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Quizá algunos días no son tuyos del todo. Eso era lo que pensaba mientras sostenía un gran ramo entre mis brazos y recibía cada palabra de aliento.
¿Qué es lo que haces cuando pierdes algo?
¿Debería lamentarme? ¿Debería sentirme increíblemente mal o mediocre? Solo sabía que ella ya no estaba sufriendo. ¿Me hacía una mala persona el sentirme bien con que todo acabara?
Acomodé mis flores y pensé que aquel ramo colorido no embonaba nada con el montón de cosas grises que adornaban la lápida.
─Voz a decirte un secreto. ─ Comencé a hablarle como si pudiera escucharme. ─No hay nada detrás del arcoíris.
Mis lágrimas por fin aparecieron. Después de tantos días sin soltar ni una sola. Estaban todas guardadas para ella. Para ese momento.
─Quizá podamos encontrar más colores en algún lugar.
Casi podía escucharla diciendo que no siempre tenemos lo que queremos. Y casi podía oír mi voz rota pidiéndole que regresara.
Quería encontrar el final del arcoíris. Tenía tantas ganas de ello, pero cuando se fue me hizo sentir vacía y apagada. Aún más que antes de conocernos.
Y ese, para mi mala suerte, fue el final
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