CAPÍTULO 3. Una noche larga

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BRAYDEN

Voy saliendo de Omega CORP con una sonrisa vencedora. He vuelto a ver a la personificación de afrodita y eso no fue todo, moví cartas a mi favor para que la rubia fuera la encargada de la decoración de mi nueva casa de la playa.

Subo a mi auto y conduzco hasta la residencia que comparto con mi reciente esposa. Llego y voy a mi estudio para terminar los nuevos diseños. Me concentro en lo mío hasta sentir el repiqueteo de los finos tacones.

—Hola, amor —se acerca a besar mis labios —. Tengo todo listo para nuestras vacaciones —comienza con su intento de provocarme con sus caricias —. ¿No quisieras relajarte antes del vuelo?

—No estoy de humor, Lina.

Aparto sus manos volviendo a la hoja.

—¡Nunca estás de humor para mí! ¿Qué está pasando contigo? ¿Es que acaso tienes a otra y ya no sientes nada conmigo ni por mí?

Y aquí viene la discusión de siempre.

—¿Puedes dejar de victimizarte?

—¡No, no puedo! Desde que nos casamos me has estado evitando. ¿Cómo crees que me hace sentir tu indiferencia?

Lágrimas caen de sus ojos y me evito hacer una mueca o esto no terminará nunca.

—¿No te da pena decir eso, Lina? —coloco el lapicero a un lado de la mesa —. Te recuerdo que eres tú, la que se tira al marido de su hermana y aquí estoy como todo un tonto sin hacer nada o pedirte el divorcio.

Su rostro se torna rojo de rabia. Al parecer no contaba con que yo lo supiera.

—¿De dónde sacas eso, Brayden? —suelta una risa irónica —. Jamás he hecho algo así y menos a mi propia hermana.

—¿Estás segura, amor? —suelto con hipocresía —. No lo sabes, pero yo los vi muy juntos en casa de tu hermana la otra noche.

Su rostro sigue rojizo y de sus labios solo salen sus agitadas respiraciones. Me levanto de la silla dejándola allí y voy a la habitación de invitados.

En verdad no la culpo de que se haya metido con ese tipo porque yo también tengo mis desliz fuera de la relación, sólo que a diferencia de ella nunca me he expuesto en lugares públicos. Sabía que este matrimonio se iría por la borda en cuestiones de semanas y ahora que lo pienso mejor, nunca debí proponerle ser mi esposa; como novios compaginábamos mejor.

Sin compromisos mayores.

Voy a la mesa donde se encuentra una botella de alcohol a medio llenar, la tomo y salgo al balcón para tomar aire. Desabrocho los botones de la camisa y la tiro al otro asiento, si mi madre me viera estaría poniendo el grito en el cielo diciendo que esta no es hora para andar bebiendo; pero por suerte o no, se encuentra a varios kilómetros.

Siendo de noche y con unos tragos de más encima, me arrastro con pesados pasos hasta caer sobre las sábanas.

El tono del celular taladra mis entrañas al sentirlo en el bolsillo del pantalón, tanteo hasta llegar a él y lo saco para verificar quien es. El número es de mi madre, así que lo ignoro y trato de volver a dormir. Otra vez el maldito sonido se hace notar y en esta ocasión arrojo el aparato lejos para no escucharlo más, sin poder conciliar el sueño nuevamente me levanto para arrastrar los pies al baño y quitar el olor a mala muerte que traigo.

Con uno de mis trajes oscuros y oliendo mejor, salgo de la casa seguido por la maniática que tengo por esposa. El chófer nos pone en movimiento y hasta el aeropuerto ni ella ni yo intercambiamos palabra. En el lugar esperamos por el proceso de chequeo para poder llegar de una vez al avión privado, estando dentro evito mirarla y doy largos pasos hasta la habitación para recuperar horas de sueño.

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