Capítulo 8. Verio.

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Estaba fregando los platos, después de la gran cena que habíamos tenido. Os preguntaréis como lo hacía con una mano, pues muy fácil, usando mi muñón de apoyo. No había nada que pudiera conmigo y mi querido muñón. Además, estaba de humor. Matilde me había contestado, a pesar de las idas de olla de mi madre. Conclusión: Nunca se le deja a una madre latina escribirle a la chica que quieres conquistar. Decía que era para ayudar, totalmente mentira. Había escondido el teléfono de ella y todo. Ya no podía acceder a él aunque quisiese. Una mente prodigiosa decían que era yo.

-¿Te contestó la chamaca? - me preguntó mi madre, curiosa

-Sí - respondí con calma mientras remojaba los platos enjabonados

-¡A ver! - dijo mi madre emocionada, buscando el móvil en mis bolsillos. Su cara cambió cuando se dio cuenta de que no estaba allí.

-Es mi romance, así que, escribo yo los mensajes - respondí con total tranquilidad, algo que no tenía mi madre al escuchar aquello.

-Pero... ¡Deja que tu madre te ayude! - me reprochó ofendida

-Mamá, ahora, en la conversación, parece que tengo doble personalidad. Una de ellas decente y la otra, con extrema locura. Adivina cuál es la de cada uno. - dije esto y empecé a reír, seguidamente. Me giré para observar como había reaccionado de mi madre a aquello: Había puesto su mano en su pecho, y me miraba de forma sumamente dramática, como le hubiese hecho la mayor traición que un hijo podía hacerle a una madre.

-¿Cómo le puede decir eso... a su madre? Tan sólo, soy una madre protectora. ¿Qué hice mal para merecer esto y que no me respete? - preguntó mi madre, fingiendo que iba a llorar en cuestión de segundos

Dejé los platos en el fregadero y le miré con una sonrisa burlona ante esta reacción. Ella enfatizó aún más su dramatismo al ver que la estaba mirando. Después de todo, fue una gran artista en el pasado. El drama siempre había formado parte de ella. Entonces, me acerqué ligeramente a ella y empecé a cantar por La Lupe:

"Igual que un escenario,

finges tu dolor barato.

Tu drama no es necesario,

ya conozco ese teatro."

Quería seguir la canción, pero no pude. Algo me hizo que fuese imposible. Ese algo, fue la zapatilla de mi madre golpeándome con fuerza en el hombro. Lo que hacía siempre que se mosqueaba. Tras tantos años con ella, aquello me lo tomaba ya con humor. De hecho, empecé a reírme a carcajada limpia.

-Encima me faltas al respeto usando a La Lupe, ay virgencita... - farfulló mientras abandonaba la cocina, decepcionada por no poder seguir cotilleando aquel nuevo romance.

Yo continué mi risa un poco más, después de que se marchara. Entonces, noté un lametazo en mi brazo. Había sido Duquesa, la cual llevaba todo ese tiempo sentada al lado mía. Al hacer eso, evitó que el agua que se resbalaba de mi brazo continuara su camino. La miré y ella, me contestó bajando un poco las orejas, moviendo su rabo y mostrando una gran felicidad al coincidir nuestras miradas. Al tener los brazos mojados, me agaché, acerqué mi cabeza a la suya y le di un beso en la frente. Ella se emocionó al recibir esa muestra de cariño y movió el rabo aún más. En cuanto me quitaba el garfio, era la perrita más adorable y cariñosa del mundo. Supongo que, que llevase algo que podía ser un arma, no le daba mucha confianza. Desgraciadamente, también era una más que tanto había sufrido.

Seguí lavando los platos. Con cariño, Duquesa apoyó su cabeza en mi cadera. No sé si estaba cómoda o no, pero parecía feliz. Eso era más que suficiente, que después de tanto sufrimiento, fuese feliz, era lo que realmente importaba. Lo que hubiese sufrido, ya no importaba. Ahora era feliz, haciendo pequeñas cosas apoyarse en mi persona. Eso era lo realmente importante, ¿verdad?

Sin amor no hay futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora