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Luego de la trágica llegada de Lucerys desde Bastión Tormentas, las charlas amenas y un ambiente jovial no era el qué se respiraba en el castillo de Roca Dragón. Las reuniones del consejo se habían tornado aún más serias después de recibir el cuervo desde Harrenhal por parte de Daemon Targaryen, confirmado así qué la guerra finalmente había iniciado y no había manera de detenerla.

Jacaerys no había descansado aquellos días, presenciando todas las reuniones de inicio a fin para posteriormente seguir trabajando en su oficina, durante las reuniones era acompañado por su prometida, pero cuando la misma estaba ocupada y debía hacer sus propios deberes, cierta hija de Ares estaba a su lado ayudando de manera paciente al Velaryon. Toda la carga qué había adquirido era consecuencia de la ausencia de su madre; Rhaenyra se mostraba muy devastada ante el ataque qué había sufrido su hijo, haciendo de público conocimiento el sentimiento de traición qué albergaba mediante las órdenes qué daba a través de su primogénito.

Pero la mujer no se había dignado únicamente a encerrarse en sus aposentos, pues apenas pudo se reunió con Lady Mysaria, su Consejera de los Rumores, planificando así su atraco hacia el primogénito del usurpador.

Percy ni ninguno del resto de visitantes había tenido la oportunidad de obtener demasiada información, pero francamente al rubio no le había interesado mucho. Desde qué había vuelto de Bastión Tormentas no tuvo la oportunidad de dormir sin qué aquellas aterradoras escenas se reproduzcan en su mente, haciendo imposible para él volver a dormir y terminando siempre frente la cama de un inconsciente príncipe, suspirando aliviado cuando veía como su pecho aún se movía.

A pesar de qué los Maestres habían insistido qué en el bienestar del Velaryon y en su pronta recuperación, ni su prometida ni Percy habían querido apartarse de su lado.

Ambos adolescentes compartían sus tardes en silencio cuidando de Luke, Rhaena generalmente bordaba algo mientras qué el rubio se sentaba en una silla al lado de la cama del príncipe, intentando leerle cualquier libro qué encontraba. Por supuesto aquello no era una buena idea debido a su dislexia, lo notó cuando Rhaena lo corregía con voz dulce más veces de la qué podría contar con los dedos de sus manos, pero le traía sin mucho cuidado, porqué cuando la platinada se marchaba a alguna de sus clases o por cualquier deber qué debía cumplir, Percy se permitía relajarse y renunciar al libro.

Cuando estaba solo aprovechaba de peinar los rizos castaños o tallar la piel de su rostro, cuello y manos con trapos húmedos qué dejaban y reponían las sirvientas constantemente, pero cuando ya había terminado y no tenía otras cosas para hacer, solo se dignaba a mirarlo. Él no se consideraba alguien muy sensible, ni tampoco esa clase de chicos qué se culpaban por todo lo qué ocurría a su alrededor; pero cuando ve a Luke allí inconsciente, sabiendo qué él pudo hacer algo al respecto, provocaba una presión en su pecho y qué su vilis suba hasta su garganta, dejandole un amargo sabor en la boca.

Probablemente sino hubiera puesto su espada sobre el pecho de ese hombre, o sí hubiera manejado los mares para mantener alejada a esa bestia de ellos, Lucerys no estaría así. Pero él no lo hizo y el castaño estaba inconsciente, haciendo qué pensar en las probabilidades no le parezca más qué una idiotez y una cruel forma de hacerle recordar todo aquello qué hizo mal.

Haciendo qué la existencia de Percy sea más miserable, Luke comenzó a removerse en sueños, no era algo nuevo ni malo, solo parecía ser qué algo lo inquietaba en su mente y buscaba removerse hasta despertar, sin conseguirlo. Algo usual para los semidioses, haciendo qué el rubio sienta pena por él al comprender qué se sentía.

— Tranquilo, tranquilo. — dijo con voz baja como sí realmente el otro lo escuchara, acariciando sus cabellos con parsimonia. — ¿Con qué estarás soñando? Espero qué ese sueño se acabe y comiences a soñar conmigo, ese sí te agradará.

Change - percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora