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Percival cerró los ojos, era arriesgado aparecer en Hogwarts, pero, intentaría.
Suspiró y sintió sus dedos temblar ligeramente, una sacudida violenta hizo que se mareara y abriera los ojos de golpe, colocó sus manos en la cabeza, mirando todo con desconcierto.
-¿Un puente?- Dió un par de pasos torpez, como un crío aprendiendo a caminar.
A lo lejos se podía observar el castillo, era tan intimidante y a la vez tan cálido.
-Bueno... Pensé que iba a aparecer más cerca...- Empezó a caminar, aún algo mareado.
Uno, dos, tres pasos, cada vez más cerca, a cada centímetro que caminaba una sensación de ansiedad llenaba su pecho, no sabía por qué, pero, quería descubrirlo, sabía que era algo especial.
Una ola de magia lo atravesó cuando llegó a las puertas, haciendo que retroceda.
-Cielos... ¿Por qué tanta seguridad?- pregunta mientras dirije su magia hasta la palma de sus manos, sólo era una ayuda extra para abrir las puertas -Perfecto- dice mientras entra a aquel castillo, viendo todo a su alrededor, algunos estudiantes lo miraron, otros sólo siguieron caminando -¿A quién le pido ayuda?- Piensa mientras se toca levemente el labio inferior.
Caminó con lentitud, bajando el escudo de su mente para permitir que todos los pensamientos del lugar llegaran a él -Ahí está- vuelve a pensar al escuchar la voz de Dumbledore entre la multitud de pensamientos y recuerdos, se concentró hasta sólo escuchar la de él, caminó con la cabeza arriba, un pie frente al otro y un leve movimiento de cadera, no iba a visitar a Dumbledore sin antes llamar un poco la atención, sólo un poco...
-Me hubiera puesto zapatos altos... Ya que- Murmulló para si mismo sin abrir mucho sus rojizos labios.
Sonrió juguetonamente mientras doblaba a otro pasillo, era increíble lo grande que era aquel castillo.
Después de cruzar por algunas aulas más, llegó a la indicada, lo confirmó al sentir aquella magia tan peculiar.
Percival abrió la puerta, observando a aquel hombre de cabello castaño rojizo en su escritorio, escribía con detenimiento sobre pergaminos con una pluma marrón, los ojos azul claro, casi celeste de Dumbledore se dirigieron hacia el frente, observando con un poco de sorpresa a Percival.
-Joven Percival, no esperaba verlo tan pronto- Comenta mientras se levanta de su respectivo asiento, acomodando su chaleco color canela suave.
-Lamento llegar de imprevisto, pero, tuve la oportunidad de salir así que vine sin esperar mucho- El menor encogió sus hombros, caminando hacia el mayor.
-No se preocupe Percival, no pasa nada, al contrario, me alegra que viniera, tome asiento por favor- Dumbledore puso su mano en el hombro de Percival en modo de saludo y cortesía.
-Gracias- Una muy pequeña sonrisa se posó en los labios del pelirrojo, caminando junto al contrario y tomando asiento frente al escritorio.
-Por favor, expliqueme su visión, a pesar de estar desordenada se podrían deducir algunas cosas- Percival asintió con la cabeza, cruzó sus piernas y apoyó su cabeza con ayuda de su brazo.
-Bueno... Sinceramente no fué mucho, empecé a ver algunas luces... Creo que azules, como destellos... Después ví dos siluetas, dos hombres altos, no ví muy bien sus rasgos pero, estoy casi seguro de que uno era mi padre, estaban discutiendo muy feo... Creo que uno de ellos intentó tomar el brazo del otro o algo así, eso fué todo lo que ví antes de despertar, no fué mucho pero, mi magia pareció alterarse, fué extraño- Aquella visión se repitió en la cabeza de Percival, mas no lograba ver más.
-Entiendo... Es complicado, si sentiste tu magia diferente entonces... Es probable que esa situación se haya desarrollado por algo relacionado a tí, o al ser tu padre tal vez sientes esa alteración- Dumbledore meditó todo con calma, no quería pensar de más en esa situación.
-Bueno, tiene lógica... Tal vez si intento volver a tener la visión pueda ver más, aunque es arriesgado- Percival colocó su dedo índice en medio de sus labios, con la mirada perdida.
-Lo mejor será esperar, joven Percival, no creo que sea bueno correr esos riesgos- Dumbledore aclaró su garganta, tomando algunos de los pergaminos sobre su escritorio y ordenandolos un poco.
-Profesor... ¿Cómo sabe que mi padre es Grindelwald?- Pregunta de manera abrupta, sus ojos subieron hasta las cuencas del mayor frente a él, ambos en una atmósfera pesada donde el silencio fué el protagonista.
-Entonces... Sí es él- Pensó Albus con una pequeña alegría creciente en su pecho, emboscó una pequeña sonrisa y se dispuso a hablar -Me sorprende lo persuasivo que eres al leer la mente- Expresa mientras Percival se acerca más al escritorio, inclinándose.
-Necesito saber cómo se dió cuenta de quién es mi padre, podría meterme en graves problemas por ello- Sus pálidas manos tiemblan junto a su labio inferior, a pesar de los nervios, tenía curiosidad.
-Conocí a tu padre hace un tiempo... Eres similar a él, tenía mis dudas pero, las acabas de confirmar- Era sincero, tal vez no del todo pero, lo era.
-¿Usted lo conoció? ¿Era uno de sus seguidores?- Un brillo creció en los cansados ojos del menor.
-No, en ese momento Gellert no era un mago tenebroso- Algunos recuerdos fugaces cruzaron con rapidez la mente del castaño.
-Cómo... ¿Cuándo conoció a mi padre?- La intriga se apoderó de Percival con rapidez, quería enterarse de todo.
-Te contaré todo lo que quieras, pero, será en otro momento, por ahora tengo que dar clases y no puedo faltar- Percival frunció el ceño y lo miró con algo de enojo.
-Usted es cruel- Dice antes de levantarse -Está bien, pero, volveré pronto... Espero- Percival acomodó un poco su cabello, Dumbledore también se levantó.
-Manténgame informado de lo que pase por favor- Le pide al contrario mientras camina a su lado.
-Lo haré, me iré ya, no quiero causarle inconvenientes, hasta luego profesor- El contrario devolvió la despedida y Percival suspiró, caminando hacia la puerta, manteniendo su postura de superioridad y desinterés.
Caminando rápido se dirigió a la salida, disfrutando de la atención con una pequeña sonrisa burlona en su rostro.
Una vez pisó el puente, rió y utilizó aparición para volver al Castillo de Nurmengard.
Con mareo Percival se sostuvo la cabeza y observó a su alrededor, su habitación se encontraba a oscuras por culpa de las cortinas. Sintió cómo Antonio saltó a su pantalón, jalandolo.
-¿Antonio qué te pasa?- Dice extrañado al verlo tan desesperado, lo apartó de él y caminó a la ventana, cerrandola casi por completo mientras veía el atardecer.
Abrió grande los ojos al sentir un cuerpo a sus espaldas, sus músculos se tensaron mientras cada vello de su blanquecino cuerpo se erizaba y se quedó quieto, sin querer ver de reojo.
-¿Se puede saber dónde estabas?- Aquella voz imponente llenó la habitación mientras el menor sentía la cálida respiración del contrario en su cuello.

𝔓𝔞𝔠𝔱𝔬 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 (Grindeldore) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora