Capítulo 16

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Cuando abrí los ojos estaba en un una habitación, de colores sumamente apagados, al rato me di cuenta de que estaba en una habitación de hospital. A diferencia de cuando estuve otras veces en una, esta vez no tenía ninguna vía así que eso me tranquilizó un poco, me levanté lo más rápido que pude para buscar donde estaban todos.

Al llegar vi que los padres de Ana no estaban, solo estaban mi padre, mis abuelos y Ana. Me paré en frente de todos ellos. Papá estaba metido en sus pensamientos y cuando me vio no se lo pensó dos veces y me abrazó como si todos hubieran perdido las esperanzas de que mamá sanara.

- Papá...estoy segura que podrá  superarlo, ella es muy fuerte. No tenemos porque estar aquí llorando, yo sé que estará bien.- le dije aún abrazándolo.

- Cielo...ya has oído al doctor, el cáncer se ha extendido por casi todo su pulmón.

- Me da igual lo que diga una persona que no conozca del todo a mi madre. Él no sabe lo fuerte que es ella, pero yo sí que lo sé.- concluí separándome de él y dedicándole una sonrisa.

Ana estaba aún sentada pensativa y con los ojos llorosos. Era la primera vez en mucho tiempo que veía a mi mejor amiga mal. No  me extraña que esté así, mamá para ella es como su segunda madre, casi todos los días los pasaba en mi casa porque éramos y seguimos siendo inseparables. Para ella mamá era una persona muy especial a la cual le podía contar cosas que no se atrevía a contar a sus padres e incluso juntas encontraban las soluciones a muchas cosas.

Me acerqué a ella sentándome en un asiento vacío a su lado. Iba vestida de la misma manera en la que nos vimos esta mañana.

-  Es muy buena, ¿porque le pasan cosas malas solo a personas tan buenas?- la abracé limpiándole unas lágrimas de sus mejillas.

- No lo sé. Pero lo que si se a la perfección, es que la vida está llena de obstáculos, con los que nos pone a prueba para ver si somos capaces o no de superarlos y aprender de ellos para ocasiones futuras.- repliqué.

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Eran las siete y media de la tarde. Mi madre ya había despertado. cuando  se le pasaron los efectos de la medicación. Aprovechamos que el médico nos había dejado entrar a verla, a mi padre a mi.

No era capaz de decirle absolutamente nada, solo entré a aquella habitación, y me quedé a mirar desde una esquina como mi padre la abrazaba mientras ambos lloraban desconsoladamente. Me sentía como un completo fantasma.

- Necesito salir un momento.- comenté finalmente pero parece ser que ninguno de los dos me oyó. Cosa que en realidad agradecí. Ana se había ido, por lo cual no tenía porque darle explicaciones de donde iba a nadie más.

Al salir de la habitación me sentía aún más agobiada. así que decidí salir de aquel inmenso edificio e irme a mi casa. Lo único que quería en ese momento era estar completamente sola.

Aproveché que el hospital estaba a diez minutos de casa, y me di un paseo medianamente largo, cuando llegué, me di una ducha de las mías y me puse un pijama reconfortante para luego escribirle a mi padre un mensaje de que me iba a quedar en casa a dormir.

A ver no es que no me preocupara por mi madre y  no la quiera, sino que no me encontraba en condiciones de saber que hacer en ese momento. Estaba tan agobiada que no me veía capaz seguir allí.

Es como que de un momento para otro se me cayera el peso de todo el mundo encima y perdiera el control de mi cuerpo y mente. Por mucho que hubiera querido ir corriendo a abrazarla y decirle lo mucho que la quería, no podía hacerlo.

Al acabar de escribir el mensaje, bajé a la cocina y me hice un poco de  macarrones con queso. Al instante, me puse a comer mientras estaba viendo una de mis pelis favoritas para relajarme un poco. Pero dejé de hacerlo porque recibí una videollamada de alguien a quien olvidé completamente.  Javiercito.

- ¿Cómo está mi testaruda? . me dijo este alegremente.

- Bien...no me puedo quejar.- mentí fingiendo una sonrisa.

-  ¿Sabes que no se te da nada bien eso de fingir verdad?

- No estoy fingiendo nada es la verdad.

- Ahora encimas me estás mintiendo...¡Qué fuerte!- se hizo el dramático.

Era imposible mentirle, funcionaba con todo o casi todo el mundo menos con él.  Pero aún así no iba contarle nada de lo que estaba pasando.

- ¡No te estoy mintiendo sino que simplemente no quiero hablar de ello tío! - le chillé como el tuviera toda la culpa de todo lo que me estaba pasando.

- ¿Quieres que hablemos de lo que te está pasando? - me dijo seriamente preocupado.

- No quiero, no va a cambiar nada de todos modos.- le dije secamente. No entendía que estaba pasando conmigo últimamente. Sin darme cuenta  estaba hiriendo a personas que no me han hecho nada.

- Dile a Ana que se quede contigo en casa esta noche si puede.

- No voy a hacer eso.- le contesté.

- Pues no pienso colgar la llamada, y te vas a aguantar porque como me cuelgues no sabrás que seré capaz de hacer.- respondió triunfante.

- Buenas noches me voy a dormir.- le dije cuando me había terminado mi cena e hice mi rutina de skincare.

- ¿Así que no vas a llamar a Ana? - cuestionó confuso.

- No lo haré, es más te voy a colgar.- le dije riéndome a carcajadas- Buenas noches.

No le di tiempo a que me respondiera, y sin más dilación me acosté en mi cama para dormirme sobre eso de las diez y media de la noche.

Horas más tarde escuché que alguien llamaba al timbre de mi casa, cuando vi que hora era en la pantalla de mi móvil me asusté aún más.

Bajé sigilosamente las escaleras de casa, para que quienquiera  que estuviera ahí fuera no le diera por tirar la puerta abajo.

Sin embargo cuando me asomé por la ventana que daba al porche de casa, me quedé petrificada unos segundos para abrirle luego la puerta.






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Sin límites para brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora