Capítulo 7. Matilde.

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Mi padre seguía con el discurso mientras yo intentaba fingir que le escuchaba. Teníamos puntos de vista bastantes distintos entre sí, después de todo, su historia de amor fue sumamente preciosa...

Mi padre y mi madre se conocieron cuando tenían algo más de veinte años. Fueron la pareja perfecta, se complementaban a la perfección. Él era más tímido y culto y ella era más espontánea y extrovertida. Él no hubiese llegado a donde estaba si ella no hubiese estado a su lado, y viceversa. A ambos les unía su gran corazón, fortaleza y constancia. Por eso, cuando murió mi madre, fue una gran tragedia, un golpe demasiado cruel por parte del destino. 

Mi padre, el cual me estaba dando un discurso sobre lo bonito que era enamorarse, se había cerrado al amor después de su madre. Tenía una idea del amor verdadero que actuaba en su contra, que le hacía pensar que un sólo había uno así en la vida y que él, ya había vivido el suyo. ¿Por qué me animaba a que me enamorase y viviese que era el amor, si él que sufrió lo que no estaba escrito con la muerte de mi madre? En fin. La hipocresía adulta. 

En ese momento, sonó mi teléfono: Un mensaje. Gracias a esto, al fin, mi padre se cayó. Miró el teléfono con curiosidad, ajustándose las gafas al hacerlo. 

- Comprueba si es Juan, para prepararle algo para cenar o no...

Desbloqueé el teléfono y miré los mensajes. No, no era de Juan. Era de Verio. Abrí los ojos de par en par y me estremecí al verlo. No lo leí, no sabía si quería saber lo que me había escrito. Sin embargo, como acto reflejo, me metí en su foto de perfil. Ahí estaba él, sonriente, con una mujer de unos cuarenta años de raza negra abrazada a él, rodeados de los tres perros que me había enseñado. Supuse que sería su madre. La verdad es que salía muy bien en esa foto, haciéndose notar la gran sonrisa que tenía. No pude evitar sonreír como una tonta al verlo. 

-¿Ese es? A ver, hazle zoom - dijo mi padre. Sin darme cuenta, se había colocado al lado mía, con la cabeza pegada a la mía, cotilleando completamente mi teléfono. Aparté el móvil rápidamente con cierto desdén. 

-Cotilla 

-Y con orgullo. - se defendió orgulloso de sí mismo, levantándose del sofá mientras se ajustaba las gafas - Bueno, pues si Juan se ha ido por ahí con ese tal Miguel, no le preparo cena.

-¿Cómo? - pregunté extrañada, sin saber de qué estaba hablando

-¿No has leído el mensaje? ¿Sólo te has metido a ver su foto con cara de tonta? Realmente te gusta - comentó mi padre mientras empezaba una gran carcajada 

-¡No he puesto cara de tonta! - le reproché y él, como respuesta, aumentó su risa

-La próxima vez, te hago una foto. - contestó mientras se dirigía a la cocina - Voy a hacer un sofrito con el calabacín que quedó del otro día. ¿Te parece bien?

- No me cambies de tema. ¡No he puesto cara de tonta!

-Claro que sí, hija, claro que sí... - dijo mientras seguía riendo de camino a la cocina. Se siguieron escuchando sus carcajadas, a través de las paredes, varios minutos después. 

Yo me quedé observando la puerta de la cocina desde el salón, recibiendo cada una de sus carcajadas como un ataque a mi persona. Seguidamente, volví a mi móvil. Ya tenía curiosidad del mensaje que me había escrito... Tan sólo eso. Curiosidad.

"¡Hola! Soy Verio, de antes. Me ha pasado tu teléfono Miguel, que se lo ha dado Juan. Ahora están tomándose algo por ahí jajajaja

En fin :) Aquí tienes mi contacto para cualquier cosa."

Ese era el primer mensaje que recibía de Verio. Las primeras cosas siempre son importantes, así que lo leí varias veces para asimilarlo mejor. Después de eso, siguió mandándome mensajes. 

Sin amor no hay futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora