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-¿Qué haces?- Percival retrocedió un paso, Gellert nunca hacía esas cosas, era extraño, su fría mano no se apartó, sintió algunos escalofríos recorrer su columna vertebral.
-Estás muy pálido- Murmulla Gellert cerca de su rostro, mirando detenidamente todas sus facciones, más antes de decir algo más, apartó su mano y recuperó su compostura- Dame la poción Multijugos.
-Cierto- Percival condujo su mano hasta los frascos, sacando ambos con cuidado, le entregó uno a Gellert para después arrancar de raíz uno de sus cabellos para hacer funcionar el líquido, haciendo una pequeña mueca de dolor, se frotó el cuero cabelludo- ¿Cómo me vas a sacar de aquí?
-Confía en mí, solo mantente al margen con los que vengan, y en cuanto te des cuenta, estarás en casa- Gellert hizo la misma acción eh intercambiaron los cabellos.
-¿Me prometes que no me dejarás aquí?- Percival se mostró temeroso, su padre era capaz de todo, si era necesario lo sacrificaría para lograr su cometido. -Te lo puedo jurar- una vez dicho eso, ambos bebieron la poción, su sabor era asqueroso, más no tenían muchas opciones.
Una vez el líquido hizo efecto, ambos se desnudaron para cambiar de ropa, esto siendo una acción rápida.
Se encargaron de que todo quedara como estaba antes y Gellert salió, llevándose consigo a el Auror aún bajo los efectos de el maleficio Imperius, probablemente lo mataría después.
Percival se movió incómodo en la celda, sentía sus latidos acelerarse con el pasar de los segundos, tenía miedo, no confiaba del todo en Gellert, más esperaba que sí cumpliera su palabra.
-Si me lastiman, me la pagarás- susurró al aire Percival mientras cerraba los ojos, rogaba porque el tiempo pasara rápido.
Al paso de unos minutos, escuchó a alguien entrar, abrió los ojos y observó a dos de los tantos Ministros de magia.
-¿Qué planean?- Pensó mientras los observaba, escuchó como hablaban sobre su padre, todos en el Ministerio eran unos tontos, despejó su mente, no tenía ganas de ejercer la Oclumancia, solo intentó relajarse, tenía un presentimiento extraño.
-Parece que lo tiene todo controlado, señora Presidenta- Habló el Ministro, hallándose al lado de la Presidenta observando la seguridad de la celda -Es muy persuasivo, tuvimos que cambiar sus guardias tres veces, siendo sincera, preferiría que se quedara aquí- La mujer hablaba con tranquilidad, más al ver sus ojos, Percival logró ver su preocupación, quizo sonreír por lo patética que era, más se contuvo, tenía que recordar que no estaba en su cuerpo. -Ya es hora de llevarlo de aquí- dicho esto, las puertas de metal gris se abrieron, emitiendo un sonido agudo y entrecortado que resonó por toda la sala, el polvo que había quedado entre los barrotes cayó al suelo a causa del movimiento. Percival tensó su mandíbula cuando sintió la magia de los presentes rodearlo y levantarlo; lo llevaron por todos los pasillos hasta llegar a la salida, escuchaba a los demás presos gritar el nombre de su padre, no sabía cómo hacía Gellert para no tener cargas en su conciencia... Tanta muerte solo por poder, era ridículo.
Al llegar a la salida, sintió la magia de Grindelwald azotarlo, ¿Donde estaba?
Percival divisó un carruaje negro con detalles en plata, con algunos Thestral al frente, eran al menos cinco, los observó detenidamente mientras lo conducían al carruaje, lo sentaron y entraron varios Aurores, le parecía algo exagerada la seguridad que tenían pero al menos intentaban algo. Vió como entregaban la varita de su padre y su Pacto de sangre. Siempre había sentido curiosidad por saber quién podía ser tan cercano a él para llegar a crear un Pacto, después de todo, era como casarse de manera informal.
Percival se tensó cuando los Thestrals extendieron sus largas alas para emprender vuelo, sentía como la poción perdía efecto poco a poco, si su padre no llevaba pronto, sería su fin.
Su piel empezó a moverse en una especie de burbujeo, sintió un escalofrío en su pecho cuando la poción desapareció de su sistema. Antes de que pudiera moverse para intentar salir de ahí, escuchó un golpe, al mirar por la ventana, estaba Gellert, el Ministro abrió la Caja en la que se suponía que estaba la Varita de Saúco, más lo que había era una pequeña criatura chupacabras, el cuál lo atacó directo al cuello.
-¡Petrificus Totalus!- conjura el cobrizo con magia sin varita y se levanta, rompiendo sus cadenas con una Ola de su poder. -¿Quién es tan tonto como para no llevar su varita en una situación así? -le dice al mayor mientras pone una mano en su cadera- Antonio, déjalo ya-
La criatura se despegó del viejo y saltó a la pelvis de Percival, metiéndose entre sus ropas. Percival extendió la mano para tomar el Pacto, más sintió una energía eléctrica recorrer sus dedos al hacerlo, por lo que retrocedió.
-¿Qué fué eso? -murmulla antes de escuchar la puerta abrirse, miró a Grindelwald buscando respuestas, sabía que lo había escuchado.

𝔓𝔞𝔠𝔱𝔬 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫𝔤𝔯𝔢 (Grindeldore) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora