-Había una vez, hace mucho tiempo. En una pequeña montaña perdida entre los bosques, se encontraba un pueblo humilde, con un rey devastador. El rey vivía en su gran castillo, rodeado de dinero y fortuna, viviendo con su mujer y sus hijos. Para el poblado, era un buen rey, pero para la familia, era el peor de todos. El principe mayor, un día se escapó del castillo, cansado de vivir la misma tortura día tras día. Se fue al pueblo, ya que sentía mucha curiosidad por lo que allí podría haber. Miró con curiosidad cada una de las calles de esa población, descubriendo a gente maravillosa la cual no se preocupaba por la fortuna, la cual repartía ese pequeño sueldo que había cobrado con sudor y lágrimas a los más pobres, y aun así, sonreía como las personas más felices del mundo.
Vio a niños jugando con el barro, divirtiéndose y riendo, a las personas mayores hablando de balcón a balcón, riendo por los chismes que se contaban entre ellos. A gente de mediana edad siendo felices con sus familias, aún cuando no podían costearse siquiera una miseria barra de pan.
Entonces, el príncipe, cohibido por tanta alegría, se dió cuenta de una cosa que no olvidaría jamás; el dinero, no te hacía feliz. Tan solo necesitabas una familia unida para poder sonreír tan puramente como esos niños.
El príncipe se dió cuenta de que preferiría vivir de esta manera, antes que estar encerrado en el castillo, rodeado de caprichos, pero ausente de amor.
Cabizbajo volvió a su hogar, pero ideo un plan. Después de observar a toda esa gente con ropas sucias y rotas, optó por conseguirles una vida un poco mejor.
Al cabo de unas semanas, el príncipe tenía el suficiente dinero como para poder dar unas cuantas monedas de oro a cada familia. Las repartió por todo el poblado en nombre del rey; su padre.
Él se sentía feliz por aquella ofrenda, pero su progenitor no. Esa noche, le dió una bofetada y lo encerró en su habitación durante un día entero, en el que no pudo ni comer, y ni siquiera dormir. El príncipe estuvo llorando toda la noche al no sentirse aceptado por lo que realmente era.
Pero cometió un grave error al darse cuenta tarde, de que ser él mismo, estaba bien.
Después de un mes transcurrido, cohibido por las miradas de odio de su padre y las melancólicas por parte de su madre, cayó enfermo. El príncipe no podía respirar una noche, sentía que se ahogaba lentamente y que poco a poco la vida se marchaba de entre sus manos, pero por suerte, consiguió gritar justo antes de caer inconsciente.
Doctores de todos los lugares más inesperados fueron a visitar al hijo del rey, pero uno por uno, les anunció que el príncipe se estaba muriendo lentamente. Su padre se enfadó con todos y cada uno de ellos, echándolos y desterrandolos del mapa. La reina no podía hacer nada más que llorar por su hijo, mientras que la pequeña princesa, no sabía lo que le ocurría a su gran hermano.
El príncipe al darse cuenta de que se moría, rompió a llorar, sintiendo que una parte de él lo abandonaba, sintiendo que había dejado de ser él mismo. Dejando tan solo dolor.
El rey, decidió no tener un hijo enfermo, se marchó por la noche sin avisar, dejando a su familia abandonada en el castillo, llevándose consigo mismo todo el dinero y la fortuna, dejándolos a ellos sin nada. Rumbo a otro país, a otro poblado el cual poder reinar.
El príncipe, roto por dentro, tuvo que ser el rey a una temprana edad, después del desaparecimiento de su padre, al cual odio con todas sus fuerzas.
El poblado lentamente también le fue odiando a él, al príncipe, ya que no hacía nada por su poblado el cual ya estaba devastado. Lo insultaron e intentaron incluso atacar contra él. El pequeño príncipe ahora tan resquebrajado, intentó morir para acabar con su sufrimiento pero, lentamente o afortunadamente, no lo consiguió.
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Nuestro Pequeño Gran Cuento - Rubelangeltwc
RomanceRecuerdo que cuando llegué a ese hospital, después de diagnosticarme un tumor en la pierna, pensé que sería un pase a la muerte; a la depresión. pero tú, un simple compañero de habitacion, me enseñaste la vida con diferentes ojos, una perspectiva di...