Las cuerdas vocales en la tráquea de Percival parecieron congelarse, sus manos temblaban con frecuencia, todo su cuerpo se paralizó.
-Yo... - El pelirrojo miró de reojo hasta encontrar los brillantes ojos bicolor de su padre.
-Creí haber dejado en claro lo que tenías que hacer antes de salir, ¿O no? Percival- La mano derecha de Gellert se dirigió hasta el cuello del más bajo, tomándolo con fuerza para acercarlo más, mirándolo con claro disgusto.
-L...lo siento, yo... Sé lo que tengo que hacer, pero... - Los ojos de Percival comenzaban a cristalizarse, no importaba cuánto se esforzara por mantener una máscara que ocultara lo que sentía, no podía mantenerse fuerte, no con Grindelwald.
-Te advertí sobre ésto, Percival, y aún así tienes las agallas de desobedecerme- El menor soltó un pequeño quejido al sentir la mano del mayor en su cuello. Algunas lágrimas se escaparon de sus cuencas y se deslizaron por sus mejillas hasta caer a su cuello.
-N... No fué mi intención, yo...- ¿Qué debía decir? Estaba asustado, si le mentía se daría cuenta y sería peor.
El albino lo jaló hasta quedar frente a su cuerpo, y en un rápido movimiento, impactó su mano contra la pálida mejilla de su hijo, ocasionando así que su cuello se moviera hacia un lado.
El menor permaneció inmóvil, sintiendo un hormigueo punzante en su piel ahora roja, la cual era empapada por lágrimas que caían cada vez más abundantes.
-Si me desobedeces, terminarás lastimado o peor, con tus poderes fuera de control- Sus manos se deslizaron con cuidado por su rostro, limpiando las pequeñas lágrimas que salían continuamente de aquellos ojos pardo. Acercandolo más a él, pasó una mano por su cabeza y la otra ha su espalda, era un abrazo frío, pero, suficiente para que Percival se relajara.
-Lo siento...- Percival no sabía qué decir y tampoco tenía ánimos para esforzarse en ello.
-Eres descuidado Percival, haces cosas sin pensar en lo que se acarreará después, y lo más importante, no te preocupas por controlar tus poderes- Palabras susurrantes, lentas -Cuando te des cuenta, estarás en una situación peligrosa, tus poderes te van a consumir y no podrás sobrevivir sin mi ayuda- Percival apoyó su cabeza entre el hombro y cuello de Gellert, lo que decía era cierto, no podría estar bien sin la presencia de su padre, después de todo, cuando sus poderes se descontrolaban él era el único que lograba calmarlo casi por completo.
-No volveré a desobedecer- Dice sin muchos sentimientos con una voz agobiada y temblorosa, se sentía cansado.
-Buen chico- Grindelwald se separó de él, tomándolo de las mejillas mientras- Tan similar- pensó fugazmente el mayor antes de dejar un pequeño beso en la frente -Baja en una hora, hay cosas que hacer- Sin dejar que el contrario contestara, salió de la habitación, cerrando la puerta posteriormente.
Una vez estuvo solo, Percival se dejó caer al piso, recostado a la pared con ambas manos tapando su boca, las lágrimas aún presentes impedian que viera con claridad.
-Necesito salir de aquí- Piensa con desespero, harto de lo que pasaba, necesitaba encontrar la manera de liberarse de su padre, era prácticamente imposible, pero, tenía la corazonada de que encontraría la manera.
Gellert Grindelwald caminó con lentitud hasta el salón principal, con sus brazos tras la espalda y su rostro ilegible. Entró a aquella habitación, observando a Alexander en ella, viendo por los ventanales, una vez estuvo a su lado se dispuso a hablar.
-Smith, tengo un encargo para usted- Le dice aún sin mirarlo, concentrado en los Alpes frente al castillo.
-Estoy a sus órdenes, señor Grindelwald- Las cuencas de Alexander se dirigieron al rostro del hombre junto a él.
-Te encargo vigilar a Percival a partir de ahora, acércate a él e informame de la más mínima cosa de la que te enteres, ¿Está claro?- Su voz se eleva un poco, mostrando superioridad.
-Como ordene, señor Grindelwald- Posteriormente hizo una leve inclinación de cabeza y salió del Salón con una leve sonrisa de satisfacción.
Con el pasar de los minutos, Percival se hallaba más nervioso, su mente iba demasiado rápido, tenía miedo de su padre, sólo quería salir de ahí lo más rápido posible, aunque sabía que no iba a ser tan fácil. Necesitaba planear algo grande, algo para lograr salir del control de su padre.
Se levantó del frío piso y caminó con lentitud hasta el espejo junto al escritorio, lo tomó y miró su desaliñado rostro. Sus marrones ojos se hallaban de un color rojo vino en todo su alrededor, las pequeñas venas y las lágrimas los invadían, se le dificultaba expandirlos como normalmente podría cualquiera, sin contar sus párpados algo inflamados y su nariz también rojiza.
Su mejilla izquierda se encontraba con una combinación de colores carmesí y amoratado gracias al golpe que le había proporcionado su padre, a pesar de que no había usado gran fuerza, su piel era sensible y se marcaba con facilidad, sus labios temblaban junto a sus manos.
-Tendré que arreglarme si tengo que ir abajo- Susurra para si mismo mientras se encamina al baño, se lavó la cara con cuidado de no lastimarse, deshaciéndose de cada pequeño rastro de las lágrimas, posteriormente tomó un pequeño paño para secar el agua y salió del baño, viendo cómo Antonio había salido una vez Gellert se acercó a él y no había vuelto.
-Bueno, al parecer no soy el único que le tiene miedo... Tengo que hacer algo cuanto antes- Dice mientras se peina con algo de pereza -No soportaré mucho más... Si tan sólo fuera como antes... Sin ver a mi padre por meses, tal vez sería más fácil, pero... Ya ni siquiera sé lo que digo- Se frotó la frente con frustración.
Escuchó algunos pasos acercarse a la puerta de su habitación, esperó hasta escuchar algunos golpes suaves en ella.
-Pase- Dice sin mucho esfuerzo mientras seguía arreglando su cabello despeinado.
-¿Necesita apoyo con eso?- La voz grave del recién llegado invadió la habitación.
-Tal vez un poco, Alexander- Le sonrió levemente mientras lo miraba, el contrario tomó las manos de Percival y sobó sus nudillos antes de quitarle el plateado cepillo.
-Debería colocarse un poco de hielo- Percival desvío la mirada.
-No está tan mal- Se soltó las manos y acarició el moretón -Bueno... Sí está muy mal-
Ambos soltaron una pequeña risa, aliviando la atmósfera.
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𝔓𝔞𝔠𝔱𝔬 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 (Grindeldore)
FanfictionEn el verano de 1899, Dumbledore y Grindelwald crearon un Pacto de Sangre, magia joven y sin duda, una de las más poderosas de todas, al hacer tal Pacto, se creó un bebé, el cuál cambiará el mundo mágico y sus ideales.