Nos besábamos lentamente pero con pasión, fundiéndonos en los labios del otro, sintiendo como nuestras lenguas jugaban entre ellas a un juego cada vez que cobraba más calor y excitación por tocarnos y no acabar nunca con ese sentimiento de plenitud que ahora mismo me invadía al poder estar así con él. Las puntas de mis labios pasaban en una suave caricia por sus pequeñas y estrechas caderas con las cuales me deleitaba, pareciendo inclusive las de una chica.
Sentía que con él no quería hacerlo rápido, con él no iba directo a la acción, quería que las caricias y los besos fueran importantes, no solo tener sexo o, en este caso, hacer el amor con él.
Estaba nervioso, sumamente nervioso de hacerle el amor, de que quizá no le gustase, de que quizás su primera vez no fuera especial como creía. Me daba miedo porque yo jamás había hecho esto con un chico, sabía cómo se debía hacer, pero otra cosa muy diferente era ponerla en práctica. Sin embargo, las caricias que él me propinaba en mi espalda me hacían relajarme de sobremanera, haciendo que solo pensase en que todo iba a estar bien, en fundirme en una forma especial y única con su cuerpo.
Ahora mismo no buscaba placer en esto, buscaba el amor. Cuando estás enamorado supongo que el placer pasa a segundo plano.
Sentía que su respiración cada vez era un poco más acelerada, así que dejé de besarle para que pudiera respirar con normalidad y ataque su cuello, saboreándolo y haciendo pequeñas mordidas en él que le causaba un escalofrío en el cuerpo que yo mismo sentía al estar contra mi pecho.
Bill me desató el último botón sin previo aviso y sonreí contra su piel al sentir que él mismo me lo quitaba con lentitud.
-¿Y si… entran?- susurré sin dejar de lado los besos.
-Por las noches los doctores nunca entran, además de que cuando te has dado la vuelta he cerrado con llave para que no puedan entrar…- sonreí y solté una pequeña risa.
-Me encanta- dejé escapar entre mis labios antes de que Bill deslizarse completamente mi bata por mi hombros, cayendo al suelo y quedando ahora tan solo en boxer ante él y esa mirada brillosa que pasaba por mi pectorales y abdomen, sin despegar su vista de ellos. Paso una de sus manos por ellos, deleitándose con mis músculos que, a pesar de no ser muchos, se marcaban lo suficiente.
-Tú sí que me encantas, y ahora mismo no sabes cuánto- sonríe mucho más cuando me miró y volvió a conectar su potente mirada con la mía. Volví a acercarme a él y nuestras lenguas volvieron a entrar a ese sucio y glorioso juego.
Cogí a Bill de las piernas sin un aviso previo, haciendo que soltara una risa y me agarrara por los hombros para no caer. Enrollo sus piernas alrededor de mis caderas mientras yo le sujetaba los muslos, casi tocándole el culo. Nos besamos de nuevo y yo comencé a andar hacia su camilla, dejando mi bata atrás tirada en el suelo. Ambos reímos cuando choque contra ella sin darme cuenta y dejé suavemente el cuerpo de Bill sentado allí antes de tener que separarnos para que pudiera recostarse y así yo también poder entrar y ponerme encima de él, volviendo a juntar nuestros labios y respiraciones agitadas.
Agradecí que estás camillas fueran lo suficientemente grandes como para caber los dos sin temer que caernos. Parecía una cama, no muy grande, pero una cama donde podríamos hacer el amor sin problema.
Bill enrollo mi cuello con sus brazos y sus piernas alrededor de mis caderas, sintiendo que mi pene el cual comenzaba a ponerse erecto debajo de los boxers chocaba suavemente contra sus muslos, calentandome más de lo que ya estaba haciendo el húmedo beso. Le agarre de la cintura e hice un movimiento rápido y suave, quedando yo ahora abajo y Bill sentado en mi regazo.
Dejamos de besarnos para mirarnos a los ojos, yo puse detrás de mi cabeza una almohada que había por allí para poder quedar más o menos sentado y con él encima. Seguíamos cerca, muy cerca, pero sabíamos que no queríamos hacerlo rápido y por ello ahora mismo nos mirábamos a los ojos, asegurándonos de lo que íbamos hacer. La uñas pintadas de negro de Bill viajaban hacía mis pectorales, recorriendo con ellos cada músculo que aparecía, llegando hasta mi duro estómago, donde comenzaba el elástico de mis boxers negros.
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Nuestro Pequeño Gran Cuento - Rubelangeltwc
RomanceRecuerdo que cuando llegué a ese hospital, después de diagnosticarme un tumor en la pierna, pensé que sería un pase a la muerte; a la depresión. pero tú, un simple compañero de habitacion, me enseñaste la vida con diferentes ojos, una perspectiva di...