Capítulo 7: Emboscada en el castillo de Sham

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Entonces entré con algo de miedo a aquel portal, pero me sentí más seguro al estar al lado de mi amigo demoníaco. Miré a mi alrededor y ví que estaba en una inmensa sala repleta de libros. Pero había mucho silencio.

Sham agarró un libro y me lo dió antes de poder curiosear por la sala.

—Ten, lo necesitarás para aprender sobre la magia sub infernal, empezarás por lo más fácil—dijo cruzándose de brazos pacíficamente.

—¡Jamás!—grité. —¡Mi destino es convertirme en un sacerdote, no en un asesino!—dije con lágrimas. —Mis padres... mis padres me lo dijeron...—dije mirando el suelo.

—¿Quieres vivir aquí en paz?—dijo agarrándome de la barbilla. —Pues no te queda otra opción de aprender de magia de aquí si queremos echar a todos los putos que vigilan el castillo—dijo apartando un poco la mirada.

—Joder Sham...—dije triste. —Está bien... ¡pero solo por esta vez!—le exigí. Este suspiró y asintió. —Pero que sepas que me vas a tener que enseñar sobre mi magia la cual practico o si no juro que me iré donde el Diablo y me inventaré alguna tontería—dije cruzándome de brazos. Este asintió sin inmutarse.

—Bien, te enseñaré lo que debes saber...—dijo llevándome a una mesa majestuosa. Nos sentamos y abrió el libro por la primera página.

Estuvimos un buen rato y él me enseñó el alfabeto de allí y a pronunciar aquella lengua que al principio me parecía árabe. Mientras Sham me enseñaba un hechizo, se escuchó como alguien acariciaba el pomo de la puerta desde fuera, a punto de abrirla. Sham, de un gesto, hizo un hechizo y selló la puerta.

La puerta se empezó a mover escandalosamente y se escucharon varios pasos dirigiéndose a la puerta, para tratar de abrirla.

—Shamp...

—Si, son ellos. Son los soldados—dijo este nervioso. —Bien, esta será tu práctica. Así veré lo que has aprendido—dijo levantándose de la silla.

—¡QUÉ!—grité confundido.

—Qué.

—Deja de tomarme el pelo... ¿es una broma, cierto?—musité aguitado por la situación.

—No, va en serio—dijo mientras sacaba un libro oscuro. —Si algo sale mal, te pondré a salvo—dijo en posición de ataque. La puerta se agitó más rápidamente. En cualquier momento echarian la puerta abajo.

—¡Pero subnormal, no puedo dejar que te maten, Shampoo!—una lágrima me cayó de la mejilla. —Creo que ya he tenido un mal día hoy...

—No me mataran. No pueden—dijo firme.

—¿Por qué?

—Porque se dominar una magia muy peligrosa—dijo con una sonrisa macabra. Me eché un poco hacia atrás por el escalofrío que tuve.

—La puerta no va aguantar mucho más...—pero al instante la puerta se tumbó.

Aparecieron unos corpulentos diablos con armadura bastante aterradora, con espadas y machetes afilados. Tenían la mirada abrumadora y de pocos amigos.

—Hazel—dijo Sham mientras el sudor le caía. —Ve con cuidado—dijo creando la anterior lanza la cual lo ví utilizar cuando me salvó. Asentí y agarré tembloroso el libro que me dió mi amigo.

—¿Señor?—preguntó un soldado. —¿Qué hace con un crío que apesta a un orador?—dijo mirándome con mirada asesina. Tragué suavemente saliva.

—¡Iros a la mierda todos, hijos de putaa!—gritó Sham. Unas lágrimas brotaron un poco de sus ojos, pero no cayeron.

—¿Hijos de puta?—pregunté. Sham me miró. —Lo había escuchado decir de la boca de mi madre ya antes...

—Rage, no. No digas... es verdad, me vale madres, estamos en el Infierno—dijo pensativo.

—Vale hijo de puta—dije sonriéndole. Este abrió los ojos.

—¡Pero a mi no me lo digas!—dijo como un loco.

—Vale.

—¡Señor, se puede saber qué hace con ese niño!—dijo el soldado empuñando una espada que llevaba consigo mismo.

—Él es mi colega y nadie le arrebatará la vida. Y quién tenga dos huevos bien grandes de venir aquí a probar suerte, que se dé por muerto—dijo con una voz profunda.

—Pues lo sentimos mucho, Sham, pero lo tenemos que matar—dijeron.

—No lo sintáis. Quiero veros morir y me tomaré vuestra sangre como victoria y vuestras entrañas me las zamparé—dijo con una sonrisa llena de pinchos. Algunos tragaron saliva.

—¡Vamos, atacad!—dijo un soldado.

Empezó una pelea muy sanguinaria y repugnante posible. Los diablos que Sham abría, estaban en el suelo con todas las tripas dispersadas por toda la sala. Ví que un diablo se me acercó velozmente e hice lo primero que se me ocurrió.

—¡черные мавританские шашлычки!—grité. Al diablo se le atravesaron centenares de pinchos por todo su cuerpo, haciendo que muriera al instante.

—¡Lo hice Sham! ¿Lo viste?—dije feliz. Este con la cara llena de sangre y de... de algún trozo de intestino me miró.

—Muy bien—dijo mientras le abría la cabeza a uno y le sacaba los sesos.

—¡Ecs!—aparté la vista a otro lado por lo repugnante que era. —¡Sham eres un guarro y muy sanguinario!—dije con un escalofrío.

—Mej, está tan solo es una pequeña parte de mi ¿a qué mola?—dijo sonriendo con los dientes puntiagudos manchados de sangre fresca.

—¡Sham, te comiste a alguien!—los ojos se me abrieron como platos.

—Bueno, no había comido y...

—Tengo miedo...—dije mientras descuartizaba a un grupito de diablos. Sham se rió a carcajadas. —¡Sham, me engañaste, me dijiste que esto era super flipante y que tan solo les reventaba el corazón por dentro! Pero bueno, prefería antes eso que esto...

—A ver—dijo entre risas. —Lo super flipante lo tiene ¿no es así?

—NO.

—Bueno, tu no sabes nada de lo que mola y lo que no—vaciló. Agarró un corazón que aún bombardeba sangre y se lo zampó como si de un snack se tratara.

—¡Ahh, Sham!—dije sacando la lengua con asco. —Creo que voy a vomitar...

—Mej, me la pela lo que digas—dijo relamiéndose los dedos. —¡Pero estate atento, gilipollas!—dijo señalando atrás mío.

—Gilipollas tu...

Entonces ví a un diablo bastante corpulento con colores oscuros. Tenía seis cuernos, tres a cada lado y con distintas formas. En sus manos portaba dos armas: un martillo robusto y un látigo de pinchos. Tenía cara de muy pocos amigos y estaba bastante cabreado.

—¿Quién es él? ¿Es uno de tus amiguitos demoníacos?—dije dando paso hacia atrás.

—No... Mierda...—dijo Sham con los ojos bien abiertos. El diablo nos miró de arriba abajo con desprecio.

—¿Un mortal con un diablo? Esto si es algo nuevo...—dijo el diablo. Su voz sonaba profunda y firme.

—Mefistòfeles, que agradable sorpresa—dijo Sham con algo de rabia en su voz.

—Hola Sham ¿Qué haces con un mortal? ¿Qué no los odiabas a muerte? ¿O es que te has vuelto un blando?

Rage y los hechizos del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora