Capítulo 24. Verio.

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A las pocas horas quedé sumamente dormido en aquel sofá. Quería quedarme en vela, pero después de todo estaba agotado. El sueño acabó ganando la batalla. Cuando abrí los ojos, ya entraba la luz del Sol por la ventana. ¿Qué hora era? ¿Cuánto había dormido?

Miré a mi alrededor, intentando aterrizar, cuando me di cuenta del motivo por el que me había levantado. Manolito se había sentado a mi lado y había empezado a tocar la guitarra. No sabía que estaba tocando, pero era una dulce melodía. También es cierto que llegaba a despertarme con algo que no fuese una dulce melodía y la teníamos nada más despertar.

Cuando vio que había abierto los ojos, terminó la melodía metiendo un acorde de tónica en un momento que no tocaba. Supongo que a veces es más importante terminar que hacerlo bien.

-¡Buenos días, dulce durmiente!-exclamó Manolito con todo bromista

-Buenos días-dije medio dormido todavía

-¿Un café para empezar bien el día?-preguntó lleno de energía y positivismo a primera hora de la mañana. Nunca había entendido cómo era capaz de ser así nada más levantarse. Siempre le había admirado por ello.

-Sí, un café me irá bien-contesté mientras intenté incorporarme

Él colocó la guitarra sobre la pared y fue a la cocina, dejando las puertas abiertas por si teníamos una conversación de sala en sala. Se veía que le había sentado bien dormir, ya no se le veía tan demacrado como cuando vine anoche. Le pillé en un momento de debilidad. Menos mal que lo hice.

-Por cierto, Verio...-empezó a decir Manolito desde la cocina, bastante alto para poder escucharlo

-¿Sí?-contesté aún medio dormido

-¿Ayer cantaste alguna canción de El Kanka por la noche? Me pareció escucharlo, pero ya estaba prácticamente dormido

-Sí, la de "Noche". Espera un momento, ¿escuchas a El Kanka?

Una de las pocas neuronas que se habían levantado funcionó. Me incorporé levemente para despertarme mejor. Esta conversación me interesaba. Me lo había recomendado una amiga de la carrera que tenía un gusto parecido al mío, pero pocas veces coincidía con Manolito.

-Claro, lo que me sorprende es que lo escuches tú-me contestó Manolito desde la cocina

-¿Por qué es sorprendente? Yo suelo escuchar música en español, tú no. Tú siempre has sido... un chico...-cambié mi tono de voz a uno más intenso y pedante-de mundo

-Me juntaba con un cubano sabrosón, algo tenía que decir para ganar puntos-reprochó indignado

-Es verdad que soy un cubano sabrosón-reí mientras me incorporaba torpemente, el sueño no me permitía incorporarme mejor

Me estiré como pude. Nota: no dormir en el sofá, es muy incómodo. Tenía dolores en músculos y articulaciones que desconocía. Si estaba así con dieciocho años, no quería saber cómo estaría a los 50. Me dirigí a la cocina, para hablar mejor con Manolito.

La cocina estaba al otro lado de la entrada, nada más subir las escaleras. Era la típica cocina llena de azulejos blancos y con una tira de azulejos de frutas con líneas azules acompañándolo. Los muebles eran color madera y la encimera de falso granito. Algún cuadro de la Virgen de la Cabeza y algún calendario de la cofradía. Sin embargo, sin Patricia estaba como... apagada, aunque tuviese la luz encendida.

-He de confesar que, desde que fuiste a Madrid, ligo menos. Era más fácil ligar como el amigo del cubano sabrosón-dijo mientras colocaba la cafetera italiana en uno de los fogones

-Mis amigos de Madrid están de acuerdo-reí recordando los momentos de fiesta mientras me sentaba en una de las sillas de la cocina-De hecho, estaban un poco decepcionados cuando empecé a salir con Matilde por eso. Aun así, sigo siendo el alma de la fiesta.

Sin amor no hay futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora