Capítulo 12. Verio.

55 16 0
                                    

Ese momento era mágico. Tenerla entre mis brazos con aquel maravilloso paisaje de fondo, era un sueño hecho realidad. Sólo quería quedarme así, para siempre. Sin embargo, no podía ser así, aunque me gustase. Aún así, nos quedamos abrazamos un buen rato , incluso pudimos observar como el Sol había bajado por completo. Todo esto, sin decir nada. Tan sólo, viendo como el Sol caía poco a poco y disfrutando de lo que nos hacía sentir el otro. 

-¿No habías quedado después con tus amigos de la universidad? - me preguntó Matilde, sin moverse de la posición.

-Sí, aunque ahora mismo sólo me apetece quedarme así un poco más - le confesé y ella sonrió en mi hombro. Entonces, se separó levemente, al caer en algo importante.

-¿No iba también Juan porque le había invitado Miguel? - me preguntó. Me miró fijamente, con cierta preocupación por su hermano. Tenía unos ojos preciosos... Hice lo que pude para centrarme y seguir aquella conversación. Mierda, eso me pasaba por hacerme amigo de su hermano.  

-Es verdad, no me interesa quedar mal con tu hermano. - respondí, mientras abría los ojos de par en par, dándome cuenta de que me había juntado con la familia demasiado pronto. 

-No, no te interesa - rio ella. 

Yo sonreí al verla así y le di un beso en la frente. Ella cerró los ojos y sintiendo aquello con su corazón abierto de par en par. Estábamos en una nube en ese momento. Al separarme de sus brazos, ella me besó en los labios con ternura. Yo no lo esperaba, pero era ese el tipo de sorpresas que me gustaba recibir sin previo aviso. 

-O me puedo quedar aquí - dije tras ese beso

-No, deberías ir. Pobre Juan. - me reprochó ella con una sonrisa tonta

-O no

Ella rio y yo reí con ella. Estuvimos así un buen rato, con conversaciones absurdas, donde lo realmente importante era estar uno junto al otro, los besos tiernos y las palabras bonitas que se escondían. Cuando llegó la hora, fuimos al metro de Ópera, pero eso sí, esta vez, agarrados de la mano. 

Llegamos a la parada y bajamos al andén. Obviamente, la estaba acompañando a casa antes de irme a la quedada. Mientras estábamos ahí, esperando, pude observar cómo Matilde intentaba esquivar a la gente. Sin embargo, había tal aglomeración que sus intentos estaban siendo en vano. Noté como iba agobiándose cada vez más, agarrando mi mano con fuerza para contrarrestarlo. Miraba a su alrededor con temor, notando todas las miradas que iban hacia ella. 

La abracé con fuerza como respuesta. Ella me agarró con fuerza, poniendo su cabeza en mi hombro. 

-Tranquila, estoy aquí - le susurré

Ella respiró hondo, con la cabeza apoyada en mi pecho. Noté como su corazón, poco a poco, iba más despacio. Era cierto que me había comentado que le agobiaba un tanto la gente. Tomar la línea 2 para ir a su casa no había sido la mejor idea, pero después de todo, así era Madrid. 

-Gracias - suspiró aliviada entre mis brazos.

-Todo lo que sea por ayudarte

Noté como sonreía en mi hombro. No pude evitar sonreír también. Le había sido de ayuda, eso bastaba para que una gran felicidad viniese a mí. Siempre me había dado mucha satisfacción ayudar a los demás, por algún motivo. No podía evitarlo. Si veía a alguien que necesitaba ayuda, quería dársela. Desde siempre. Creo que por eso mi madre me decía siempre que iba adoptando perros abandonados por ahí. 

Finalmente, llegamos a su portal. Un portal tan grande como mi patio. No quería ni imaginarme lo enorme que sería su piso y que vistas tendría. Nada que ver conmigo, pero eso la hacía más interesante. 

Sin amor no hay futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora