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La constante en mi vida, mejor conocida como Charlie, comenzó a estar a mi alrededor todo el tiempo. Y no solo físicamente. Soñaba con ella, pensaba en ella y todo lo que salía de mi boca era su nombre.
"¿Has hecho la tarea?
"Sí, la hice con Charlie."
"¿Irás a algún lado el fin de semana?
"Charlie quiere ir por helado y quizá jugaremos en el parque"
"Me encanta el helado de fresa."
"¿En serio? Es el favorito de Charlie."
...
─Creo que estoy enferma. ─ Le dije por fin mientras tomaba asiento en el columpio al lado de ella.
─¿En serio?─ Se levantó y puso su mano en mi frente. De nuevo podía sentir mis mejillas enrojeciendo y una vergüenza inexplicable. ─No creo que tengas temperatura.
─Yo tampoco.
─¿Entonces qué es?
─Quizá algo con mi corazón.
Ella lucía cada vez más preocupada. ─¿Como arritmia o un soplo? ¿Estás bien?
─Lo estoy. Es más como... Algo pasajero. O quizá algo permanente que me hace sentir bien.
En eso terminó nuestra conversación. Pero para ese instante, ya tenía una buena idea de lo que ocurría.
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