EL HECHIZO DE ROTHBART (PARTE UNO)

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Adoraba hacer la limpieza de la casa, hacer el rol del aseo había sido mi idea. Recuerdo que pasé una tarde entera creando el plan maestro para que la casa estuviera limpia y nadie muriera en el intento. Lo que más me gustaba de esto era lo simple y sencillo que era, hacer la limpieza era algo que todo el mundo hacia, lo que le daba un toque de naturalidad a la vida que casi nadie aprecia, o al menos esa era mi idea.

Me gustaba la limpieza pero no era como esas personas locas obsesivas, solo disfrutaba de hacer algo que todos los demás hacen.

Yo limpiaba la regadera, mientras que Crista limpiaba la cocina, la pequeña rubia era buena con los quehaceres de la casa, era algo nuevo estar sola con ella; Mikasa había acompañado a Sasha al doctor y Pieck había ido a comprar ropa, me parecía que todas Pieck era la que mas provecho le sacaba a nuestra situación.

Todo estaba en calma, salvo los ruidos típicos de la limpieza y un poco de música pero los golpes en la puerta principal se alzaron entre los sonidos.

-Yo voy - medio grito la rubia. Solo asentí

Seguí mi tarea de limpiar incluso cuando oí la puerta abrirse y los murmullos en la entrada.

-Odette... trajeron algo para ti.

Inmediatamente salí del baño para llegar con pasos rápidos a la sala, algo se ahogo en mi pecho al ver la enorme caja blanca con el listón azul entre las manos de Crista. Es hoy.

-Es una caja muy bonita - la rubia admiraba el paquete entre sus manos - ¿Sabes quien te lo envió?

Camine lento hacia ella para tomar mi regalo de aniversario.

-Si - tome la caja y lentamente me senté en el sofá.

-¿No vas a abrirla?

-Ah, si - deje la caja en el sofá y mis manos comenzaron a abrir la caja. El listón azul era tan elegante que desate con sumo cuidado el moño para no romperlo.

Entre un papel suave y de un tono similar al listón estaba perfectamente doblado un hermoso vestido en color azul turquesa con una fina capa de encaje negro en la parte de arriba, era de manga larga y parecia que no llegaba mas debajo de la rodilla. A simple vista se veía lo fino de la tela.

-¡Por dios! que bonito - exclamó la rubia sin dejar de verlo - es hermoso.

-Lo es... - un suspiro salió de mi pecho.

-Te lo envió él, ¿verdad?

-Si... es mi... mi regalo de aniversario.

-¿ Aniversario? - sus ojos brillaron con curiosidad y duda.

-Yo... no creo que quieras oír... - pero sus ojos desbordaban duda y algo me dijo que no iba a dejarme en paz si no le daba algo con que entretenerse - lo conocí hace tiempo, en Ontario. Yo trabajaba en una cafetería cerca del centro de la ciudad.

Cerré los ojos y por un momento vino a mi esa primer imagen de Erwin Smith entrando al lugar, con su porte tan encantador y elegante pero que a la vez destilaba un aire de superioridad. Recuerdo que no pude dejar de verlo cuando atravesó por la cafetería y lo nerviosa que me sentí cuando tuve que tomar su orden.

Consideraba que tenía una facilidad para hablar con las personas pero con él mis palabras salían con más naturalidad que con cualquier otro, como si nos conociéramos de antes, como si fuese el destino.

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Papá... quería pedirte un favor - mis labios temblaron ligeramente al ver a mi padre bajar su periódico y posar su vista en mi. - Yo sé lo que dijiste pero... crees que podrías prestarme setenta dolares... te los pagaré lo antes posible, te lo prometo.

Odette | Reiner BraunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora