Capítulo 1. Matilde.

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Menos mal que ya se había acabado esa sesión con ese ser, hablando todo el tiempo de lo que debía hacer o no, pero es que... ¿No se daba cuenta de que no quería escucharlo? La verdad es que le estaba poniendo más atención al moco que se le resbalaba con timidez por su orificio izquierdo que a la ligereza de sus palabras. Eran aburridas, hablaban de los humanos como si todos fueran sociables, amables y simpáticos. ¡Qué poco había vivido!

Me estiré bostezando, llevaba tanto rato queriendo hacer eso... Me puse mis cascos con el volumen a tope para aislarme de esa mierda de mundo donde me había tocado vivir, el cual sólo Nach podía mejorarlo. Esquivaba a la gente mientras me dirigía al metro, me gustaba estar a medio metro de las personas, literalmente. No me gustaba chocarme, ni rozarme con nadie. Era algo que me daba una clase de alergia. Todos con sus vidas, todos con sus historias y todos con ganas de ser superiores a los demás, con ganas de discriminar lo distinto a ellos. La mayoría de ellos me daban asco. Demasiado asco.

Tras coger el metro y cinco miradas de personas mayores ofendidas porque no le había ofrecido mi sitio, llegué a mi casa. Como siempre, mi padre estaba leyendo en ese sofá burdeos, más viejo que los ancianos a los que no le había ofrecido el sitio. Una acción normal en uno de los mejores escritores del país.

-Hola, cariño. ¿Cómo te ha ido la sesión?-dijo levantándose las gafas y clavando sus ojos verdes en mí

-Como siempre - exclamé poniendo en pausa la música

-Es decir, has puesto verde al psicólogo y no te ha servido para nada, ¿verdad?

-A veces me sorprendo de lo bien que me conoces.-  le di un beso en la frente - Deberías de decirles que no los necesito, están perdiendo un tiempo que podían usar con alguien que realmente los valoren.

-No, algún día encontraremos a uno que sea lo suficientemente bueno para que consiga convencerte de que valen la pena. Volveremos a cambiar. - dijo mi padre, poniendo su mano en la frente como si fuera el rey del drama, imitando, lo que él llamaba: "El drama adolescente".

-Eso pasará cuando las ranas críen pelo - grité mientras me dirigía a mi habitación.

Mi padre confiaba en los psicólogos porque uno de ellos consiguió que sobreviviera a la muerte de mi madre. Yo tenía cinco años y mi hermano mayor, siete. Es verdad que mi padre estaba un poco ido, pero no lo estaba tanto si consiguió criar dos hijos él solo. Aunque parezcamos personajes de una obra vanguardista...

Estaréis pensando: "Hombre, muy bien de la cabeza si tienes que ir al psicólogo... no estás". Pero no lo decía por mí, lo decía por:

-¡Matilde!¡Acabo de empezar un Yaoi súper mega cuquísimo!

Mi hermano mayor.

-Son historias que no tienen nada que ver y luego lo tienen que ver todo, son tan...-se agarró sus mofletes, llenando sus ojos de estrellas

-Pero... ¿No empezaste ayer otro? - pregunté mientras entraba en mi habitación y dejaba los cascos encima del escritorio

-Los animes son muy cortos y enganchan. ¿Todavía no lo sabes teniéndome como hermano? - se dio por ofendido

Lo miré con la ceja levantada, pero con la vestimenta que traía no pude evitar que se me escapara una sonrisa. Tenía las gafas del estilo Harry Potter en medio de la nariz, la boca tan abierta que se le iba a partir la mandíbula y sus ojos, iguales que los de mi padre, llenos de sorpresa. Su pelo moreno en modo cepillo, cogido en un moño con una de mis gomas y encima, con su bata rosa y sus zapatillas de ovejitas para andar por casa.

-Necesitas que te dé el aire, Juan. Vas a intoxicar a esas ovejas - le señalé los pies con la mirada

-No necesito que me dé el aire, tampoco estoy tan enganchado... - le quitó importancia

Sin amor no hay futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora