Apoyé la cabeza sobre la cabecera del sofá y me llevé las manos a la cara. Me dolían las cuencas de los ojos, la cabeza, los pómulos y las piernas, pero frotarme los párpados no estaba sirviendo de nada. Las luces del techo no ayudaban. Las quejas de mi madre no ayudaban. Yo mismo no me estaba ayudando.
—Tienes que obedecerles, Jake. No puedes arriesgarte a que te sigan apaleando cada vez que algo no les guste. Obedece y calla, por lo que más quieras. No te expongas más.
La cantaleta de mi madre retumbó por todos los huecos de mi cerebro, y el olor a estofado que llegaba desde la cocina me revolvió las tripas. Dejé caer los brazos a ambos lados de mi cuerpo y abrí los ojos. La luz intensificó el dolor, pero no volví a cerrarlos ni separé la vista del techo blanco en un buen rato. Estaba convencido de que, poco a poco, mis ojos se acostumbrarían de nuevo a mantenerse abiertos, y que pronto dejarían de doler con tanta intensidad.
Ese día Régar había sido especialmente suave con su mensaje, seguramente porque tenía otras cosas en las que pensar. Aún no lo sabía, pero esas cosas estaban relacionadas con los niños elegidos y, en especial, con Takeru Takaishi.
—¿Puedes, por favor, ejecutar sin hacerlos enfadar?
—No lo creo, mamá —murmuré—. Se enfadan con muchísima facilidad.
—Los enfadas con facilidad. Tienes que cuidarte todo lo posible y no arriesgarte tanto. Es un peligro, ¿es que no lo entiendes?
¿Era yo el que no lo entendía? ¿Hasta qué punto era mi madre capaz de comprender a lo que nos estábamos enfrentando? Sabía que su relación con mi padre había durado el tiempo justo como para concebirme a mí, que no tenía demasiada idea de lo que era Ofiuco o de lo que eran los sombra y que nunca había tenido la ocasión de ver a uno de ellos en verdadera acción. También sabía que se había visto obligada a criar sola a un niño medio sombra y que conocía todas mis particularidades físicas y potenciales, pero que eso no la eximía de no saber lo que era realmente un sombra, con todas las letras. Porque yo no era un sombra al uso. Yo era su hijo humano y tenía ciertas características que compartía con los demás sombra.
—No puedo quedarme callado con algunas cosas.
—Pues vas a tener que hacerlo, Jake, o te acabarán matando.
Me mordí el labio. Solía hacerlo cuando tenía algo que decir y no sabía cómo, o cuando prefería callarme para no compartir con el mundo todo lo que se me ocurría. Era justo eso lo que mi madre me estaba pidiendo que hiciera con Régar y sus hombres, y sin embargo había veces en las que me hervía tanto la sangre que no era capaz de mantener mi orgullo a raya.
Estiré el cuello para mirarla y mis cervicales se unieron a esa lista de partes del cuerpo que me dolían. Se había sentado en la mesa donde comíamos cada día, con las ondas de su pelo leonado escapándose de la coleta precaria que se había hecho para cocinar, y la ropa vieja con la que había llegado del trabajo esa tarde. Había apoyado los codos sobre la madera y había juntado las manos blancas frente a su boca. Movía los dedos con nerviosismo mientras mantenía la mirada perdida en algún punto del salón y agitaba la pierna derecha sobre el suelo, como si quisiera alejarlo de su cuerpo.
—Matarnos es ilegal, aquí y en Ofiuco —dije.
Una pequeña risa amarga, casi como un suspiro, le hizo llevar las palmas de las manos a la mesa y balancear la cabeza de un lado al otro. Intenté mantener el cuello erguido y el valor entero.
—¿Y te crees que a esos hombres les importan mucho las leyes de nuestro mundo o del suyo? ¿Quién irá hasta Ofiuco a denunciarlos?
—Iré yo.
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Mi diario Digimon - Proyecto Mestizo
FanfictionEsta NO es una nueva historia. Son «Mi historia Digimon» y «Proyecto Mestizo» unidas, con los capítulos entrelazados en orden más o menos cronológico. Por favor, te pido que leas la aclaración del principio antes de comenzar a leer. Te ayudará a ent...