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La serie de hechos que me llevaron a tener las manos alrededor de su cuello me eran insignificantes. Estaba toda confundida, pero no se negaba a besarme. No dejaba de sonreír y me tocaba como si estuviera apreciando una obra de arte. Ni los restauradores podían hacer un trabajo con tanta suavidad y detalle.
El sol se colaba entre sus cabellos y me sumergían sus ojos rojizos.
─Eres como un arcoíris.
Y su sonrisa nunca había sido tan grande.
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