Nota 3

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No perfection no acceptance

M

uchas veces me he preguntado qué hubiera pasado con mi cuerpo si lo hubiese cuidado más.

Tenía la vana esperanza de que fuera, en algún momento, aceptado tal y como era. Desde mis senos 'caidos' hasta mí casi inexistente cintura, incluso las nalgas y piernas que perdí y las caderas que nunca tuve.

Mi cuerpo era algo más parecido a la pesadilla de toda mujer y al desagrado de todo hombre: pocas curvas, velluda, con piel naranja, estrías, celulitis, manchas, con partes que le afectan la gravedad. Sin gracia, sin estímulo, una simple consagración del descuido.

Mi rostro tampoco era la personificación de lo agraciado: grandes cachetes, labios finos, espinillas, manchas, boso, cejas gruesas y sin forma, piel grasa y reseca, nariz gorda, ojos chicos, pestañas cortas y caídas.

Mi cabello era lo único que me gustaba y aún así peleaba con él para peinarlo, lo intenté llegar a planchar muchas veces, cambiándolo por completo y me daba tanto coraje.

Sentía rabia por mi cuerpo porque como no era perfecto no era aceptado y pasé la mayor parte de mi vida intentando cambiarlo sin odiarlo, lo único que odiaba era la burla de los demás.

Yo no tuve la suerte de mis amigas que algunas tenían un novio que les quitaba las inseguridades a punta de amor, otras tenían dinero y voluntad para ir a un gym, otras simplemente se aceptaban o no les importa, vivían más tranquilas. ¿Yo? Yo nunca lo acepté, nunca tuve a nadie que me dijera que estaba bien tener mi cuerpo y aceptarme, que hiciera de oídos sordos a la sociedad, que no importa que no fuera perfecta que yo me amase así tal y como era.

No.

Conmigo no fue tan simple.

¿Sabes lo que sucede cuando le dices constante mente a un niño que es algo en específico? Su mente infantil le crea un chip que no hace más que hacerle creer todo lo que dijeron de él, aunque no fuese cierto.

¿Quieres que ame mi cuerpo? Ve a cuando tenía cinco años, a cuando no jugaban conmigo por ser gorda y rara, y dime qué no es cierto, que esta bien ser gordita y linda, y juega conmigo para quitar el sabor de soledad y menos precio que me infrigían.

¿Quieres que ame mi cuerpo? Anda a dónde dejaba de comer para estar más flaca porque me decían gorda. Anda a dónde comía en exceso porque me decían flaca, a dónde regalaba mi comida, o a las cientos de veces que me metí los dedos en la garganta para vomitar, y dame palmaditas en la espalda haciéndome entender que no debería hacerme eso porque le estoy haciendo daño a mi sistema.

¿Quieres que ame mi cuerpo? Ve y contradice todas las palabras que me dijeron, que los “gorda” o “desnutrida” sean sustituidos por “que linda eres” o “te ves increíble”.
Susplanta el “no te ves bien” por “me encanta como luces hoy” quita el “eres fea” y pon “eres súper bonita”.

Mi “baja autoestima” mi “inseguridad” no viene de un momento a otro, viene desde el quinder, desde ese tiempo en la que ni siquiera sabes para qué te sirve lo que te guinda, no sabes qué es la belleza, ni la estética, ni el significado de “inseguridad o autoestima”. ¿Cómo le dices a una niña de cinco años que en realidad ser “gorda o flaca” eran palabras sin sentido de gente infeliz y sin oficio, 15 años después? ¿Cómo le dices a una adolescente que no debía dejar de comer o comer en exceso para hacerle caso a una sociedad que nunca la iba tomar en cuenta solo porque le decían cómo debía verse después de todo lo que tuvo que pasar?

«No eres bonita, eres aceptable».

¡Ni eso era! Solo un pobre cuerpo manipulable al que movían su amor propio como muñequita de trapo. Una simple llama de vela que se consumía poco a poco ante el brillo incesante de diferentes bombillos. Sintiéndome bonita de a ratos, pero al llegar alguien más bonito que yo me baja los ánimos de sopetón.

Me sentía patética, denigrada, acabada, bizarra. Incapaz de sentirme conforme con mi cuerpo, no porque no me gustase, sino porque no le gustaba a otros.

La crítica a sido más mi aliada que mi enemiga, he vivido con ella desde que tengo memoria, por ello ya no me importa ser juzgada una vez más, menos por gente que no saben de qué está hecha la oscuridad que me consume. Y eso solo lo sabemos yo y el Monstruo que vive bajo mi cama y él jamás se atrevería a juzgarme.

Llegas a un punto de la crítica en la que ya no te interesa en el sentido de que: eres todo lo que dicen y mucho más. Te lo crees y no te importa, te llegas a malograr incluso más.

«—Puta, perra, maldita asquerosa. Ser horrible, indeseable por la mente de un hombre», me dicen.

«Te faltó desgraciada, infeliz, malparida, solitaria, loca, negra, ojerosa. Ser insufrible que piensa en su propio dolor porque es el único que ha conocido, incapaz de sentir el dolor del corazón ajeno porque el suyo sufre uno que no existe», pienso yo.

No me digas que me acepte, no me digas que me quiera “tal cuál soy” no me digas que el amor propio es lo más importante, ¡no te atrevas a juzgarme por odiarme!

Me cago en todos ustedes, fanáticos de la motivación balurda, gente incomprensible de la auto-destrucción, su descaro es tan grande que se atreven a servirte unos tips de autoestima como si fuesen una carne barata en un mercado a mitad de precio.

Mil veces malditos.

No saben lo que es vivir siendo enemigo de tu propio cuerpo.

Y lo cansino que es luchar contra eso
Todo. El. Tiempo.

Notas de una mente BizarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora