01

211 15 0
                                    

Percival Grindelwald, siempre tan desafiante ante todo y todos, era un chico de cabello cobrizo, piel lechosa, ojos marrón oscuro y variadas pecas, era el hijo de el mago tenebroso, Gellert Grindelwald.
Como podrán imaginar, tal ejemplo a seguir no era muy bueno ni presente; siendo niño el cobrizo siempre se esforzaba hasta el cansancio por ser el mejor en absolutamente todo, hasta en el más difícil maleficio, hasta realizar la más simple poción de primer año, en su mente, así lograría llamar un poco la atención del Grindelwald, podría ser merecedor de su atención, o al menos, sus palabras y compañia, al cumplir diez años, supo que no importaba que hiciera, nada sería suficiente.

En el presente, Percival habiendo ya cumplido los diecisiete años, estaba a las afueras de el Ministerio de Magia, le habían informado que después de que la farsa de Grindelwald haciéndose pasar por Percival Graves se revelara, habían logrado atraparlo.
El hecho de tener que arriesgar su vida para lograr liberarlo lo inquietaba, más no tenía muchas opciones.
El muchacho esperó al final de una de las tantas cuadras del sitio a que llegara Vinda Rosier, una de las seguidoras de el Grindelwald mayor. Ella le daría las indicaciones para poder infiltrarse, tenía un muy mal presentimiento sobre esa situación.
-Joven Percival, me alegra su puntualidad- Dice la sofisticada mujer con elegancia, inclinando su cabeza en modo de saludo. ?
-Terminemos con esto Rosier, ¿Qué se supone que debo hacer? -El cobrizo respondió con voz fría, la mujer no le causaba ni confianza ni comodidad.
-Por supuesto, el plan es bastante simple- Rosier desliza su mano por uno de sus bolsillos, sacando con cuidado dos pequeños frascos- Poción multijugos, usted no a sido visto por el Ministerio, no saben que es hijo de Grindelwald, así que solo entre y llegue a la celda de su padre, intercambie apariencia con él y después, El señor Gellert se encargará de todo- le explica con algo de rapidez, un plan simple pero arriesgado, le extiende los frascos a Percival y espera a que se los reciba.
-¿Donde están las celdas? No quiero cometer errores- El cobrizo tomó los frascos con el mismo cuidado y los guardó en la bolsa de su pantalón-
-Lado sur, de cualquier manera es mejor que leas la mente a uno de los administradores para confirmar, solo usa tus dones-
-¿Ahora le dicen dones? Que maravilla, dones que me dejan agonizando, hermoso- se queja en tono sarcástico mientras se cruza de brazos.
-Es un don, sin importar las consecuencias que atraiga, como sea, deberías entrar ya- La mujer le cambió el tema sin desimulo-
Percival le dió la espalda para caminar al Ministerio. Una vez entró, dirigió su mirada a los aurores presentes, leyendo su mente con sigilo. Tendría que ir rápido a los pisos subterráneos.
Percival se acercó a uno de los tantos Aurores que iban pasando, se veía fácil de manipular, y eso era lo que mejor sabía hacer hacer... Además de seducir, aunque ese es otro tema a discutir.
-Disculpa, ¿Me podrías ayudar? Estoy un poco perdido- dice el cobrizo fingiendo timidez, agarrando su brazo izquierdo para una postura más inocente.
-Por supuesto, ¿Buscaba un área en particular?- El Auror se mostraba cortante, como si fuera la gran cosa.
Percival sonrió con falsedad, susurrando el maleficio Imperius, rápidamente volvió a su postura normal y se acercó más -llevame a la celda de Gellert Grindelwald-
El rubio asintió en la hipnosis del maleficio, al comenzar a caminar, Percival vigiló que no hubiera nadie, se sentía incómodo, como si lo observaran desde su espalda -Me estoy volviendo paranoico- pensó mientras intentaba relajarse, sentía sus pálidas manos sudar frío mientras le temblaba la mandíbula, se sentía ridículo.
Una hora, eso era lo que sentía el joven que había pasado, piso tras piso, sala tras sala, puerta por puerta y no había señales de que la celda estuvieta cerca, estaba nervioso, más podía sentir la magia de Grindelwald cerca, solo respiró con lentitud. Pudo ver a lo lejos el blanco cabello de su padre, con alivio le ordenó al Auror que se detuviera, caminando con cuidado hasta la puerta de dicha celda, deshaciendo los hechizos de protección.
-Veo que no has tenido problema en infiltrarte, hijo- Gellert parecía bastante relajado a pesar de su condición actual.
-Yo no diría eso- Percival sacó con extremo cuidado la Varita de Saúco, entregándosela a Grindelwald, el cuál inmediatamente rompió sus cadenas; acomodó su ahora largo cabello mientras se levantaba, una sensación de intimidación invadió al más joven cuando la mano izquierda se posó en sus rosadas mejillas.

𝔓𝔞𝔠𝔱𝔬 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 (Grindeldore) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora