CAPÍTULO 9. Errores que dan gusto

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BRAYDEN

—Oye bien, hijo de perra —aprieto el agarre en su cuello —. Te juro que si le vuelves a tocar si quiera un pelo a Elysia, ni el baboso de tu padre podrá sacarte de la cárcel.

—¿Te acuestas con esa puta? —sonríe mostrando sus dientes manchados de su sangre —. A mi hermana le debería dar vergüenza del esposo que tiene. Ni siquiera para tener amante sirves.

Elevo el puño volviéndolo a clavar en su mandíbula una y otra vez hasta ver la sangre correr por su mentón.

—¡Ahora ve corriendo tras tu padre a decirle lo que te ha pasado! —suelto una risa amarga —. No tienes los huevos de eso porque sabes que para él no eres más que el fracaso de tu familia.

Lo suelto con fuerza sobre el suelo dejándolo casi inconsciente y parto hacia una de las barras nocturnas. Me pido un trago de lo más fuerte que haya y voy hacia una mesa vacía. Me termino el contenido del vaso de un sólo trago y pido la botella al barman. Casi tres botellas después ya me sentía relajado, en eso una morena de cuerpo voluptuoso se me sienta al lado con claras intenciones.

—¿Estás solo, guapo? —su voz es melosa.

¿Por qué será que me recuerda tanto a la bruja que tengo por esposa?

—No, no estoy solo —alzo la mano donde llevo el anillo y lo coloco bien cerca a sus ojos —. Como ves estoy casado, y tengo a mi hija esperando por mí en casa —revira los ojos y sin darle importancia, con las pocas fuerzas que me quedan me levanto —Estás muy buena y todo —detallo sus curvas perdiéndome más tiempo en el escote de su pecho —, pero no eres mi tipo.

Muestra una sonrisa que según ella parece ser coqueta pero a mí me parece más una mueca horrible. Toma el cuello de mi camiseta acercándome más.

—¿Alguna vez estuviste con una latina? Creo que no —no estoy muy cuerdo y a mis oídos sólo llega un leve murmullo de lo que dice —¿Seguro que no quieres divertirte?

Aparto sus manos de mí.

—No, nunca me he tirado a una latina porque... —en mi mente enlazo las palabras a decir —... me van más las rubias canadienses con nalgas naturales.

Su boca se abre con sorpresa y no hago más que agarrar la botella casi vacía de la mesa para salir caminando a la casa donde se queda la personificación de afrodita.

En el camino tropiezo con todo tipo de cosas hasta que al fin diviso la casa. Tiro la botella en el latón de basura más cercano y doy varios golpes suaves a mi cara para no parecer borracho de cantina. El portero al verme se preocupa y se ofrece a llevarme al interior dejándome tirado en el sofá compartido. A los pocos segundos su aroma a canela llega a mi nariz y sonrío como adolescente hormonal.

—¿Brayden? —con los ojos casi cerrados alcanzo a ver el pijama de seda negro que trae —¡Por Dios, tú no aprendes! Siento pena de Lina.

—Ven aquí —hecho el cuerpo a un lado y palmeo el espacio restante —. Acuéstate conmigo, ven a darme el amor que ella no me da.

Siento mis ojos cerrarse pero no dejo que lo hagan del todo.

—Deja de comportarte así. —pone sus brazos en jarra —Y de ese modo pretendes que caiga ante tus encantos baratos. ¡Pena es lo que das, Brayden!

—¿Me dices que sí me darías la oportunidad si no fuera un patán?

—¡Cierra la boca, por favor!

—Me llevas repitiendo la misma frase desde... —quedo pensando y cominezo a hipar por unos segundos —... días atrás. ¿Por qué mejor no vienes y me cierras la boca con un beso? No me negaría a nada que venga de ti.

Casi sintiéndome como un vegetal apoyo las palmas en el asiento inclinándome hacia arriba y tiro de su mano tomándola por sorpresa. Quedando muy cerca de ella, con sus suaves manos sobre mis muslos, su olor dulce mezclado con el hedor asqueroso del alcohol.

—¿Por qué eres tan bella? —digo casi sobre sus labios entreabiertos.

Sus ojos se mantienen abiertos y expectantes.

—¿Por qué usted es tan subnormal?

—Deja de hablarme con formalidad, me gusta mi nombre en tu boca.

Forcejea y aprieto más sus muñecas.

—Deje de ser imbécil, debo ir a alimentar a mi hija.

Se lo logra safar de mi agarre pero soy más veloz y aprovecho la oportunidad para tomar su cintura y acorralarla.

—¿En qué idioma entiendes? —clava sus uñas en mis brazos —. Ya te he dejado en claro muchas veces que contigo ni aunque me ofrezcas dinero...

—¡No quiero ofrecerte nada, joder! —alzo su mandíbula quedando casi a la altura de mi boca —Puedo ser un imbécil, malnacido, hijo de puta o todo lo que quieras poner en tu boca pero lo único que tengo claro desde aquel día en la librería es que te quiero para mí, Elysia.

Su boca se abre ligeramente casi por inercia, ambos sin despegar la mirada el uno del otro y mis ganas hacia ella aumentando. Así que dejo de darle vueltas y acabo dando el paso atrapando sus labios rosados en un beso que a los segundos de ser correspondido se vuelve más agresivo. Mis dedos se envuelven en su cuello cálido mientras con la mano en su cadera la atraigo más a mi cuerpo, en medio de la acción sintiendo un jadeo suave. No dejo pasar el momento y me adueño de ella saboreando cada maldito segundo de su lengua caliente contra la mía. Todo hasta que sus manos empujan mi pecho rompiendo el vínculo.

Los dos agitados, ella con la respiración acelerada y los labios hinchados.

Una pena que no te dejaran ir a más.

—Elysia, lo siento.

—Un "lo siento" no quita lo que hiciste. ¡No soy una de tus putas y si vuelves a hacer algo así otra vez, me va a importar un carajo tu ayuda, así tenga que irme a vivir bajo un puente!

Se pierde en las escaleras que dan a los cuartos de arriba y me vuelvo a tirar al mueble no sin antes quitar mi camiseta y lanzarla a alguna esquina de la habitación.

¿La habré cagado?

Completamente.

——— • ♡ • ———

Aquí un claro ejemplo de que por gente como este hombre de 27 años, el champú trae instrucciones.

Nos leemos pronto.
I love u 💙

Summer Fluke ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora