Capítulo 19

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Ese fin de semana no fui al castillo ni ellos vinieron a por mí. Tampoco volví a hablar en toda la noche. Mi madre intentaba que lo hiciera, pero no me salían las palabras. Me di un baño a conciencia, me permití estar en el agua durante más rato del que debería, incluso después de que el agua se quedara fría, y mi madre se pasó cada pocos minutos para ver que todo estuviera bien, a darme alguna caricia y a comprobar que mi fiebre no aumentaba. Creo que me quedé dormido en algún momento. Después me sequé, me puse el pijama y cené algo de sopa.

—Come, por favor.

Intenté obedecerle para que no se preocupara más de la cuenta, pero tenía el estómago cerrado y la cabeza demasiado ocupada, así que no pude terminarme el plato entero.

Mi madre seguía con el alma en vilo. Lo noté en su actuar nervioso y en lo atenta que estaba conmigo. En la de veces que se mordió las uñas y en la de veces que visitó la cocina, no sé si para darse algún atracón de comida o para calmarse los nervios con alguna droga legal. Después me acompañó a la cama, volvió a tomarme la temperatura y se quedó conmigo hasta que me dormí, que no creo que tardara más de cinco minutos en hacerlo.

El domingo transcurrió más o menos igual. Me desperté sobre las ocho de la mañana y pasé el día entero en silencio, con la mente incapaz de centrarse en una sola cosa. Por la tarde intenté hacer los deberes y estudiar Historia para el examen que tendría el lunes, pero no hubo manera. Fue después de rendirme cuando mi madre entró en mi habitación, sin pedir permiso, y se sentó al borde de mi cama. Me froté los ojos con los codos apoyados en el escritorio.

—¿Cómo estás? —me preguntó.

Tragué saliva antes de responder, y cuando lo hice mi voz me resultó extraña por no haberla escuchado durante casi un día entero.

—Bien. Mejor —aclaré—. No me duele nada y creo que ya no tengo fiebre.

—Jake... Sabes que normalmente no quiero meterme en esos asuntos, pero todo esto ha sido muy raro. No suelen actuar así contigo y... me preocupa que haya pasado algo grave que les haya hecho empezar a tratarte peor que antes. ¿Fue una pelea con otra gente o me estás mintiendo? Si solo fue eso, ¿por qué estás así, cariño? No es la primera vez que te atacan. —Hizo una pausa—. ¿Qué pasó?

Miré con atención las letras del libro y las pocas palabras aletargadas que había escrito en el cuaderno. Me quedé ahí más tiempo del que sabía que cualquier otra persona hubiera aguantado, pero mi madre calló y esperó con tanta paciencia que me dio tiempo de pensar en ello, inspirar hondo y humedecerme los labios.

—Uno de ellos me tendió una trampa —susurré.

—¿Quién? ¿Qué trampa?

Apreté los dientes.

—Nedrogo... —Hice otra pausa. Hasta el momento había intentado evitar pensar en él, pero lo cierto es que, con el paso de las horas, el asco, la vergüenza, la impotencia, la culpa y la repugnancia comenzaron a mezclarse con una ira tan grande que las ganas de vengarme me quemaron por dentro hasta hacerme desear su muerte. Y lo deseé con tanta fuerza que empezó a cegarme y no intenté que fuera de otra forma—. Nedrogo quiso venderme.

—¿Venderte?

No la estaba mirando, y aun así noté que se revolvía sobre mi cama. Asentí y me froté la cara y el pelo con una mano.

—Me drogaron y...

No pude decirlo. Mi madre se levantó, me agarró del brazo y giró la silla para que la mirara, pero no me atreví a hacerlo. Agarró la camiseta del pijama, levantó la tela y después bajó un poco la cinturilla de mi pantalón para verme las heridas que no le había enseñado. Horrorizada, se llevó una mano a la boca.

Mi diario Digimon - Proyecto MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora