Nota 9

7 3 0
                                    

Ojos de cristal

No sé porqué tengo la maña de cuando estoy mal busco estar más mal para sentirme bien.

En estos días una amiga que ya ni siquiera sé porqué la llamo así, estaba conmigo y ante el primer asomo de desplante de su parte observó mi completo silencio y lo tomó como impulso para empezar a rebajarme en mi propia cara.

Yo estaba tan absorta, solo me mantenía callada ante sus palabras horribles para conmigo, mordiéndome la mejilla, intentando aflojar el nudo de mi garganta con saliva.

Cuando terminó, yo solo cambié de tema, me quedé media hora solo imaginando la distintas maneras de coserle la puta jeta, y me fui a mi casa con un desasosiego que de lo inmenso no me cabía en el pecho.

«Amigas», me dije a mí misma con un bufido, «Puras culebras que se envenenan con su propia naturaleza».

¿Qué culpa tenía la culebra de picar y lanzar veneno cuando se sentía amenazada? Ninguna. Culpable yo que andaba rondando con ella, como carnada masoquista en un acto suicida. Fuí yo quien se dejó envenenar por alguien que se ahogaba en su propio veneno.

Al llegar a mi casa, con el alma amordazada, me quite la ropa y me puse frente al espejo, me prendí un cigarro y me observé con los ojos rojos y cristalizados.

Una rabia interna, un coraje, una cólera ardiente en mis venas de tirar aquel espejo sobre el primer pozo que viera. Solo quería desaparecer esa imágen.

Pero no lo hice, me miré directo a esos ojos inyectados en sangre, renuentes a soltar lágrimas, mientras me consumía aquel cigarro. Combatiendo las ganas de flaquear y bajar la cabeza, la mirada. No iba a hundirme en la mierda sin antes mirar a la mierda a los ojos, retarla, desafiarla a qué me hunda como siempre lo hace en vez de cargar conmigo. Aquella cobarde que observaba en el espejo, que lo único que hacía era repudiar su propio cuerpo no era ni capaz de acabar conmigo por miedo al fracaso.

Cuando un par de lágrimas se avasallaron por mejillas cogí el espejo y lo tire al suelo rompiéndolo en pedazos.

Aquellos ojos que ví en el cristal no eran nadie para decirme lo poco que valgo.

Notas de una mente BizarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora