Parte catorce

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Ya tenía a alguien más desde hace más de una semana. Todos envidiaban o se sentían felices por su relación. Únicamente existían esas opciones. Se complementaban porque ambos estaban bien posicionados económicamente y, si se lo proponían, podían comerse el mundo entero de solo un mordisco. Se vestían con ropa cara y su perfume era sumamente exquisito.

Eran la pareja perfecta.

Eran la palabra "perfección" en su máxima expresión.

- ¿No vas a jugar? - negó sentándose en la banca. - ¿De verdad no puedes más? - esta vez, asintió estirando un poco las piernas. - Diablos, estás realmente callada, luego dime a profundidad qué diablos está pasando contigo, Moon. - no respondiendo, se acostó poniendo las manos encima de su estómago. Se entretuvo observando el cielo despejado con los mismos ojos tristes desde que su vida dio nuevamente un giro inesperado.

Las próximas horas, alejada del mundo, se distrajo escribiendo en su libreta. No asistió a boxeo tampoco. Simplemente fue directo al hogar que jamás fue hogar para ella. Se metió a bañar y después se armó de valor comenzando a colocar sus pocas cosas en su mochila. Dejó todo tal cual como encontró el cuarto la primera vez en mucho tiempo que pisó la mansión. Dándose cuenta de que era hora de partir, lo último que hizo antes de subirse a la moto fue despedirse muy por encima de Yong Sun con una nota y poniendo el peluche de hamster que ganó para ella la primera oportunidad que tuvo de frecuentar otro lugar que no fuera solo la escuela.

Recordó la exigencia de Yong Sun hacia su familia con el fin de que la dejaran salir de casa con Moon Byul también. Sintió una vez más su entusiasmo. Tenían siete años cada una. Tomaron asiento en la limosina con las manos entrelazadas. Ignoraron lo dicho por los grandes y, acto seguido, caminaron pacíficamente por el parque de diversiones. Fue ahí mismo donde hicieron la promesa más infantil e inocente del universo.

- Prométeme que nuestra primera cita será aquí también. - Moon Byul frunció las cejas ante lo que mencionó de repente.

- ¿Cita? - murmuró parando en seco.

- Eso es lo que hacen los grandes, ¿no? Papá y mamá tienen una cada fin de semana. Podemos hacer lo mismo cuando seamos mayores, ¿qué te parece?

- ¿Una cita en un parque de diversiones? Bueno, es divertido. Te prometo que sí, que tendremos una cita aquí, Sunnie.

- ¡Te prometo lo mismo! - agarrando con más fuerza su mano, sonrió felizmente.

Yong Sun se acomodó el vestido. Miró con una sonrisa grande el lugar. Habían pasado años desde la última vez que puso un pie en su sitio favorito. Solo cambiaron algunas cosas. Sosteniendo todavía con timidez la mano del chico, suspiró nostálgicamente siendo consciente de que visitó con pocos años el parque de la mano de Moon Byul cuando apenas estaban tomando noción de sus vidas. No olvidó la promesa. Aún con la cita nunca realizada en la cabeza, esbozó una sonrisa triste al pasar por el juego de pistolas en el que terminó ganando el peluche que tanto quería Moon Byul. Fue automático. Quiso llorar. También divulgó entre sus recuerdos infantiles el puesto que la hizo sentir todavía más feliz. Moon Byul sacó dinero de su propio bolsillo para comprar los collares.

- ¡Gracias, gracias, son hermosos! - exclamó Yong Sun para después darle un abrazo largo.

- Qué bueno que te haya gustado, Sunnie. ¿Te ayudo?

- ¡Claro!

Los siguientes minutos, tomada de la mano de un hombre que no deseaba en lo más mínimo, trató de pasarla bien sintiéndose cómoda con sus chistes y risas, pero si era sincera, ni siquiera fue del todo genuina, al contrario, fingió toda la cita haciéndole creer al contrario que su compañía realmente era algo que adoraba, cuando no, cuando lo único que necesitaba era dormir abrazada a Moon Byul fuertemente. Tocándose el collar con la intención de sentirla cerca, agradeció mentalmente cuando terminaron volviendo a casa.

Se despidió de él con un corto beso en la mejilla. Viendo cómo el coche se alejaba, soltó el suspiro que había estado reteniendo minutos antes. Llegó justo cuando se estaban preparando para cenar. Se lavó las manos y luego tomó asiento junto a su hermana en silencio. Contestó de forma neutral cada una de las preguntas de su madre con respecto al nuevo chico que apareció en su vida. Después de años, recibió un buen comentario de su parte y, por primera vez en meses, se la notaba contenta. Su tono de voz era completamente diferente, más libre y considerado. Con el círculo familiar satisfecho y alegre, se dirigió de inmediato a su habitación cuando terminó de comer.

Su mundo volvió a derrumbarse. Lo tuvo por sentado hace semanas, pero quería pensar otra alternativa. Quería pensar en que ganó nuevamente el corazón de Moon Byul, pero quizá siempre fue ajeno, prohibido. Sostuvo sollozando el peluche que ella misma había ganado y obtenido un triunfo fenomenal siendo apenas una niña para alguien que acomodó y le devolvió la estabilidad que perdió por un tiempo extenso cuando sentía que no valía la pena para sus padres, cuando imaginaba que sus peleas seguidas eran por ella, producidas por su personalidad inquieta, Moon Byul le ofreció en la palma de la mano aquel amor que siempre añoró. Fue ahí cuando se enteró que no solo en los cuentos ocurrían los amores felices y duraderos.

- ¿Por qué no me dijiste que ella se volvería a ir de esta casa, papá? - sentándose frente a él, el hombre alzó los hombros. - ¿Qué significa ese gesto? Papá, entiende que...

- Byul no es una niña, Yong Sun. Ya no puedo aconsejarle como cuando tenía once años. Creció. Era obvio que iba a querer tener su propio espacio. Sabes que no tengo problema de que viva con nosotros, pero...

- ¡Tendrías que haberla detenido, padre!

- No seas inmadura, Yong Sun. Por favor.

- ¡Tendrías que haberlo hecho!

- ¡No es mi hija como para decirle qué hacer o cómo tiene que actuar en la vida, Yong Sun, esa eres tú, no una huérfana! ¡Maldición, qué pesada!

- No la llames así, no tomes el mismo papel nefasto de madre, carajo...

- Madura igual que ella, hija, sácate de la cabeza que envejecerán juntas y tendrán una casa lejos de aquí, eso ya pasó, Yong Sun, ¡fue únicamente una fantasía estúpida de dos niñas pequeñas! ¡No tendrán nada de eso y punto y, diablos, vete de aquí antes de que pierda la poca paciencia que conservo por tener una hija tan ilusa e infantil como tú!

- Ahora entiendo por qué mi madre te engaña, papá. Vete al diablo.

- ¡Yong Sun, Kim Yong Sun, ven aquí antes de que...!

Cerró la puerta alejándose.

- Perdón, no te vi... - Moon Byul murmuró levantando por ella el cuaderno que, sin querer, se había caído por el empujón imprevisto.

- Descuida, tampoco me di cuenta, gracias... - tras acomodarlo entre los demás, notó que Moon Byul seguía prácticamente a su lado parada pensando en quién sabe qué. - ¿Estás bien? ¿Te quedaste...?

- ¿Quieres que nos veamos esta noche? - preguntó recién cuando vio que sus amigas se alejaban todavía más de donde estaban paradas.

- De acuerdo...

- Paso por ti, entonces. ¿Tú estás bien?

- Lo estoy, Byulie.

Sonrieron sabiendo que era una pésima idea volver a relacionarse sexualmente.

[...]

Solitude And Outlaw [moonsun] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora