Corrí ágilmente hacia esta y golpeé sin perder ningún segundo, pero esta lo esquivó, agachándose rápidamente y haciéndome un corte en la pierna. Solté una pequeña mueca de dolor. Aunque fuera un ser inmortal, podían herirme y sentir dolor.
Fruncí el ceño y apreté los dientes al ver que una simple mortal se había atrevido a herirme. Retomé mis armas con fuerza y me concentré en ellas. Solo en ella, con el fin de acabar con esa mortal insignificante.
Moví mi látigo velozmente, con el fin de dañarla. Esta trató de esquivar mis ataques, pero le fue en vano. Mi látigo lleno de pinchos le hirió en el brazo y por el torso. Esta solo se miró las heridas y levantó la vista hacia mi, para seguir con la pelea.
Estuvimos como unas 3 horas peleando y a ambos se nos notaba exhaustos. Lo sorprendente era que ella no estaba tan agotada como yo. Seguía allí, en pie, con la respiración bastante agitada, pero sus ataques no eran nada torpes a diferencia que los míos en ese instante.
Agotado, le ataqué con mi martillo, pero fallé el golpe, por mi torpeza en ese momento. Me puse de rodillas delante de ella y dije:
—Está bien, tú ganas... No volverás a verme por aquí jamás...—dije derrotado. Esta alzó una ceja con curiosidad.
—¿Enserio crees que voy a creerte? Eres un demonio y ustedes son muy traidores. No confío en ti...—dijo poniéndome la espada en el cuello. Me sobresalté en el acto, ya que me acordé que esa maldita espada era la que me podía matar aparte de la espada de la inmortalidad.
—Por favor, señorita... Hago lo que vos deseáis, pero dejadme con vida. Tengo un liderazgo en mis tierras y como me matéis, hará un caos en mis tierras y harán caos aquí... Por favor...—dije con cierta preocupación al pensar que como yo no tenía heredero en ese entonces, eso sería un auténtico caos.
Esta me miró levantando la otra ceja, sorprendida ante mi declaración. Se quedó pensativa por unos instantes y me miró seriamente.
—Está bien, te dejaré vivir, pero tendrás una condición. Te quedarás conmigo como un prisionero. Serás libre de ir a tus tierras, pero tendrás que ir conmigo y seguirás todas las órdenes que te dé. ¿aceptas o te mato?—dijo en un suspiro. Alcé la mirada para observarla.
—Lo que desees—dije poniéndome en pie. Esta puso los ojos en blanco y suspiró.
—Por cierto, ¿cuál era vuestro nombre?—dijo la chica.
—Mefistòfeles, el devorador de almas. Aunque puedes llamarme también Mefisto—dije observándola con curiosidad. —¿Y tú eras...?
—Aria, llámame Aria, Mefistòfeles...—dijo secamente. —Ven, sígueme. Te quedarás en mi casa. Y si tienes alguna habilidad de camuflarte entre nosotros, hazlo—dijo mientras caminaba hacia una dirección.
—¡Espera un momento, Aria!—dije desesperado. Esta se volteó para mirarme.
—Ahora que pasa...—dijo suspirando pesadamente.
—Al menos... déjame decirle a mi amiguito Gloom que estaré fuera. Así se encargará de controlar mis tierras... ¿Te parece?
—Está bien, no tardes—dijo mientras guardaba su espada.
Caminé arrastrando los pies hasta donde se encontraba Gloom. Gloom justo se había zampado a un mortal de la mejor manera posible, osea la peor para los mortales.
Me miró con los dientes bañados en sangre y se relamió la sangre. Se sacudió un poco sus ropajes llenos de sangre y me miró.
—¿Sucede algo, señor?—dijo alzando una ceja.
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Rage y los hechizos del mal
SpiritualUn chico junto a su hermano siendo felices en su casa perooo... Un día llegan un par de ''gente'' y arrazan con la vida de todos, menos Hazel, nuestro protagonista. Antes de que lo fueran a matar, un tipo aparece y decide cuidarlo, pero en sus tierr...