Capítulo 2

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Hoy me he levantado un poco pronto porque quería retomar algo que dejé desde hace mucho tiempo, así que me dispuse a levantarme de la cama y darme una ducha de agua fría para llenarme de energía positiva. Al salir de la ducha me puso mi conjunto deportivo de color lila y salí a correr. Después de mis cuarenta y cinco minutos de footing volví a casa y mis padres ya estaban despiertos, la verdad es que los veía a los  dos más animados más que de costumbre, será porque ahora tienen a dos personas que no fingen entender su humor matutino con chistes para adultos.

Subí a mi cuarto  y volví a darme una ducha pero esta vez más ligera que la anterior, ponerme un top y unos shorts con unas sandalias, y como era de esperarse la mesa ya estaba recogida. Por lo que me fui a la cocina a ver si me hacía algo para desayunar, en lo que mi madre me espetó  desde el sofá de la sala de estar:

-  ¡Cariño, te he dejado un trozo de bizcocho con un vaso de leche en la encimera!

Es enserio, en mi vida mamá me dejo un desayuno así de simple, pero es lo que hay no le voy a dejar la comida aquí. En todo caso me comí el maravilloso desayuno y me fui a mi cuarto. Ordené un par de cositas que tenía desordenadas en el armario y me fui a mi escritorio a seguir escribiendo mi novela, (tengo que destacar que nadie sabe sobre ello a parte de mis padres) soy una persona un poco reservada en cuanto se trata de algunas cosas que considero que nadie deba enterarse de ellas.

Empecé el cuarto capítulo de mi novela y cuando estaba a la altura del segundo párrafo me sonó una notificación en mi teléfono. ¿Os acordáis de aquella solicitud que en llegó el mismo día en el que vinieron los amigos de mis padres? Resulta que ese chico que decidí ignorar me había enviado un mensaje que me dejó poco sorprendida.

"¿No me echas de menos?"

"No te conozco como para poder echarte de menos."

"Pues yo si te conozco, y por eso te he echado de menos." 

Vale no entendía lo que estaba pasando así que me dispuse a salir de aquella conversación y dejar el móvil, porque por una parte logré salir de la conversación pero por otra no logré dejarlo,  ya que Ana me estaba llamando y cuando lo cogí me di cuenta que tenia como quince llamadas perdidas y 50 mensajes así que le respondí la llamada.

-  Hola, cómo está la mejor amiga de todas! – le dije cuando recordé lo del otro día en la cafetería para disimular lo que hice.

-  ¡Déjate los halagos para otro momento estoy muy cabreada contigo! ¡Qué haces dándole mi insta a un camarero de una cafetería random! – me chilló a través del teléfono haciendo que me resonara la cabeza.

-  Me lo pedías a gritos cariño, pero también te digo el chiquillo es muy mono eso no me lo vas a negar.

- Vale sí, es mono pero se lo podría haber dado yo misma ¿sabes?- me cuestionó diciendo eso para volver a captar mi atención,  ya que  dejé de prestársela porque me puse a pensar en el chico desconocido que supuestamente me conoce.

- Lo que tú digas cariño, ¿has acabado el berrinche?

- ¿Tanto te estoy amargando?- me preguntó con un poco de tristeza notable en su voz.

- No tía es que... me tengo que ir.- mentí.

- Vale adiós, pero que sepas que esto no se va a quedar así.

- Vaaaleeee... - con ello colgué la llamada y ya no sabía que hacer.

Me acosté en mi cama y esa sensación no era extraña para mí. Estaba empezando a tener un ataque de esos que me solían dar hace un par de años pero esta vez un poco más leves, pero igual de agobiantes. Sin darme cuenta me empezaron  arder los ojos y sabía perfectamente lo que significaba eso, que iba a empezar llorar de forma compulsiva. Así que decidí que iba salir de casa por un momento.

Sin límites para brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora