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Tres días habían pasado desde su llegada, y de a poco se fueron adaptando a aquel extraño mundo, sin dejar de extrañar el suyo. Como orden de la Reina comenzaron a tomar clases para qué tengan un mayor entendimiento de la disputa qué se estaba llevando a cabo esos días; a Annabeth y Grover les encantaba, les parecía una historia muy interesante. Aunque también habían cosas qué le perturbaron demasiado, una de esas fue descubrir los enlaces matrimoniales entre los Targaryen.

— ¿Esto es una clase de broma de mal gusto? — preguntó Percy con una mueca de asco, mirando a los cuatro jóvenes frente suyo. —

— De hecho no. — Jace respondió con naturalidad, dejando el pesado libro qué tenía entre sus manos en la mesa frente suyo. — Nuestros padres, y el tío de ellas Laenor Velaryon era primo de mi madre, Rhaenyra. Ahora mí madre está casada con su tío, Daemon.

— Estos enlaces se hacen para mantener pura y fuerte la sangre del dragón. — les detalló Baela a un lado del castaño mayor. — Se creó una ley con la fe la cuál permite qué los Targaryen se casen entre parientes.

— De hecho, nosotros estamos comprometidos. — Rhaena sonrió algo divertida con la situación mientras tomaba la mano de Lucerys, el cuál río en voz baja al ver la arcada qué fingía Grover. — Y Baela y Jace igual, desde qué somos niños.

— Qué asco. — fue lo único qué dijo Clarisse, sin apartar la mirada de las manos unidas del castaño mayor y su prima. —

Por otro lado, Percy no pudo sacarse las palabras de la Targaryen de la cabeza. Por alguna extraña razón qué desconocía, su estómago se revolvió en disgusto y un sabor amargo se extendió por su garganta al saber qué Luke estaba comprometido; seguramente se le hizo inquietante qué este por casarse con su prima, o más aún qué no tenga elección. A su parecer el Velaryon demostró ser un chico muy dulce y con el carácter suficiente para ir contra lo qué se le imponía.

¿Acaso él estaba cómodo con su futuro matrimonio? Suponía qué sí, sino no encontraba otra razón por la cual este sonriendo divertido mientras seguía explicando junto a Rhaena algún tema de historia qué en ese momento no le interesaba para nada.

— ¿Cómo hacen para obtener sus dragones? — Grover se mostraba muy curioso respecto a ese tema desde qué llegaron, aprovechando siempre para hacer preguntas. —

— Cada vástago legítimo qué tenga la sangre del dragón en sus venas tiene el derecho de tener un huevo de dragón en su cuna apenas nace. — Jace se explicó con voz paciente. — Nosotros los tuvimos y nuestros huevos eclosionaron perfectamente, mientras qué Rhaena aún está en espera. Pero sí tu huevo nunca eclosiona, puedes tomar valentía y dirigirte a algún dragón sin jinete para intentar domarlo, aunque no es tan usual.

Cuando Clarisse estaba a punto de hacer un comentario sarcástico, el par de guardias qué estaban fuera de la biblioteca abrieron las puertas y le dieron paso a Daemon Targaryen, el cuál tenía una usual expresión seria en él mientras se acercaba a ellos con paso firme. Después de qué hayan traído nuevamente a la vida a la princesa Visenya, se habían ganado el aprecio de todas las personas en ese castillo, incluso de la servidumbre; Annabeth había señalado qué le traían doble postre, y los demás coincidieron con ella. Entre ellos estaba el rey consorte Daemon, el cuál los trataba con toda la amabilidad qué un hombre como él podía demostrar, sin embargo dejaba notar un evidente sentimiento de preferencia hacia Clarisse. La hija de Ares se había convertido en la sombra del Targaryen durante sus entrenamientos y reuniones del consejo, trabajando junto a él, Jacaerys, la Reina y el resto de señores en poner en marcha aquella guerra.

Clarisse había estado encantada cuando supo qué los dragones podían luchar también. Pero Grover se mostró horrorizado, declarando qué aquello era cruel.

Change - percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora