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Durante lo qué restaba del día, las semillas finalmente dieron sus frutos; cuatro dragones fueron domados. Mientras qué por otro lado, un funeral era organizado. Sin embargo, los hijos de Rhaenyra, cuando cayó la noche, decidieron fingir qué nada de eso ocurría y qué su vida continuaba con la debida normalidad antes de la guerra.

Después de qué Rhaenyra y Daemon se casaron, se volvió costumbre para el trío Velaryon añadir a sus ahora hermanastras a sus pijamadas, y conforme fue pasando el tiempo y sus otros dos hermanos nacieron, la cantidad de gente se hacía más grande. Los responsables en organizarla solían ser Joffrey y Rhaena, pero como ahora no estaban, Baela se tomó el atrevimiento. 

La hija de Daemon, siempre asilvestrada, caprichosa, fibrosa y rápida, resultaba ser blanda cuando se trataba de sus hermanos. Por lo tanto, se ocupó de organizar la mejor fiesta infantil para los pequeños príncipes, sintiendo un gran pesar ante la idea de qué deberían partir. Cuando Jacaerys y Lucerys llegaron a la habitación de Aegon aquella noche, Baela ya se encontraba ahí. La Targaryen se había asegurado de conseguir los bufones favoritos de sus hermanos, entre ellos Champiñon, el cuál sacaba risas de los dos Targaryen mientras le ponía un gracioso sombrero a Visenya. En medio de la habitación del príncipe había una gran variedad de frutas frescas y postres, al igual qué jugos; en otro extremo habían pinturas y lienzos limpios a la disposición de cualquiera qué se animará a pintar sobre ellos. Y como sí la caja llena de ellos a los pies del lecho de Aegon no fueran suficientes, más juguetes nuevos estaban esparcidos por la habitación.

— ¿En qué momento hiciste todo esto? — preguntó sorprendido Luke. Su mano acarició los platinados cabellos de Visenya, la princesa se reía a carcajadas en los brazos de su hermana. —

— No fue tanto trabajo. — le quitó importancia, ignorando la mirada de Jacaerys sobre ella. — Esos juguetes eran de cuando eramos pequeños, tuve qué pedirle a las sirvientas qué rebusquen un poco.

— Pues, no- Espera. ¡Aegon! ¡No lo empujes!

Jacaerys no pudo terminar de hablar, teniendo qué correr hasta sus hermanos para evitar un accidente. Aegon formó un puchero al ver como Viserys comenzó a llorar por golpearse el rostro contra el suelo, culpa de su hermano, quién lo empujó de su caballito cuando no quiso prestarselo. El Targaryen mayor se sentó en el suelo y consoló a su hermanito, mirando mal al otro niño.

— No puedes empujar a la gente porqué no te quieren prestar algo, Aegon. — regañó el castaño, limpiando las lágrimas y mocos del niño sobre su regazo. — Champiñon, se supone qué tú debes vigilarlos.

El regordete y pequeño hombre se acercó dando tumbos hasta ellos, sonriendo ante las carcajadas burlonas de Lucerys de fondo.

— Los príncipes son escurridizos, Su Majestad. — se disculpó con una sonrisa, dándole lugar a Baela para qué pase por su lado. — ¿Pero por qué no se ponen cómodos? ¡Tengo mis mejores actuaciones baja la manga esta noche!

Champiñon llevó su mano hasta su manga ancha, sacando un muñeco de trapo qué era un bufón, parecía ser una réplica de él. Viserys se olvidó de su dolor y soltó una carcajada mientras dejaba qué su hermano mayor lo cargue entre sus brazos, aplaudiendo hacia el hombrecito, el cuál se reverencio. Aegon hizo un puchero al ver qué era el único qué no estaba siendo cargado por alguien, hasta qué Luke alboroto sus cabellos.

— Sube. — le indicó el castaño, dándole la espalda y agachandose hasta su altura. —

El príncipe platinado se montó a la espalda del otro, comenzando a chillar divertido y hacer sonidos como sí estuviera sobre un caballo. Lucerys complació a su hermano y comenzó a correr por la habitación, dando saltos mientras fingía ser un caballo. Por otro lado, Jacaerys y Baela se habían sentado en un sofá, dejando al par de Targaryen sobre sus regazos. Visenya, a pesar de no entender lo qué Champiñon hacía, aplaudía y se carcajeaba cada vez qué oía a su hermano reír.

Change - percy jacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora