Capítulo 34. Verio.

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Estaba nervioso. No sabía de qué estaban hablando Matilde y Patricia, pero se le veía muy abrumada. ¿Era esto demasiado para ella? ¿Se estaba exigiendo demasiado por mi culpa? ¿La estaría haciendo infeliz? Todas esas preguntas se me pasaban por la cabeza mientras esperaba al otro lado de la puerta. 

-Estarán bien, Verio. ¡Te quieres relajar, salvador de la humanidad!-exclamó Manolito, poniéndose nervioso al verme pasar ese mal rato. 

Yo le miré fijamente y respiré hondo. No podía relajarme tan fácilmente. ¿Estaba un tanto obsesionado con ayudar a todo el mundo? Podía ser. Sin embargo, ¿cómo podía quedarme tranquilo si alguien que realmente me importaba se había puesto así? ¿Tenía que tan solo esperar?

-Verio, tranquilízate, es una mujer fuerte. No tiene que estar cuidándola todo el tiempo-dijo mi madre al verme así-Papi, para una que no tiene que cuidar y se pone así...

-Ha sufrido mucho, mamá-le rebatí

-Ya, pero es capaz de hacerle frente. Relájate. Además, Patricia siempre ayudó a todo el mundo. ¿Quién le dice que no le esté ayudando, mijo?

Respiré hondo. Es verdad, a lo mejor me estaba pasando de dramático y no me necesitaba. A lo mejor no estaba tan abrumada. Sin embargo, se había quedado blanca, más aún, cuando había visto a Patricia. Se le había caído el mundo encima en un sólo segundo... ¿Cómo podía no preocuparme?

En ese momento, Matilde se asomó con una amplia sonrisa. Estaba bien, estaba feliz, contenta. Manolito y mi madre me miraron de tal manera, que indicaron de sobra que tenían razón ellos. Sí, esa vez sí tenían razón. Tenía que haber confiado más en Patricia. Era un ser de luz, después de todo, aunque su luz brillase mucho menos que antes. 

Me dirigí a Matilde y le di un beso en la cabeza, como si así se fuera todo lo malo que podía quedarle. Ella rio levemente ante esto. 

-Estoy bien, Verio. Patricia me ha ayudado mucho-dijo mientras acariciaba de forma cariñosa mi mejilla

Yo sonreí aliviado. Estaba bien y eso era lo que importaba. 

Fuimos todos a por Patricia. Ese tiempo que Matilde y yo nos habíamos quedado atrás, era suficiente para que mi madre ya la hubiera abrazado. Patricia la agarró como pudo y sonreía. Era una sincera, incluso llena de emoción. Esa escena hizo que un nudo en el pecho se me crease. Unas amigas del alma que sabían que le quedaba poco tiempo. 

-Lo consiguió, mami-le dijo mi madre mientras la abrazaba-Consiguió ver crecer a Manolito...

-Lo conseguí, sí. Lo hice. 

Los ojos de Patricia se estaban llenando de lágrimas. Estaba emocionada por haberlo conseguido. Sabiendo qué si se iba, al menos se iba con su meta cumplida. 

-¡Pero ahora yo soy quién la necesita!-exclamó mi madre triste

Este comentario me partió en dos. Mi madre estaba triste y yo no podía hacer nada por ayudarla ni hacer nada porque Patricia estuviera bien. Yo también necesitaba a Patricia. Si se iba de este mundo, se llevaba mucho con ella. Yo también no quería que se fuera...

En ese momento, Matilde me abrazó el brazo y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Me giré y me miraba fijamente, con una cara de preocupación. Quería consolarme. La verdad es que sentía bien que me abrazara así. Le susurré un "gracias" y ella sonrió satisfecha. Realmente era perfecta. 

-Siempre estaré aquí. En las fotos, en los vídeos, en los recuerdos, en las sonrisas que os saqué y toda la ayuda que di. Además, una extensión de mí se queda en Manolito. Te esperaré al otro lado, con fuerzas suficientes para que te enfades conmigo. 

Sin amor no hay futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora