PREFACIO

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La música sonaba por todos lados y las luces se movían por todas partes que parecían pequeños rayos laser buscando a su objetivo, solo la luz blanca del centro brillaba con suavidad provocando que la mujer bajo esta pareciera un sueño húmedo de cualquier adolecente.

Bailar semidesnuda frente a esos hombres con Earned It se volvió un estúpido cliché desde esa tonta película pero a los clientes les gusta, o tal vez sea la nueva rutina de Mikasa la que tiene a medio lugar gritando por la mujer que se desliza sobre el tubo a mitad de la plataforma.

-Odette... Odette - vi los labios de Yelena moverse.

- ¿Qué?

- Un cliente - me mostro la tarjeta dorada entre sus manos - "Golden Pass." Muévete, no lo hagas esperar - sentí las manos de la rubia jalarme hacia el pasillo. - Sala tres - un último empujón.

Antes de entrar a la sala mire mi reflejo en el enorme espejo que descansaba al final del pequeño pasillo. La luz roja es un asco pero al menos pude ver mi figura apretada en el estúpido traje de "Pocahontas Puta" y el maquillaje perfecto, como a él le gusta.

"Las señoritas deben darse a respetar" era una frase que mi madre me repetía con insistencia en mis años de adolescencia en un intento de que no me entregara al primer chico que viera. Mamá, qué pensarías de mí ahora si me vieras con una falda que no deja nada a la imaginación y un "top" que me deja medias tetas afuera.

-Sonríe, sonríe - abrí la puerta de la sala.

En la sala las luces eran más delicadas que las del resto del club, cambiaban entre los tonos azul, morado, lila y dorado. El tubo a media sala brillaba conforme los colores de las luces al igual que la pequeña plataforma en la que se sostenía el pedazo de metal y la música estruendosa del club se silenció una vez cerrada la puerta.

Vi su figura sentada sobre el enorme sillón de tela negra. Se veía nervioso lo que contrastaba con ese cuerpo atlético y esos rasgos que aunque eran un poco toscos le sentaban bien junto a ese cabello rubio que brillaba con las luces.

Al menos no era uno de esos malditos ancianos.

-Hola cariño - vi su cuerpo dar un ligero brinco a la par que sus ojos recorrían mi figura. - ¿Estás listo para la diversión? - me acerque a él, era igual que un cachorro asustado.

- Hola - vi como restregaba sus manos sobre la tela del pantalón.

- Pareces nervioso, tranquilo no muerdo - camine a él con un contoneo de cadera que hasta a mí se me hizo exagerado pero a los hombres les gusta. - ¿Cómo te llamas?

- Reiner...

- ¿Reiner? Qué lindo nombre - me senté sobre su regazo sin pudor alguno. - ¿Qué te gustaría hacer Reiner? - me acerque a su cuello y sentí un escalofrió al oler ese perfume, muy pocos hombres olían tan bien.

- Lo siento, no sé cómo funciona esto, bueno claro que he venido a estos lugares antes pero nunca había venido a una de estas salas.

- Bueno corazón - me puse la tarjeta dorada entre los senos - no te explicaron cómo funciona.

- Mis amigos me lo compraron.

- Que amables amigos tienes - me acomode sobre sus piernas quedando frente a él - con este pase puedes hacerme lo que quieras por los siguientes - mire un discreto reloj sobre la pared - 27 minutos. Solo nada de cosas tipo sado - deje un beso sobre su cuello. Usualmente no era tan amable con "mis clientes" pero muy pocas veces llegaban especímenes como este y de vez en cuando no estaba mal disfrutar de lo que amablemente llegaba.

- Entiendo - su voz sonó más apagada - Podríamos no sé... solo hablar.

- ¿Hablar? Cariño, si sabes en dónde estás, ¿verdad? Los hombres aquí no vienen para hablar - sonreí.

Odette | Reiner BraunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora