Capítulo 1: Sangre hasta los pies

12 1 0
                                    

20 años antes...

Hazel

Una ventisca de aire fresco corría por el patio de mi casa. El sol iluminaba los tejados de las casas, haciendo un ambiente cálido y agradable. La hierba estaba fresca y verde, cosa que por lo fresca que estaba te llegaba a enfriar un poco el trasero.

Mi hermano pequeño, Zhivot, corría por alrededor del patio porque había logrado hacer una flamita bastante enana de fuego, pero necesitaba seguir practicando para ser un gran orador.

Mi hermano tenía la piel clarita y su pelo era el marrón de las hojas del otoño y brillante. Tenia prendas bastante anchas de color negro, una túnica. Sus ojos del color del océano, azul resplandecientes llenos de alegría, le daban un alegre aspecto. Era más bajito que yo, me llegaba hasta la barbilla y nos molestábamos mutuamente por nuestras alturas. También era más flaco que yo que parecía débil y lo era, cosa que que lo protegía en todo y lo cuidaba mucho

Solté una pequeña risa al ver a mi hermano, que tanto correr, había tropezado con su propio pie. Cerré el libro que leía de Magia de los oradores y me levanté para dirigirme a él y ayudarlo a levantarse.

Este estaba riendose de lo sucedido en el suelo, sin poder levantarse ya que no podía ni inhalar algo de aire.

—Eres muy patoso, hermano—dije estirandolo del brazo hacia arriba. Este se puso en pie y se sacó la tierra que tenía en sus ropajes. —Ten más cuidado y no te emociones tan fácilmente, ¿okey?

—Pero esque hermano, ¡hice fuego por primera vez! ¿Cómo quieres que no me emocione tanto, eh?—dijo haciendo una bolita de fuego, un poco más pequeña que la anterior. —¡Ay mira, me salió a la primera, Hazel!—dijo agarrándome y sacudiéndome de la otra mano para que mirara.

—Oh vaya, el super novato ya sabe hacer fuego, okey—dije haciendo broma, como si fuera superior. De un gesto, una llameante bola de fuego enorme brotaba de mi mano. —¿Crees que estoy a tu nivel, maestro Zhivot?—dije chinchando.

—¡Eso no vale, tu eres un viejo y sabes más que yo!—dijo cruzándose de brazos molesto, de broma, claro. —Ah y lo del maestro Zhivot... Llámame así ahora. Y si no te gusta, no haberlo dicho, señor feo.

—¿Un viejo? ¡Oh vamos, si tan solo tengo 7 años y tu solo 6! Tampoco que sea un maldito dinosaurio... Y no, no soy feo, el feo eres tú—dije dándole un abrazo. Este me estrujó lo más fuerte que pudo ya que teníamos un cariño mutuo. Le acaricié suavemente su pelo.

—JAJAJA, ya claro, lo que tu digas...—dijo soltando una pequeña risa. —Oye, ¿tú no te aburres? Yo sí. ¿Quieres jugar al escondite?—dijo con un pequeño brillo de ilusión en sus ojos.

—Está bien. Cuento yo.

Me tapé los ojos y oí a mi hermano salir corriendo riendose algo fuerte. Acabé de contar y miré a mi alrededor para buscar a mi hermano.

Me dirigí a unos árboles donde pensaba que estaba mi hermano. Nada. Busqué entre unos matorrales. Tampoco, nada. Entonces me acerqué donde la hierba era más alta y ví un color de pelo marrón que brillaba por el sol, reconociendo que era mi hermano pequeño que estaba agachado entre la hierba húmeda.

—Va sal de ahí, ya te encontré—dije soltando una pequeña risita.

—Vaya... ¡Pues esta vez juro que te encontraré en un abrir y cerrar de ojos, ya lo verás, fósil de dinosaurio!

—Vale espermatozoide—dije entre risas.

—Calla que tu conociste al primer humano del mundo—dijo metiéndome un codazo.

Rage y los hechizos del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora