Capítulo 7

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En aquel momento, Ari no era nadie para mí. Al menos no era nada más que una compañera de clase con la que me llevaba bien y con la que me reía a menudo y cada vez un poco más. Por mucho que hubiera elucubrado en aquel entonces sobre lo que me deparaba el futuro con ella, es probable que nunca hubiera llegado a una conclusión, siquiera, cercana a la realidad de lo que años más tarde sería nuestra relación. Incluso de lo que tan solo un año más tarde significaría para mí. Pero lo cierto es que me vino todo de una manera tan insospechada que ni siquiera se me ocurrió pensar en ello, a pesar de que años después fuese casi lo único en lo que lograría sostenerme.

Durante el entrenamiento no perdí de vista a Takaishi. Parecía más distraído de lo habitual, aunque nuestro entrenador tampoco estaba muy por la labor de trabajar aquel día, y terminó dejándonos solos haciendo tiros libres.

A pesar de lo distraído que estaba, Takaishi era lo bastante bueno como para no fallar ni uno de los tiros que hizo, con lo que ganó alabanzas y bromas por parte del equipo. La competitividad sana de aquellos chicos era envidiable.

Cuando el entrenamiento estaba terminando, vi a Ari acercarse y prestar atención a Takaishi. En ese momento el entrenador salió del baño.

—Bueno, chicos, por hoy se suspende el entrenamiento, que mi hermana se casa mañana y quiero dormir bien para estar guapo en la boda —dijo. Se había cambiado las bermudas por unos vaqueros largos y había intentado peinarse el poco pelo que le quedaba.

Sonreí mientras los demás se quejaban y Takaishi se acercaba corriendo a Ari. Tenía mucho interés en lo que pudieran estar hablando, porque sabía que Ari y él eran buenos amigos desde hacía unos cuantos años, así que, para disimular, boté el balón un par de veces e intercambié algunas palabras con los demás sin dejar de echarles un ojo e intentar escuchar.

—Vale, ¡pero date prisa! Ya deberías haber terminado —escuché a Ari.

—¡Voy!

Aproveché para acercarme a ella cuando Takaishi entró a los baños. Tenía la sensación de que Ari se marcharía con él a casa de Hikari Yagami, más que nada por lo que me había dicho Lórman hacía unas horas. Además, en mi caso sería mucho más sencillo acercarme a ella, que estaba en mi clase, que a los demás. Tampoco dejaba de preguntarme qué era lo que iban a hacer exactamente los hombres de Régar con Yagami, Takaishi y su hermano, por lo que involucrar a una persona externa, como lo era Ari, podría suponer un peligro para su integridad y, aunque lo siguiente me daba más igual, también para que la misión saliera bien. Por un momento se me pasó por la cabeza que el nombre de Ariana sí estuviera en la lista y que podía habérmelo saltado sin darme cuenta.

Sonreí al acercarme.

—Hola, pequeño saltamontes —le dije.

El mote venía de unos meses atrás. Ari tenía un cuerpo pequeño y una mente inquieta que solía sorprenderme con alguna vis cómica en momentos que no preveía. Cuando se lo expliqué, le dije que parecía un saltamontes porque nunca paraba quieta, y ella fingió indignarse antes de empezar a reírse y continuar la broma. Pero era verdad. Mentalmente era, con seguridad, una de las personas más dispersas y curiosas que había conocido nunca.

Noté su sonrisa en sus ojos expresivos antes que en sus labios.

—Hola —respondió.

—¿Vas a salir con el capitán?

—Sí. Vamos a visitar a una amiga.

Lo imaginé, así que probé a sacarla de ahí:

—Lástima, y yo que pensaba invitarte a un helado.

Se lo pensó. Se lo pensó bastante, y se puso tan seria haciéndolo que no pude evitar contener la risa. No sabía hasta qué punto podría resultarle importante un helado, pero sin duda parecía un tema sustancial.

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