... ¡oh, hablas! - exclamó sonriente. - Ahora sí, ¿cómo te llamas?

Insistió.

- Byul Yi, así me llamo. - en esta oportunidad, su tono cambió a uno más serio.

- Yong Sun, hola. - sonrió mostrando todos sus dientes tomando asiento a su lado.

- Lo sé, ya me lo dijiste... - susurró bajando la mirada.

- ¿Me empujas? - preguntó señalando alegremente el juego a un costado de la piscina. - No puedo sola, Byul Yi. - Moon Byul dudó antes de pararse del pasto.

- ¿Lista? - volvió a susurrar cuando la niña pelinegra se sentó en la hamaca.

- ¡Obvio! - gritó provocando en Moon Byul una sonrisa de forma inconsciente.

La castaña abrió de más los ojos cuando Yong Sun apuntó hacia el objeto para que ahora ella se sentara.

- Te toca, Byul Yi. Es tu turno. - explicó sonriente. Moon Byul asintió elevando apenas las comisuras sentándose con timidez.

En mucho tiempo, Moon Byul rio prácticamente llorando, esta vez, gracias a las carcajadas en conjunto. Yong Sun era carismática e inquieta, divertida. Alguien que vivía hablando. Soñando. Imaginando. Y por primera vez desde que ingresó al jardín de niños, ella no se burló de sus zapatos viejos y desteñidos. No trató de hacerla sentir mal o revivir un mal momento mientras jugaban, al contrario, la dejó con ganas de más para cuando, finalmente, las llamaron por voces distintas diciéndoles que la cena estaba servida. Habían perdido la noción del tiempo conociéndose mutuamente y divirtiéndose con cualquier cosa del patio. Saludándose con la mano y ejerciendo una brillante sonrisa por parte de ambas, tomaron caminos diferentes al entrar a la mansión. Antes de hacerlo, Yong Sun le prometió a Moon Byul que volverían a jugar mañana por la tarde en el mismo horario luego de salir de clases.

Por supuesto, el encuentro inocente se repitió. Pero entre risas escandalosas, Yong Sun terminó notando el corte en su palma. Moon Byul negó repetidas veces con la cabeza para que la pelinegra no lo tocara, pero lo hizo de todas maneras tomando su mano bajo la suya frunciendo automáticamente las cejas.

- ¿Por qué tienes esto, Byul Yi? - su mirada preocupada y asombrada la hizo bajar de inmediato la mirada. - ¿Con qué te lastimaste?

- No es nada, Yong Sun. - respondió alejando su mano de ella escondiéndola rápidamente en el fondo de uno de los bolsillos de aquel pequeño uniforme. - Sigue tomando tu leche...

- ¿Por qué se ve tan mal, entonces? Es grande, el corte es grande, Byul Yi, ¿por qué? - demasiados cuestionamientos desesperados se oyeron en segundos en el terreno gigante.

- Tijeras... - excusó en voz baja apretando los labios. - Me corté con unas tijeras, Yong Sun. Eso pasó.

- Oh, tijeras... se oye mal, Byul Yi. - puchereó cruzándose de brazos.

- No es nada, Yong Sun. - repitió intentando que volviera a creerle. - ¿Jugamos?

- ¡Por supuesto!

Desde ahí, se convirtieron en algo inseparable, pegadas como chicle de menta.

[...]

Solitude And Outlaw [moonsun] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora