Capítulo 4. Verio.

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Esa bella chica estaba enfadada. Tenía terror a las mujeres con carácter enfadadas, después de todo, me había criado una. Tenía que hacer algo para que se le fuese el enfado. Quería ganar a toda costa, creyendo que así la conquistaría, pero había pasado todo lo contrario. ¿Qué debía hacer? ¡Ajá! ¿Qué alegraba la vida de cualquier? ¡Perritos!

Saqué el móvil y busqué en la galería las mejores fotos de mis perros. Bien, una foto adorable de Goku. Él nunca fallaba. El gran modelo perruno de mi casa. Adorable, fiel... y se dejaba hacer de todo el pobre. 

-¡Mira a mi perro! Es genial - le dije mientras señalaba mi móvil

Ella estaba picada, pero miró levemente el teléfono. Lo suficiente para quedar enamorada de mi perro. Giró la cabeza entera hacia el móvil y agarró mi móvil. No preguntó, pero tampoco me molestaba. 

-¡Es adorable! Mira, no tengo perro - me comentó en modo competitiva

-Horrible, he perdido. Mi mayor pésame - le contesté, intentando hacer que me parecía algo gravísimo y que aceptaba así mi derrota. 

-¿Verdad? ¡Bien, he ganado! - contestó feliz por haber ganado, supuestamente. Su hermano la miraba sin entender nada, totalmente confundido. - ¿Cómo se llama? - me preguntó con una amplia sonrisa al ver a mi perro.

-Goku, es muy majete. Tengo dos más - le dije emocionado.

-¿Dos más? - me preguntó emocionada y sonriente. La verdad es que tenía una sonrisa preciosa. 

-Oye, Matilde, si tanto ilusión te hace tener un perro... Podemos hablarlo con papá y... ¡Ah!-empezó a decir su hermano, el cual paró y se asustó al ver la gran mirada de odio de su hermana. Después de asustar a Juan, volvió a mirar la foto de Goku con gran alegría. Tenía carácter, eso me gustaba. Me asustaba, pero me gustaba. 

En ese momento, llegó el camarero, preguntándonos que íbamos a pedir. Juan y Miguel se giraron hacia el mostrador, donde estaba escrito lo que tenían en un gran pizarrón. Yo ya sabía lo que quería, así que me dispuse a observar cómo Matilde analizaba qué podría pedir. Tenía los labios algo carnosos, para ser blanca. En su cara tenía algunas pecas, sobre todo en la parte de la nariz y las mejillas. Tenía la piel algo rosada, lo cual me parecía atrayente. Era realmente hermosa. 

- Yo voy a pedir el té blanco especial y un trozo de bizcocho de limón - respondió esta, señalando el pizarrón.

Yo abrí los ojos de par en par. Había pedido exactamente lo que acababa de tomar y lo que iba a pedir para comer. Eso debía de ser una señal de que estábamos hechos el uno para el otro. 

-Matilde, podrías cambiar un día de estos, siempre pides lo mismo - le reprochó su hermano con una risa vacilona.

-Es que, está bueno... - contestó ella, con un tono inocente. 

Vaya, así que pedía siempre lo mismo. No era porque nos habíamos leído la mente. Efectivamente, estábamos hechos el uno para el otro, no tenía duda de ello. Sin embargo, si pedía lo mismo que ella, parecería que intentaba copiarla. Mierda, debía pedir algo distinto, aunque realmente me apeteciese pedir lo mismo... 

-Yo voy a querer un capuccino y un trozo de velvet - dijo Juan, señalando el mostrador

-Yo un café con leche y un trozo de tartaleta de limón - continuó Miguel. 

Un momento, eso era lo que pedía Miguel cuando estaba muy deprimido. ¡Ay! Me había centrado tanto en la chica que se me había olvidado que habíamos quedado para hablar con mi amigo. ¿Cómo podía haber sido tan mala persona? ¿Cómo podía mejorar esa situación?

Sin amor no hay futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora