CAPÍTULO 1. Afrodita

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ELYSIA

Me dejo llevar por la brisa fría mientras sonrío y camino con mi bebé en brazos hacia la librería.

Para que sepan un poco más, les cuento que desde aquella noche donde pensé que no la vería nacer, una nueva etapa llegó a mi vida. Abigail y su esposo se convirtieron en los padres a los que nunca tuve el gusto de presenciar. Me acogieron como una más en su pequeña familia y me ayudaron en todo el proceso de embarazo, me acompañaban a las revisiones y ecografias. Estuvieron presentes en la labor de parto y al nacer Kalena la casa se llenó de felicidad completamente.

Ellos lo niegan, pero yo insisto cada día en que siempre estaré en deuda y jamás encontraré la forma de pagarles todo lo que han hecho por mí y la bebé.

Llegamos al local y me adentro hacia la sección de libros infantiles. Voy mirando y escogiendo algunos ejemplares de manera distraída hasta que un cuerpo choca con mi espalda.

—¡Mira por donde vas! —bramo a la persona.

—Si no estuvieras atravesada todo sería mejor.

Abro la boca indignada.

—¿Disculpa? Yo ya estaba aquí, que tu arrogancia no te permita tener una buena visión no es mi problema —el tipo se ríe.

—¿Quién dice que no tengo buena vista? —señala y escanea mi figura —. Porque todo lo que veo en ti me encanta, el embarazo te hizo bien.

Por hombres como él, ¡todos deberían extinguirse!

—Eres un asco de hombre.

—Y tú una afrodita andante.

Kalena despierta y empieza a balbucear para luego soltar un pequeño bostezo, la muevo un poco y sus pequeños ojos se vuelven a cerrar mientras aprieta en su diminuto puño la manta que la cubre.

—Es una pequeña preciosa, no tengo dudas de que será igual de hermosa que su madre —vuelve a abrir la boca.

—Gracias, pero nadie pidió opinión sobre eso. Ahora por favor debo regresar, ¿saldrás del medio o debo tomar otro camino?

Se vuelva a carcajear y mi paciencia se empieza a agotar.

—El camino es todo tuyo, afrodita —se hace a un lado —. Espero encontrarte de nuevo.

—No comparto opinión.

Dejándolo con la palabra en la boca llego a la caja para pagar lo que adquirí y salgo para regresar a la casa.

Ya allí, subo para amamantar a mi hija y dejarla durmiendo.

Regreso a la planta baja, voy a la cocina por una barra de maní, le doy un mordisco y me dejo caer en una silla para empezar a revisar los trabajos pendientes del mes. Abi consiguió un trabajo para mí como decoradora de interiores luego de que mi obstetra diera la aprobación de realizar actividades pero siempre sin llegar a los extremos.

El tiempo me pasa volando y para cuando levanto la vista del computador, un Manuel todo sonriente y con su característica barba bien afeitada entra en la cocina.

—Hola, hija. ¿Qué tal el día hoy?

—Fue bastante tranquilo, pasé a la librería por nuevos libros para Kale.

—¿Cómo vas con el tratamiento? —interroga en tono preocupado.

Cierro el portátil y suelto un pesado suspiro.

Manuel se acerca a abrazarme y me permito recibir el abrazo de la persona que ha sido para mí lo más cercano a un padre.

Comencé con una sesión de terapias y un ciclo de medicamentos hace dos meses, fue sugerencia de una psicóloga que consiguió Abigail para mí luego de que notara las constantes pesadillas y los ataques de pánico que tenía en las noches.

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