Capítulo 19, especial: ¿Soy un mounstro?

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¡Aviso! Capítulo largo. Distruta de la lectura, querido lector.

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Nuevo narrador desbloqueado. Único capítulo dónde narra él.

Agente Z

Abrí los ojos al escuchar a algunos pájaros hacer ruido. Me incorporé mientras me estiraba. Estaba en una cama. Miré a mi alrededor, desorientado. Estaba en una habitación, algo tenebrosa. Lo último que recordaba era que había un demonio violeta con el que había hablado, y que me... ¡ESE TIPO ME HABÍA METIDO UNA OSTIA PARA DEJARME INCONSCIENTE! Un escalofrío recorrió mi cuerpo completo.

Miré mis manos y mi corazón se paró por unos segundos. Mi piel era completamente pálida, y para rematar, se me veían los huesos en algunas partes de las manos. Me quedé tan horrorizado que solté un grito.

Me levanté de un salto. «¿Dónde está? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué...?», me pregunté a mi mismo. Miré a mi alrededor, y vi la puerta bloqueada. «Será...», pensé. Ladeé la cabeza hacia la ventana y la luz me cegó los ojos. Era tan brillante...

Observé a mi alrededor y ví un espejo rectangular, de esos largos donde puedes observarte completamente. Me acerqué cautelosamente al espejo al ver lo distinto que estaba. Contuve la respiración mientras me observaba. Era repugnante y escalofriante.

Sí, exactamente, mi tez era completamente pálida, incluso creo que llegaba a ser un de color gris. Tenía puesta una camiseta un poco desgarrada color amarillo-verde. Llevaba unos pantalones cortos color negros que no estaban tan rotos. Seguramente, el tipo aquel me había puesto esa ropa, cosa que me dio miedo. Pude ver que tenía unos cortes en mis piernas y mis brazos.

Me acerqué más al espejo para acercarme a ver mi rostro. Era mucho más distinto de lo que recordaba y necesitaba ver si era mi imaginación. Al acercarme, me quedé tenso. Se me veían completamente los huesos del cuello. Todos.

Observé mi rostro y al instante, una lágrima rozó mi mejilla gris. Era horrible. Me faltaban trozos de carne en algunas zonas de mi rostro, haciendo que se me vieran un poco los huesos. En una de mis comisuras del labio, me faltaba un trozo de carne, haciendo que se me vieran los dientes. Ah, y también me faltaba el ojo izquierdo, haciendo que se me viera una cuenca vacía negra en este. Me quedé observándome el espejo.

Volví a mirar la ventana, angustiado. No podía escapar de ahí con esas pintas, pero debía buscar a aquel tipo, en busca de respuestas. Suspiré y me dirigí a la ventana. Y le metí un puñetazo, que hice que el vidrio se rompiera en mil pedazos. Pedazos que se me clavaron en la mano y en los pies. Me sorprendió no sentir nada de dolor.

Moví ligeramente mi mano para sacarme los trocitos del vidrio roto y estos cayeron. Miré a la ventana y sonreí. «Aunque no te lo creas, sé donde estás. No sé qué me has hecho, pero es como si estuviera conectado a ti...» me dije para mí, mientras salía ágilmente por la ventana.

Miré a mi alrededor y estaba equivocado. Era ya la noche. Y lo que hacía iluminar aquella habitación era una farola. Hacía bastante aire, pero no sentí el frío. Me acomodé bien la camiseta y empecé a caminar hacia donde sentía que debía ir. Miré a mi alrededor para ver si había alguna cosa para ocultar mi horroroso cuerpo.

Ví una tienda de ropa cerrada, ya que era tarde, y decidí que lo mejor sería ir a robar ropa de ahí. No quería que nadie me viera el cuerpo. Corrí hacia allí y le metí un puñetazo a la cristalera. Y me adentré a la tienda, a oscuras.

Agarré las primeras cosas con las que me topé: un abrigo ancho, una sudadera, una camiseta negra, unos guantes negros, unos pantalones algo anchos color negros y unas botas marrón claro. Solo me faltaba cubrir mi horrorosa cara y algo para tapar mi cuello, pero no había nada. Así que salí corriendo de allí con miedo a que alguien me pillara robando. Que conste que eso lo hacía por mi bien y el bien de todos.

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⏰ Última actualización: Feb 10 ⏰

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Rage y los hechizos del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora