Capítulo 8

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-¡BILL!- grité desesperadamente, sintiendo que en cualquier momento echaría a llorar y no podía controlar mis impulsos de ir tras él. Escuché el ruido de los vasos de cartón caer al suelo junto a un líquido caliente mojar todo el suelo. Se acercó un médico a mi y me agarró fuertemente de los brazos para que no intentará ir con él. Intenté removerme para poder cogerle siquiera la mano, poder sentirle, pero las pocas fuerzas que me quedaban al verle tan mal se fueron a la mierda. Vi como el sonido de su débil corazón quedaba en un hilo y una lágrima salía de mis ojos, paralizado.

Todo fue muy rápido para mí mente cuando cinco doctores entraron por la puerta y sacaron a Bill de la camilla, yendo totalmente rápido por los pasillos. El doctor me soltó cuando mi respiración se regularizo un poco y me dijo algo que no entendí, dejando una pastilla encima de mi mesa de noche.

Se marchó y de repente me encontré yo solo en esa habitación sin él ya no tenía sentido. Ahora ya no estaba iluminada como siempre creía que estaba, ahora era oscura y el silencio abrasador me mataba.

Terminó de salir una lágrima de mis rojizos y dolorosos ojos, la cual limpié de inmediato, quedando parado en el mismo sitio mientras miraba un punto fijo y sentía que lo poco que construí aquí dentro sin caer en el efecto colateral de la depresión por el cáncer se derrumbaba por sí solo.

Estábamos tan bien…en la cumbre de la montaña, dando pasos atrás de vez en cuando, pero siempre recuperándonos mutuamente, quedando de nuevo en la esperada cima.

Me senté en la camilla, sintiendo una sensación extraña en el pecho, cómo de vacío.

Y, cuando para mí era monótono y sin sentido, los recuerdos me atacaron como puñales.

-Esas chicas no dejan de mirarte, deberías de ligartelas- susurré a Bill el día que salimos hospital. Frunció el ceño sentado en la banca y comiendo su helado. Había un par de chicas sentadas al otro lado de nosotros que de vez en cuando levantaban la mirada para mirar.

-No creo que me estén mirando a mí- contestó mirándolas indirectamente para que no se dieran cuenta -Y aunque me mirarán a mí, ni siquiera sé cómo hacerlo. Además de que no me gusta ese rollo…

-¿No sabes cómo ligar?- pregunté soltando una carcajada. Le di un lamentó a su helado y me miró negando con la cabeza.

-Además…sigo siendo virgen…- murmuró y apartó la vista de mí, volviendo a mirar al frente. ¿Espera? ¿Qué?

-¿Qué chico con diecinueve años, guapo y listo, sigue siendo virgen?- pregunté realmente extrañado.

-Quizá un chico que lleva desde los quince años en un hospital porque tiene cáncer, y además, los niños de su colegio no se acercan a él como si el cáncer se les fuera a transmitir a ellos…- soltó con cansancio, cómo si no les gustará recordar su infancia, y me dolió demasiado -Lo que menos me importa de mi vida es morir virgen, he tenido muchas más dolorosas como para preocuparme por tener sexo- agache la cabeza y me quedé en silencio, sin decir nada que le causara más daño.

En ese momento supe un poco más de él, pero, sin duda, no me esperaba escuchar la historia completa ese mismo día.

-Recuerdo que pasaba por aquí cuando era pequeño con mis padres antes de que mi hermana naciera…- susurro Bill mientras andábamos sin rumbo fijo por las calles de Alemania. Sin embargo, una duda se instaló en mí cuando me dijo aquello.

-Nunca me hablas de tu padre y tú madre juntos, siempre lo haces por separado- le dije un poco extrañado. Se quedó callado un segundo y después volvió a hablar

Nuestro Pequeño Gran Cuento - Rubelangeltwc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora